Argelinos y vascos
Durante la madrugada del viernes d¨ªa 24 de enero la polic¨ªa irrumpi¨® con gran aparatosidad y despliegue de medios en algunas ciudades catalanas para proceder a la detenci¨®n de 16 argelinos acusados de vinculaci¨®n con el terrorismo isl¨¢mico. Ni los alcaldes de las ciudades, ni la polic¨ªa auton¨®mica, ni las polic¨ªas locales fueron advertidos previamente, en un alarde de respeto al orden institucional muy propio de la arrogancia del aznarismo: el Estado es el Gobierno central y basta. A las pocas horas de ser practicadas las detenciones, el presidente Aznar las anunciaba en persona desde A Coru?a. A pesar de que la polic¨ªa ni siquiera hab¨ªa empezado los interrogatorios, Aznar ya conoc¨ªa las conexiones internacionales de los detenidos y afirm¨® "que estaban preparando la comisi¨®n de atentados con explosivos y material qu¨ªmico". Para concienciar a la ciudadan¨ªa, Aznar, que no tardar¨ªa en pedirle apoyo para los planes b¨¦licos de Bush, subray¨®: "No se est¨¢ hablando de peligros hipot¨¦ticos remotos, sino de algo que lo tenemos delante".
Ha pasado un mes y las acusaciones han quedado en nada. El juez Ruiz Polanco conmin¨® a la polic¨ªa a presentar pruebas concluyentes porque, de lo contrario, tendr¨ªa que dejar a los detenidos en libertad. Los an¨¢lisis de las sustancias encontradas a los detenidos se han prolongado para llegar a la conclusi¨®n de que su peligrosidad no era superior a la de cualquier detergente de uso com¨²n. Sin embargo, pasan los d¨ªas, no hay pruebas y los detenidos siguen en prisi¨®n. El Gobierno est¨¢ haciendo cuanto puede para disimular la metedura de pata, para que por lo menos la puesta en libertad se haga de modo escalonado, discreto y sin prisas, en un intento de proteger a Aznar del rid¨ªculo. ?Qu¨¦ credibilidad puede tener el presidente cuando nos habla de las amenazas que se ciernen sobre nosotros si no hay guerra en Irak cuando ha falseado datos al informar de unas detenciones practicadas en su propio pa¨ªs? ?Qu¨¦ sentido de la verdad y del servicio p¨²blico tiene un gobernante que se atreve a hablar de los delitos cometidos por unos detenidos antes de que sean interrogados?
Aznar habla demasiado, pero los dem¨¢s callan en exceso. No he o¨ªdo una sola voz entre las autoridades de Catalu?a pidiendo explicaciones sobre la situaci¨®n, aparentemente irregular, de estos detenidos cuyos cargos no parece la polic¨ªa en condiciones de probar. No he o¨ªdo apenas voces de la oposici¨®n -salvo de Iniciativa- que se interesaran por la suerte de estos ciudadanos. Sin embargo, son ciudadanos de Catalu?a que, por cuanto viven aqu¨ª, tienen las mismas obligaciones pero tambi¨¦n los mismos derechos que cualquier otro. El desinter¨¦s por estos argelinos acusados de una relaci¨®n con el terrorismo que no parece probada por ning¨²n lado contrasta con la movida que ha generado en Catalu?a la detenci¨®n de parte de los responsables de Egunkaria y de su cierre. Vaya por delante que el cierre de un diario me parece siempre una herida a la libertad de expresi¨®n y s¨®lo en un caso en que se demostrara que su cooperaci¨®n ha sido necesaria para la comisi¨®n de un atentado podr¨ªa aceptarla. Por mucho que se diga, las palabras no matan, aunque a veces ayudan; las que matan son las personas. Y vaya por delante tambi¨¦n que cualquier sospecha de tortura debe ser aclarada. Por otra parte, las responsabilidades penales son individuales, extender sus efectos a colectivos es, por lo menos, problem¨¢tico. Dicho esto, es ilustrativo que los detenidos de Egunkaria hayan provocado una movilizaci¨®n solidaria de la que nuestros convecinos argelinos no han gozado lo m¨¢s m¨ªnimo. Y sin embargo, est¨¢ claro que se est¨¢ cometiendo un abuso con ellos.
La Generalitat promueve publicidad para el diario que ha venido a reemplazar a Egunkaria. No tengo nada que decir contra este internacionalismo nacionalista, aunque pueda haber motivos para discutir el criterio de prioridades en el gasto. Cualquier planteamiento nacionalista otorga la primac¨ªa a los ciudadanos del propio pa¨ªs cuya cohesi¨®n social es el gran objetivo com¨²n. Sin embargo, los abertzales de Euskadi motivan mucho m¨¢s a nuestras autoridades que unos argelinos residentes en Catalu?a. Lo cual es un s¨ªntoma innegable de que la percepci¨®n de nuestros gobernantes, consciente o inconscientemente, discrimina por cuestiones de origen. Unos argelinos residentes en Catalu?a acusados de relaci¨®n con el terrorismo isl¨¢mico no merecen, a los ojos de nuestras autoridades, la misma consideraci¨®n que unos vascos residentes en Euskadi acusados de relaci¨®n con el terrorismo etarra. Sin embargo, si hay dudas sobre los cargos contra las directivos de Egunkaria -que seg¨²n algunas filtraciones se remontan a una d¨¦cada atr¨¢s-, parece absolutamente clara la falta de fundamento de las acusaciones contra los argelinos salafistas. Es el propio juez el que ha hecho p¨²blica la inconcreci¨®n de los cargos. Pero son argelinos y los responsables pol¨ªticos no quieren que se les asocie con ellos. Da mala imagen.
La inmigraci¨®n es una realidad que no tiene vuelta atr¨¢s. Es hora de que los gobernantes -y los opositores- dejen de soltar medias ver¨®nicas para trampear el problema en sus discursos. Los argelinos residentes en Catalu?a tiene el mismo derecho al reconocimiento que cualquier otro ciudadano. Que un partido nacionalista se sienta m¨¢s solidario con unos vascos en apuros que con ellos da la medida de la deformaci¨®n ideol¨®gica. Pero que buena parte de la izquierda no se acuerde de la situaci¨®n de estos ciudadanos me parece escandaloso. Realmente, defendiendo a esta gente no se ganan votos. Pero probablemente se gana credibilidad (y de ¨¦sta van muy faltados los dirigentes pol¨ªticos). La credibilidad del que ha entendido que las fronteras se han desdibujado para siempre y ya no quedan territorios cerrados y homog¨¦neos para nadie.
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