Sin t¨ªtulo
Cuando despert¨®, pudo sentir el peso de la vieja materia. Imagin¨® otro destino de tener otro car¨¢cter. O¨ªa el doblar de las campanas, los suspiros de las doncellas, la ch¨¢chara del rey y de la sota. Divisaba con disimulo y sin cari?o las florestas solitarias, los castillos, la Edad Oscura. Los lugare?os llevaban en hombros a su socio Jorge. Todo ol¨ªa a santidad. Nadie hab¨ªa gritado "?tongo, tongo!" esta vez. Nadie quiso lapidarlos, ni emplumarlos. Sin embargo... El drag¨®n quer¨ªa esfumarse, desaparecer de la faz de la Tierra y no dejar rastro ni memoria.
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