Sr. presidente
Le escribo estas notas de urgencia con la ansiedad de quien se hace m¨²ltiples preguntas y apenas encuentra respuestas, y casi con la certeza de que dif¨ªcilmente se pueda conseguir alguna f¨®rmula que haga reflexionar a quienes -como usted- dirigen esta locura, con una sordera tan desconcertante como peligrosa, que nos conduce hacia una deriva y un desequilibro emocional y ps¨ªquico del que la generalidad de los espa?oles saldremos con dificultad.
A veces, se?or presidente, me da la sensaci¨®n de que enfrente no tenemos pol¨ªticos -utilizo el t¨¦rmino en el sentido cl¨¢sico del mismo y no en la derivaci¨®n utilitarista que muchos le dan ahora-, sino muros de piedra resbaladiza por la humedad y el humus pestilente de quienes carecen de sentimientos.
?Qu¨¦ har¨¢ si el Consejo de Seguridad no aprueba la resoluci¨®n preparada por usted, Blair y Bush?
Usted se ha encastillado en una espiral que puede llevarle a una especie de suicidio pol¨ªtico
No recuerdo un grado de protesta y de aut¨¦ntica rebeli¨®n popular como el que su postura, se?or presidente del Gobierno, est¨¢ generando en todos los estratos y clases sociales espa?oles. Tampoco recuerdo mayor grado de cinismo en algunos l¨ªderes pol¨ªticos, que utilizando toda la demagogia y la manipulaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n que controlan confunden gravemente a los ciudadanos jugando con su seguridad y someti¨¦ndolos a un "bombardeo" constante de mentiras y medias verdades que apenas les dejan respirar.
Como no aspiro a ning¨²n puesto, ni a ning¨²n nombramiento, y ni tan siquiera me preocupa perder el que ahora tengo, disfruto de la libertad suficiente para escribir y decir "Basta ya"; perd¨®nenme los abnegados luchadores de esta plataforma por hacer m¨ªa esta expresi¨®n que tan valientemente defienden con su actuaci¨®n insumisa, pac¨ªfica y beligerante frente al terror, pero tambi¨¦n aqu¨ª se trata de luchar contra la violencia dial¨¦ctica institucional impuesta por unos gobiernos mutantes de la realidad que, d¨ªa a d¨ªa, menosprecian a aquellos que les hemos dado legitimidad democr¨¢tica en las urnas con nuestros votos, positivos o negativos, oblig¨¢ndonos a la aceptaci¨®n de una realidad inexistente y a un estado de cosas, creado a prop¨®sito por alguno de ellos, para justificar ahora la pesadilla que sufrimos la mayor¨ªa en todos los pa¨ªses de la Tierra.
En el ¨²ltimo mes -desde el 27 de enero de 2003 al d¨ªa de hoy-, se?or presidente, he seguido, como tantos otros, los debates en el Parlamento espa?ol sobre la guerra de Irak, as¨ª como las noticias de los diarios, los debates y las im¨¢genes en las televisiones, y especialmente los esfuerzos de usted y del se?or Blair -el se?or Bush ya ni lo intenta- para explicar su postura y justificar la disociaci¨®n de la misma con la de los ciudadanos de Gran Breta?a y Espa?a.
He comprobado c¨®mo una vez m¨¢s se impone la ley no escrita de la sumisi¨®n acr¨ªtica de los diputados del Grupo Popular y, c¨®mo algunos, en forma desafortunada, insultaban a los actores que dignamente discrepaban en silencio desde la tribuna, o lanzaban improperios a la oposici¨®n por su discrepancia democr¨¢tica, y, sobre todo, c¨®mo adulaban con la sonrisa y el aplauso a su l¨ªder, es decir, a usted; y he sentido miedo, un miedo fr¨ªo, f¨ªsico, palpable y denso como el chapapote; pero tambi¨¦n he constatado c¨®mo alguno de ellos, al aplaudir y al sonre¨ªr, se remov¨ªa en su esca?o, sin duda pensando en la verg¨¹enza que tendr¨ªa que pasar cuando, al llegar a su casa, tuviera que mirar a sus hijos, a sus padres, a su esposa o a su marido y explicarles lo inexplicable. A estos ¨²ltimos me dirijo, pidi¨¦ndoles que expresen lo que sienten y que act¨²en en consecuencia.
