"El gran salvador del PNV ya no es Arzalluz, sino Ibarretxe"
Veinte a?os despu¨¦s de adentrarse en las tripas del problema vasco con Los espa?oles que dejaron de serlo, la reedici¨®n del libro (Editorial Planeta) ha tra¨ªdo de nuevo a Euskadi al escritor y periodista Gregorio Mor¨¢n (Oviedo, 1947). Su diagn¨®stico de las dos d¨¦cadas transcurridas desde 1982, incorporado como un nuevo pr¨®logo del libro, vuelve a ser agudo, nada compaciente y directo como el tajo de un bistur¨ª.
Pregunta. ?Qu¨¦ es lo que m¨¢s sorprendido al regresar al Pa¨ªs Vasco?
Respuesta. Que la situaci¨®n pol¨ªtica se ha crispado de una manera incre¨ªble. No creo que haya una quiebra social, como puede haber en Irlanda, de dos comunidades. Pero esto no debe enga?arnos, porque hay m¨²ltiples quiebras, como cuando uno choca con otro coche y los fragmentos saltan por el aire. Y esto en cada grupo social: en la pol¨ªtica, en la universidad, en la prensa.
"La pol¨ªtica en Euskadi tiene un aire selv¨¢tico: hay que pelear primero con la naturaleza"
P. ?C¨®mo valora la evoluci¨®n en estas dos d¨¦cadas de los tres grandes poderes de Euskadi que defin¨ªa en Los espa?oles que dejaron de serlo?
R. El mundo de Neguri ha dejado de ser lo que era y se ha disuelto, por una parte, en el PP y por otra en el PNV. Es decir, ha vuelto a los or¨ªgenes anteriores a la guerra civil. En cuanto el PNV, la deriva de los ¨²ltimos a?os obedece a varias causas. Una, que el partido tiene que enfrentarse a una nueva generaci¨®n de cuadros pol¨ªticos que no se han apeado del cargo oficial desde que empezaron a militar hace ya 20 a?os. Para ellos pasar a la oposici¨®n significa no s¨®lo cambiar de trabajo, sino quedarse en el paro. La singularidad de que los nacionalismos en Euskadi y Catalu?a no hayan vivido la experiencia de la oposici¨®n resulta muy llamativo; es bueno para ellos, pero inquietante para el sistema. Esta circunstancia, unida a que el PP se ha convertido en la segunda fuerza pol¨ªtica de Euskadi, y en algunos lugares, en la primera -algo que hace veinte a?os nadie pod¨ªa imaginar-, ha perturbado sobremanera al PNV. Porque, de pronto, le disputan la hegemon¨ªa en su propio territorio, y no un socio hist¨®rico como es el partido socialista, sino un oponente frontal, con un discurso y un proyecto contrario. Esto por s¨ª solo no explica el giro soberanista del PNV, pero lo sit¨²a en un contexto diferente.
P. ?Y ETA?
R. Hace 20 a?os aspir¨¢bamos, con un candor notable, a encontrar la racionalidad del oponente terrorista. En este momento, cualquier pretensi¨®n de encontrar sentido racional a un grupo que act¨²a en funci¨®n de la irracionalidad es un esfuerzo que quiz¨¢ haya que hacer en el plano intelectual, pero resulta banal y est¨²pido en la pr¨¢ctica. ETA es hoy un poder f¨¢ctico con un mont¨®n de ramificaciones que entonces no ten¨ªa. A principios de los 80 hab¨ªa un cierto equilibrio entre la pol¨ªtica de HB y las actividades terroristas de ETA. No quiero decir que fueran aut¨®nomos ni que HB mandara sobre ETA, pero no era esta relaci¨®n de sumisi¨®n de Batasuna de los ¨²ltimos a?os. Est¨¢n de simples palanganeros de la actividad terrorista, y decirlo de otra manera ser¨ªa edulcorar la realidad.
P. ?No le parece una paradoja que, estando ETA m¨¢s d¨¦bil que nunca haya conseguido imponer m¨¢s que nunca su amenaza y su temario pol¨ªtico en el seno de la sociedad vasca?
R. S¨ª. Aunque sea muy bestia decirlo, nunca es m¨¢s eficaz la mafia que en los momentos finales, cuando se juega todo. Este momento de decadencia y aislamiento social, que es algo in¨¦dito desde el comienzo de la transici¨®n, provoca una agresividad mayor. El declive de ETA es claro y, si los genios planificadores del Ministerio del Interior no le echan una mano, podr¨ªa entrar en proceso terminal.
