S¨®lo con los nuestros
Tiene inter¨¦s c¨®mo ha resuelto el consejo de administraci¨®n del Betis los problemas de orden p¨²blico del Betis-Sevilla que se juega hoy. A pesar de las broncas sufridas en los ¨²ltimos enfrentamientos, estos partidos ocupan el centro de una semana gloriosa, santa, transfigurada y doble, antes y despu¨¦s del choque futbol¨ªstico entre vecinos hermanos.
Se trata, sobre todo, de un asunto de risa: el gusto de tomarse alegremente el pelo, mutuamente, b¨¦ticos y sevillistas, en el bar, el ascensor o el trabajo. ?Hay que vencer para no sufrir las burlas inagotables del adversario triunfador! Pero, en medio de la fiesta, las autoridades preparan un aplastante dispositivo de seguridad, y este lenguaje anuncia que la inseguridad ser¨¢ terrible: doscientos polic¨ªas m¨¢s la caballer¨ªa.
Estamos ante un espect¨¢culo de alto riesgo y el Betis ha decidido no vender entradas. Al Betis-Sevilla s¨®lo asistir¨¢n los socios del Betis. La medida tendr¨¢ dos efectos, uno general y otro mucho m¨¢s particular. El general es que los devotos del Betis ser¨¢n los ¨²nicos testigos del acontecimiento, circunstancia que, supongo yo, a?adir¨¢ calidez al choque: s¨®lo habr¨¢ aplausos, pues por caballerosidad, considerando que la presencia de sevillistas ha sido impedida, el Sevilla recibir¨¢ calor b¨¦tico, aunque sea un calor puramente cort¨¦s, helado; no estar¨ªa bien cargar contra el absolutamente solo, de modo que los hinchas del Betis deber¨¢n dar aliento a un Sevilla desasistido.
El efecto particular es que yo no podr¨¦ ir al partido, lo que ser¨ªa un asunto menor si mi caso no fuera el caso de tantos como yo, que ni siquiera somos socios del Sevilla ni del Betis. No pertenezco a ninguna banda de hinchas. No soy un tifoso, como dir¨ªan en Italia, infectado por el tifus del fervor futbolero. No me tomo el f¨²tbol como asunto esencialmente militar, viril, monosexual, guerra que ni siquiera va en serio, un poco loca y absurda, es decir, disparatada. No practico el sentimentalismo sin sentimentalismos de los patriotas balomp¨¦dicos, s¨®lo para los nuestros, como todos los patriotismos profundos. No pertenezco a la banda bestial, pero, admitiendo que conmigo podr¨ªan entrar al campo los gamberros, ?est¨¢ justificado que me cierren la puerta para dejar fuera, conmigo, a los que acaso destrocen y quiz¨¢ provoquen la clausura penal del campo del Betis?
S¨®lo para los b¨¦ticos ser¨¢ hoy su campo aunque el f¨²tbol, fiesta sab¨¢tica o dominical, deber¨ªa servir para que los fan¨¢ticos rivales se reunieran en el estadio, se miraran, aprendieran a imaginarse en el lugar del contrario e intentaran verse a s¨ª mismos con los ojos del enemigo: ?c¨®mo me ven? Entonces no ser¨ªan fan¨¢ticos, claro, porque estas dos cosas son las que los fan¨¢ticos no pueden hacer, pero, aun as¨ª, mejor ser¨¢ que, en un juego y bajo vigilancia, se sigan juntando los fanatismos opuestos, y se observen, como en un espejo feroz. Mala se?al ser¨ªa la costumbre de prescindir del p¨²blico contrario en los espect¨¢culos deportivos para s¨®lo jugar ante los nuestros.
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