No han sido uno, ni dos, ni tres, sino decenas y decenas de militantes y votantes del partido que preside, con los que he tenido oportunidad de hablar, y en todos he hallado un rictus de amargura por su posici¨®n, y una preocupaci¨®n verdadera por la deriva que ha tomado y que, para ellos, compartirla roza el problema de conciencia. Pero, a la vez, y lo digo con el cari?o que le tengo a algunos, callan en forma cobarde, temiendo las "consecuencias" de su discrepancia ante sus dirigentes. Por mi parte siento pavor de que su miedo, el de "prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras va..." o el de las apelaciones del se?or Rajoy "al orgullo, al honor y las convicciones", se confundan con mi miedo y el de los espa?oles que, en defensa de nuestra patria, nos oponemos a una guerra injusta desde la libertad y la coherencia.
Se?or presidente, cuando usted y los dignos representantes parlamentarios elegidos por el pueblo recibieron la legitimidad que otorgan los votos de los ciudadanos -esos que tan pronto olvidan algunos de ustedes cuando han conseguido el esca?o y de los que no vuelven a acordarse hasta que necesitan ped¨ªrselo de nuevo-, la obtuvieron para representarlos y defenderlos; pero el mandato no inclu¨ªa las cartas marcadas, no supon¨ªa la actuaci¨®n en contra de aquella confianza ni a favor de una posici¨®n sobre la guerra que tan s¨®lo defiende una minor¨ªa -por lo dem¨¢s, poco informada- ni de los intereses a favor de unos l¨ªderes que quieren ocupar un lugar en la historia a costa del sufrimiento de todos. Creo, humildemente, que entre las obligaciones que ahora deben cumplir est¨¢ la de sumarse al grito de oposici¨®n a la guerra y hacerlo abiertamente en el ¨¢mbito de sus competencias. Como ciudadano, tengo derecho a ped¨ªrselo, e incluso exig¨ªrselo, porque el derecho a la paz es mi derecho y la guerra es la negaci¨®n de este derecho, y de la justicia m¨¢s elemental, a la vez que la derrota de todos.
Ninguna disciplina de voto puede obligarles a votar por encima de aquel derecho. Y, si finalmente lo hacen, no olviden su responsabilidad en la masacre que se anuncia, porque ustedes son responsables directos si avalan esta locura. Ning¨²n reglamento de r¨¦gimen interno les obliga a votar en contra de su conciencia, pero si a pesar de ello ustedes votan en contra de aquel derecho, no olviden que ser¨¢n responsables de cada una de las vidas que se pierdan en esta posible guerra, incluida la de los soldados espa?oles que sean enviados al escenario del conflicto. Ninguna sanci¨®n administrativa, ni incluso la p¨¦rdida de expectativas de una inclusi¨®n posterior en listas electorales, les obliga a votar en contra de aquel derecho, pero si a pesar de ello lo hacen, no olviden, ni por un momento, al margen de lo que digan sus l¨ªderes, que ustedes ser¨¢n responsables del desastre humanitario que se cierne sobre todos.
Ustedes deben decidir en qu¨¦ bando juegan, si en el de la legalidad internacional y nacional, pero la real, no la del marketing, ni la fatua, ni la de las palabras huecas, o en el bando de la falsedad y del inter¨¦s oculto de unos pocos que pretenden sobornar nuestras conciencias ofreci¨¦ndonos las riquezas de las minas del Rey Salom¨®n.
He observado con atenci¨®n la actividad desplegada por usted, se?or presidente, en diversas partes del mundo, sus reuniones con diferentes l¨ªderes, incluso con Su Santidad el Papa Juan Pablo II, y ello est¨¢ bien, pero no acabo de entender cu¨¢l es la raz¨®n ¨²ltima de tanta acci¨®n en "primera l¨ªnea". No s¨¦ si es la finalidad de obtener el reconocimiento de gran estadista la que le gu¨ªa, o es la necesidad de comprensi¨®n la que le motiva, o en fin, la urgencia de obtener un perd¨®n preventivo por sus acciones. En todo caso, ser¨ªa muy f¨¢cil para usted conseguir esas finalidades sin poner en riesgo valores esenciales; bastar¨ªa con sumarse a la postura que todo el mundo civilizado, y los l¨ªderes pol¨ªticos m¨¢s dispares -franceses, alemanes, rusos, sirios, chinos...- mantienen. ?sta s¨ª es una apuesta por la paz. ?Qu¨¦ har¨¢ usted, se?or presidente, si el Consejo de Seguridad no aprueba la resoluci¨®n que usted ha preparado con los se?ores Blair y Bush?
