Investigaci¨®n con embriones: la ¨¦tica de lo razonable
El autor enumera los puntos de acuerdo que permiten el consenso en ¨¦tica e identifica el principal factor que impide alcanzarlo en este caso: la Iglesia cat¨®lica
?Se debe investigar con embriones para fines terap¨¦uticos o de otro tipo? ?Es o no en alg¨²n caso aceptable la clonaci¨®n terap¨¦utica o la reproductiva? Se trata, sin duda, de cuestiones pol¨¦micas sobre las que la gente parece tener hondas diferencias que, sin embargo, no impiden que se pueda llegar a acuerdos pr¨¢cticos con sorprendente facilidad. Es m¨¢s, yo dir¨ªa que hoy existe un consenso b¨¢sico sobre estos temas, que descansa en la idea de que el embri¨®n humano es un bien que merece protecci¨®n desde el momento de la fecundaci¨®n, pero no tiene el mismo valor en las distintas fases de su desarrollo, sino que ese valor se va incrementando a medida que se producen ciertos cambios biol¨®gicos como la implantaci¨®n estable en el ¨²tero, la aparici¨®n de la cresta primitiva, la formaci¨®n de los ¨®rganos... La existencia de esas diferencias de valor permite, a su vez, efectuar ponderaciones y establecer puntos de acuerdo como los siguientes:
Lo irrazonable no es asumir una actitud religiosa, sino la doctrina de la Iglesia
1. Es l¨ªcito el uso de las t¨¦cnicas de reproducci¨®n humana asistida aunque lleven a la producci¨®n de embriones sobrantes.
2. Es preferible usar los preembriones sobrantes para fines de investigaci¨®n, antes que destruirlos.
3. Es preferible investigar con preembriones sobrantes, antes que crearlos expresamente para ese prop¨®sito.
4. La creaci¨®n de embriones para investigaci¨®n s¨®lo est¨¢ justificada si no es posible realizar esas investigaciones con preembriones sobrantes, ni tampoco en el modelo animal, y es razonable pensar que esas investigaciones tendr¨¢n efectos curativos apreciables sobre enfermedades graves.
5. La investigaci¨®n con embriones, en todo caso, debe realizarse en los 14 primeros d¨ªas de desarrollo del cigoto.
6. La clonaci¨®n terap¨¦utica para obtener c¨¦lulas troncales debe estar sometida a controles estrictos.
7. La clonaci¨®n con fines reproductivos, al menos por el momento, debe estar prohibida.
La existencia de ese consenso puede verse como un ajuste, m¨¢s o menos complejo, entre diversos valores, a los que suele denominarse "principios de la bio¨¦tica" y que, en realidad, vienen a ser una aplicaci¨®n, a este campo de la experiencia humana, de los principios generales de la ¨¦tica o, si se quiere, de una ¨¦tica racionalista. Hay adem¨¢s una dimensi¨®n "subjetiva" del consenso que se refiere a la actitud de los que lo hacen posible. Algunos o muchos de los participantes han tenido que hacer concesiones con respecto a lo que ser¨ªan sus convicciones m¨¢s profundas. Habr¨ªan preferido otro tipo de acuerdo, pero, dadas las circunstancias, consideran que ¨¦se es razonable.
En realidad, el ¨²nico problema que subsiste es que ese consenso (de ah¨ª que no sea completamente general) contradice frontalmente la doctrina de varias organizaciones religiosas de enorme influencia social; en particular, la de la Iglesia cat¨®lica, que, al partir de que el ¨®vulo fecundado es una persona moral en el mismo sentido en que lo es un ser humano adulto, considera que cualquier uso que se haga de los embriones es un atentado contra la dignidad humana y no acepta, por tanto, los juicios de preferencia antes se?alados. La pregunta a hacerse podr¨ªa, pues, reducirse a esto: ?Significa esa interpretaci¨®n de los principios de la bio¨¦tica adoptar una actitud irrazonable?; y, si es as¨ª, ?por qu¨¦?
En mi opini¨®n, hay sobre todo dos argumentos que llevan a calificar de "irrazonable" la postura de la Iglesia en esta materia. El uno tiene que ver con las consecuencias inaceptables que se derivan de ah¨ª: renunciar a la fecundaci¨®n in vitro (que supone producir embriones sobrantes) y, como consecuencia, negar a muchos individuos el derecho a ser padres; considerar la destrucci¨®n de los embriones sobrantes como un "mal menor" con respecto a su utilizaci¨®n para fines de investigaci¨®n, y, quiz¨¢s sobre todo, negar a los enfermos de Alzheimer, Parkinson o diabetes el derecho a obtener (a la esperanza fundada de obtener) una curaci¨®n de sus enfermedades.
El segundo argumento viene a ser el siguiente. Hay una noci¨®n de razonabilidad que, de alguna manera, est¨¢ presente en nuestras pr¨¢cticas argumentativas, y seg¨²n la cual, las razones que mutuamente nos damos en el discurso p¨²blico tienen que poder ser comprendidas y, eventualmente, aceptadas por todos los otros, es decir, por cualquiera que participe en el debate como ciudadano libre e igual a los dem¨¢s. Pero esto no ocurre en relaci¨®n con las de la Iglesia cat¨®lica, cuya comprensi¨®n y aceptaci¨®n exigen un acto de fe que, por definici¨®n, deja fuera a los no creyentes. Dicho de otra forma, no son razones que puedan ser universalizadas en el contexto de nuestras sociedades pluralistas.
Lo que aqu¨ª se est¨¢ calificando como irrazonable no es asumir una actitud religiosa, sino la doctrina de la Iglesia cat¨®lica: una doctrina, por cierto, que comienza con P¨ªo IX, un papa que se distingui¨® por ser un enemigo acerbo de derechos humanos b¨¢sicos y que sostuvo muchas tesis que hoy ser¨ªan rechazadas por casi todos los cat¨®licos, y una doctrina de la que se separan otros credos de la misma tradici¨®n religiosa, como el juda¨ªsmo o el anglicanismo. Cabr¨ªa incluso decir que lo ¨²nico irrazonable consiste en no ver ninguna diferencia, a efectos del juicio moral, entre (pongamos) una persona adulta que ha desarrollado con mayor o menor ¨¦xito cierto proyecto de vida y el preembri¨®n humano en la fase de blastocisto: una bola de tama?o inferior a una cabeza de alfiler que, con una alta probabilidad, no llegar¨¢ a implantarse establemente en el ¨²tero para dar lugar a un ser humano, y (al carecer de todo vestigio de sistema nervioso) sin ninguna capacidad de sentir.
Manuel Atienza es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad de Alicante y miembro de la Comisi¨®n Nacional de Reproducci¨®n Asistida.
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