Saludo norcoreano
Corea del Norte es maestra en el arte de hacerse notar en los momentos solemnes. Ha aprovechado la toma de posesi¨®n del nuevo presidente surcoreano, Roh Moo-hyun, en presencia de Colin Powell, para lanzar un misil de crucero de corto alcance sobre el mar de Jap¨®n. El gesto es el ¨²ltimo de una agresiva serie iniciada despu¨¦s de que Washington anunciara en octubre que el r¨¦gimen comunista se hab¨ªa embarcado en un programa secreto de armamento nuclear.
Pyongyang viene exigiendo negociaciones directas con Washington para poner fin a la alarmante escalada. La semana pasada amenaz¨® con dar por liquidado el acuerdo de armisticio que puso fin hace 50 a?os a la guerra de Corea. Pero la Casa Blanca, cuyas m¨¢s consolidadas alianzas asi¨¢ticas est¨¢n siendo puestas a prueba por el enfrentamiento, pretende afrontar la crisis en un marco m¨²ltiple que incluya a Corea del Sur y Jap¨®n como m¨¢s directos implicados, pero tambien a China y Rusia. E involucrando al Consejo de Seguridad de la ONU. Bush afirma que entenderse con Pyongyang sin el desmantelamiento previo de su programa at¨®mico es ceder al chantaje de un miembro del eje del mal. Entre los vecinos de Corea del Norte, sin embargo, es un¨¢nime el criterio de que s¨®lo unas negociaciones directas pueden desactivar la amenaza.
La llegada al poder del nuevo l¨ªder surcoreano se produce en este contexto precario. El heredero de Kim Dae-jung ha prometido seguir los pasos apaciguadores de su predecesor y mentor respecto a Corea del Norte. Una pol¨ªtica basada en la suposici¨®n de que la tolerancia combinada con la generosidad econ¨®mica disminuir¨¢ la tensi¨®n y acrecentar¨¢ la confianza; de que con los incentivos suficientes, el dictador norcoreano, Kim Jong-il, est¨¢ dispuesto a abandonar sus ambiciones at¨®micas militares.
Pero los hechos desmienten contundentemente estas premisas. El nuevo presidente de Corea del Sur tiene por delante la delicada tarea de aliviar la tensi¨®n entre EE UU y Corea del Norte sin ahondar en las diferencias que separan a Se¨²l y Washington, dos estrechos aliados, sobre c¨®mo lidiar la crisis. Mientras uno habla de compromiso incondicional con el vecino y de mejorar la cooperaci¨®n, el otro exige m¨¢s y m¨¢s en¨¦rgica presi¨®n.
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