Ustedes dicen que est¨¢n agotando todas las posibilidades y afirman que Irak ha incumplido la resoluci¨®n 1.441 y por ello quieren dar v¨ªa libre a la guerra; entonces, ?a qu¨¦ viene el parip¨¦ de tantos contactos y visitas y sin embargo no hacen ninguna a Irak para hablar con su enemigo?; ?cu¨¢l es la raz¨®n de esa segunda resoluci¨®n, cuando los inspectores est¨¢n haciendo su trabajo bien? Miren, yo pienso que s¨®lo es la excusa que la Administraci¨®n norteam¨¦rica necesita para iniciar un ataque que ya tiene decidido. Se?or presidente, ?c¨®mo puede usted hablar en referencia a la decisi¨®n iraqu¨ª de destruir los misiles Al Samud 2 como "juego muy cruel con el deseo de paz de millones de personas en el mundo"?. No se ha dado cuenta de que estos millones que usted cita est¨¢n a favor de que no se intervenga en Irak, es decir, en contra de su postura, la del se?or Blair y la del se?or Bush. ?Cu¨¢ndo se dar¨¢n cuenta de que es necesario algo m¨¢s que palabras grandilocuentes, alambicadas o estent¨®reas, para convencer a los ciudadanos? Se?or presidente, Turqu¨ªa -cuyo Parlamento ha dicho no- recibir¨¢ treinta mil millones de d¨®lares por su colaboraci¨®n, ?cu¨¢l es el precio que pagaremos por prestarnos a esta farsa? Pero no olvide que dicho precio estar¨¢ manchado de la sangre de muchos inocentes y ello les avergonzar¨¢ para siempre.
Siento que la palabra Paz se est¨¢ prostituyendo de tanto usarla mal. Excepto para todos aquellos que estamos entendiendo y viviendo que es la primera vez en la historia de la humanidad en la que, saliendo a la calle o de cualquier otra manera, estamos creando una "Revoluci¨®n por la Paz". En general, somos personas que la pronunciamos poco, pero la defendemos con nuestras acciones, desde cada uno de nuestros puestos de trabajo y responsabilidad, y si hace falta la gritaremos una y mil veces.
Mire, se?or Aznar, el d¨ªa 15 de febrero de 2003 sent¨ª un orgullo que dif¨ªcilmente podr¨¢ entender. Mis hijos y mi mujer estuvieron conmigo en la manifestaci¨®n, codo con codo, gritando a favor de la paz. Vi sus caras y su decisi¨®n, como la de tantos miles y millones de personas, y ellos me han reconfortado como padre y como ciudadano y me han transmitido la fuerza que necesitaba para seguir.
Despu¨¦s de todo lo dicho quiero hacer un esfuerzo y entender por qu¨¦ nuestro Gobierno -o mejor dicho, usted, se?or presidente- se ha encastillado en una espiral que puede llevarle a una especie de suicidio pol¨ªtico; para ello he decidido parar de escribir y continuar dos d¨ªas despu¨¦s de meditar sobre ello. Durante estas 48 horas he pasado revista a las explicaciones de Ana Palacio; a todas las opiniones, entrevistas y ruedas de prensa que usted, se?or presidente, ha expresado y realizado; a todas las comparecencias del portavoz del Gobierno; a los debates parlamentarios; a las comparecencias en el Consejo de Seguridad; a las estramb¨®ticas ruedas de prensa del secretario de Defensa norteamericano; a las de la consejera de Seguridad, Condoleezza Rice; a las del propio George W. Bush, y, c¨®mo no, a las del se?or Blair. Pues bien, entiendo la postura de EE UU; tambi¨¦n, aunque menos, la de Gran Breta?a; pero la que no comprendo es la suya, se?or presidente, la cual me parece m¨¢s dura y m¨¢s extrema que la de aqu¨¦llos, a pesar de la aparente moderaci¨®n que emplea en sus comparecencias p¨²blicas para intentar explicarla.