P. En el libro se sorprende del enorme vaciamiento que ha sufrido la pol¨ªtica vasca de personajes claves que hicieron la transici¨®n. ?Qu¨¦ explicaci¨®n le da?
R. Es que en Euskadi la pol¨ªtica quema m¨¢s que en ning¨²n otro lugar. Tiene un aire en ocasiones selv¨¢tico: hay que pelear primero con la naturaleza, y luego con tus oponentes. La erosi¨®n que sufre la gente, sin hablar ya de la violencia, es tremenda. Por ejemplo, la c¨²pula de dirigentes socialistas vascos que yo conoc¨ª aqu¨ª hace 20 a?os se fue pr¨¢cticamente toda a Madrid.
P. ?Sigue vigente la definici¨®n de Julio Caro Baroja seg¨²n la cual el problema vasco ser¨ªa una gran tragedia interpretada por actores mediocres?
R. S¨ª. En este sentido, siempre me acuerdo de Jos¨¦ Bergam¨ªn, que al final de su vida, de la mano de Alfonso Sastre, se acerc¨® a Herri Batasuna. Cuando todos le pregunt¨¢bamos, pero ?hombre!, don Jos¨¦, c¨®mo se le ocurre esto de venirse de Madrid, dijo aquella frase memorable de que ven¨ªa a Fuenterrab¨ªa, y a trabajar con esos vascos radicales de HB, porque eran los m¨¢s espa?oles de todos. Pero, claro, de tanto repetir la frase no sabes si es bueno o es malo. Porque la tragedia sigue y muchas veces ya no es una gran tragedia, sino que tiene un aire miserable, de Arniches sangriento. En los ¨²ltimos a?os, ni siquiera hay rasgos de audacia en los atentados, sino que siguen una pauta rastrera, de mafia siciliana en plena decadencia.
P. En su ensayo impugna la tesis de que ETA es el efecto de un conflicto hist¨®rico no resuelto. ?Porqu¨¦ ha arraigado aqu¨ª la lucha armada y no en otras comunidades con problemas parecidos, como Catalu?a?
R. Yo creo que el fen¨®meno de ETA est¨¢ mucho m¨¢s vinculado al franquismo que a la quiebra del r¨¦gimen foral. Apelar a las guerras carlistas es un recurso muy f¨¢cil, pero no explica nada. Sin embargo, el nacionalismo s¨ª vivi¨® con especial conmoci¨®n la guerra civil, y sobre todo la postguerra. Que ETA apele no tanto a lo que se llama el conflicto hist¨®rico como a que seguimos viviendo en el franquismo, no es casual; sabe que de ese resorte s¨ª puede tirar. La vinculaci¨®n del fen¨®meno terrorista al franquismo me parece evidente. No es cierto que haya habido en Euskadi una larga tradici¨®n de violencia. Durante la Rep¨²blica y en los terribles comienzos del siglo XX, este es uno de los sitios m¨¢s tranquilos, mientras que en Catalu?a, Andaluc¨ªa o Asturias pas¨® lo que pas¨®.
P. A su juicio, ?como se puede enderezar la espiral de agravios e incomunicaci¨®n entre el nacionalismo el los partidos constitucionalistas.
R. No tiene sentido hablar de nada de esto hasta el d¨ªa 25 de mayo. Hasta entonces la vida de este pa¨ªs va a estar volcada en algo que hay que explicar a la gente de fuera; y es que las elecciones municipales, y sobre todo las forales, son definitivas para el mantenimiento del esquema pol¨ªtico de cada grupo: es en ellas donde se juega la pasta. Hasta ese momento cada partido va a hacer todo lo que pueda para fastidiar al contrario.
P. ?Qu¨¦ futuro le augura al Plan Ibarretxe?
R. El Plan Ibarretxe puede acabar el d¨ªa 25 de mayo o puede coger impulso. No creo que Ibarretxe sea un hombre de ideas, pero, si tiene algunas, son muy fijas. Aunque eso no impide que pueda alterarlas o aparcarlas si ve que cambian las circunstancias. Ibarretxe se ha convertido en una fuerza pol¨ªtica real, cosa que no hab¨ªamos pensado hace dos a?os. ?l fue el autor de la victoria electoral en mayo de 2001. El gran salvador del PNV ya no es Arzalluz, y esto se ha visto en los movimientos pol¨ªticos que se han dado en Vizcaya para designar al candidato a la Diputaci¨®n; el que sostiene la casa del padre es ahora el lehendakari. Por lo tanto, la capacidad para decidir es suya, y va a tener que hacerlo con esa nueva generaci¨®n de su partido que ha hecho del poder su profesi¨®n.
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