La ciudad en ¨¢ngulo recto
Cuando llega el momento de ampliar la ciudad del XVIII, Bilbao crece de espaldas a la r¨ªa, mientras que San Sebasti¨¢n es pionera en abrirse al mar; Pamplona, Vitoria y Bayona pagan su condici¨®n de fortalezas militares, por lo que su desarrollo ser¨¢ posterior. A vista de p¨¢jaro, esta es una conclusi¨®n posible del proceso urban¨ªstico de las capitales vascas entre 1850 y 1940. Pero esa misma mirada sobre los trazados urbanos de entonces puede ofrecer otras aportaciones sugerentes , como la capacidad de cada ciudad para introducir el ferrocarril, el modelo elegido para la expansi¨®n (distinto en cada una de las cinco, aunque situadas en un reducido territorio) o la voluntad para integrar a los obreros en un entramado claramente burgu¨¦s.
Esto y mucho m¨¢s analiza Ensanches urbanos en las ciudades vascas, un ambicioso libro repleto de planos e im¨¢genes que acompa?an distintos estudios, fruto de dos a?os de trabajo de un equipo de arquitectos e historiadores (Xavier Unzurrunzaga, Ant¨®n L¨®pez de Aberasturi, Ana Azpiri y Jos¨¦ Mar¨ªa Alcorta), coordinado por el arquitecto I?aki Galarraga. Entre las aportaciones se encuentra la recuperaci¨®n de numerosos planos originales y el estudio de los proyectos de ensanche que quedaron en el caj¨®n.
Porque la necesidad de una nueva ciudad se vislumbraba desde mediados del XIX, siguiendo el rastro parisino de Haussmann y el barcelon¨¦s de Ildefonso Cerd¨¢. Varias razones confluyen en este trazado homenaje a la l¨ªnea recta y la estructura ortogonal: hab¨ªa que atender las necesidades de una poblaci¨®n m¨¢s numerosa, sin olvidar el aspecto higienista en las viviendas y, sobre todo, la necesidad de un mayor control social de las nuevas masas ciudadanas. As¨ª lo consideraron las autoridades francesas despu¨¦s de los des¨®rdenes vividos en su capital en junio de 1848.
Con ese referente, las soluciones aplicadas en las capitales vascas fueron distintas. En San Sebasti¨¢n, el proyecto de Cort¨¢zar se plante¨® en un primer momento como una soluci¨®n mercantil. Pero pronto se tuvo que adaptar a los objetivos balnearios a los que se iba encaminando la ciudad. Hab¨ªa que mirar al mar y surge entonces el Paseo de La Concha, tras levantar la cota ocho o diez metros sobre los arenales. Adem¨¢s, se establece el eje principal en una buena orientaci¨®n, con t¨¦rmino en donde hoy est¨¢ la iglesia del Buen Pastor.
Si San Sebasti¨¢n mira desde entonces a la bah¨ªa y al Urumea, Bilbao tardar¨¢ cien a?os en recuperar la vista a la R¨ªa. A la manera londinense, la ampliaci¨®n de las siete calles se hizo de espaldas al Nervi¨®n, que s¨®lo se cruzaba, frente a la soluci¨®n parisina que recorre el Sena. Tuvo que llegar Frank Gehry para descubrir la R¨ªa.
En Vitoria, el ensanche lleg¨® m¨¢s tarde y fue m¨¢s sencillo: el paso que va desde la plaza de Espa?a de Olaguibel hasta la estaci¨®n del ferrocarril. Pamplona, por su parte, incluye en su desarrollo urbano un ingrediente que destaca el libro citado: la articulaci¨®n de los distintos tipos de vivienda con espacios asignados a la residencia de obreros, algo que s¨®lo tangencialmente se atiende en otras ciudades. Y a Bayona le ofrecieron escasas posibilidades de expansi¨®n, acogotada entre la estaci¨®n del ferrocarril y el r¨ªo Adour.
APUNTE
La legislaci¨®n establec¨ªa con claridad el porcentaje de suelo que se hab¨ªa de asignar a los edificios p¨²blicos: institutos, mercados, oficinas de la administraci¨®n o iglesias. Poco caso se les prestaba a las zonas verdes, hasta el punto de que los parques se dise?aban en los lugares donde no se pod¨ªa cimentar. El de Do?a Casilda, en Bilbao, o Alderdi Eder, en San Sebasti¨¢n, son ejemplos paradigm¨¢ticos.
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