Veamos, primer asunto: el terrorismo. No creo quebrantar ning¨²n secreto profesional si digo que, al menos hasta donde yo conozco, no existe al d¨ªa de hoy ni un solo indicio de que la implicaci¨®n de Sadam Huseim con Al Qaeda existe. Quien acusa tiene la carga de la prueba y no puede desplazar esta obligaci¨®n a otros, y ustedes no han aportado esa prueba.
Segundo asunto: violaci¨®n de derechos humanos. Hasta ahora s¨®lo se ha hablado y, ello es cierto, de las violaciones masivas de los derechos fundamentales por parte de Sadam Huseim, pero nada se habla de las violaciones de los derechos humanos que Estados Unidos est¨¢ cometiendo en forma flagrante y reiterada con los m¨¢s de mil talibanes detenidos en Guant¨¢namo; y de los que tambi¨¦n se hallan en id¨¦ntica situaci¨®n en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n bajo el control norteamericano, o de los m¨¢s de cien detenidos en EE UU en lugares desconocidos, simplemente por su situaci¨®n irregular y por su vinculaci¨®n ¨¦tnica ¨¢rabe y cuyo paradero no se da por razones de "seguridad nacional". A todos ellos no se les ha permitido contactar con familiares, abogados, y sus condiciones de vida son infrahumanas, desde hace m¨¢s de un a?o. Y frente a esto, se?or presidente Aznar y se?or primer ministro Blair, ?qu¨¦ dicen y qu¨¦ hacen ustedes?, ?por qu¨¦ no se ha tratado este tema en la reuni¨®n del rancho del se?or Bush en Tejas?, o ?por qu¨¦ no exigen a ¨¦ste un pronunciamiento claro y definitivo para que cese esa situaci¨®n de ilegalidad? ?C¨®mo se puede apoyar a un l¨ªder o a un pa¨ªs que est¨¢ violando groseramente los mismos derechos que dice defender?
Tercer asunto: Se acabar¨¢ con las armas de destrucci¨®n masiva, las armas qu¨ªmicas y la amenaza terrorista que representa Sadam, si ¨¦ste se exilia o se le elimina. Realmente pueril esta argumentaci¨®n. Lo ¨²nico que va a generar esta injusta guerra es, por una parte, una quiebra ya inevitable de la legalidad internacional, y por otra, el aumento del terrorismo integrista a medio y largo plazo, el cual hallar¨¢ una plataforma de justificaci¨®n objetiva, de la que ahora carece. Su crecimiento en otros puntos del planeta, entre ellos Espa?a, como dijo Tarek Aziz, sin que se apreciara tono amenazante en su afirmaci¨®n, sino constataci¨®n l¨®gica de los hechos, es algo tan evidente como terrible y usted no quiere o no sabe verlo.
Se?or presidente, evitar esta guerra en ciernes es misi¨®n de todos, y debe darse cuenta de que millones de ciudadanos ya hemos comenzado a dar forma a la "Revoluci¨®n por la Paz" y hemos ganado frente a usted y sus "compa?eros de aventura" la "moci¨®n de censura" que les obliga a abandonar su postura, a dar m¨¢s tiempo a los inspectores y a cumplir la legalidad internacional y, a su vez, les niega el derecho de instar una nueva resoluci¨®n que d¨¦ v¨ªa libre a la guerra.
Se?or presidente, con respeto pero con enorme firmeza, le digo que usted no puede ni debe ir de la mano de quien est¨¢ haciendo gala con su pol¨ªtica de la consumaci¨®n de la doctrina de "los espacios sin derecho"; ni de la mano de quien se ha desvinculado de la Corte Penal Internacional; ni unido a quien, de hecho, est¨¢ construyendo espacios de impunidad que perjudican a la comunidad internacional: ?acaso usted tampoco cree en la justicia internacional?
Baltasar Garz¨®n Real es magistrado-juez de la Audiencia Nacional.
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