Buenas intenciones

Es casi doloroso, para quien comparta valores como la tolerancia o la solidaridad, ver un filme como Nudos. Porque, con su aire sanamente anarquizante, levanta inmediatas simpat¨ªas. Porque a ratos constituye un retrato plausible del submundo del barcelon¨¦s Mercat de la Boquer¨ªa, con sus tipos humanos y su aire popular. Porque la direcci¨®n de Llu¨ªs M. G¨¹ell da al filme, por momentos, incluso elegancia. ?Qu¨¦ es lo que hace que la solidaridad con la historia se resquebraje hasta desaparecer?

Varias cosas. Una, la m¨¢s grave: un gui¨®n lleno de agujeros y soluciones facilonas en manos de personajes que no merecen tal nombre. Otro: el impreciso dibujo de algunas de las criaturas fundamentales, v¨¦ase el personaje de Charo L¨®pez, incre¨ªble como vendedora de pescado; o el Santi Mill¨¢n, casi sin asideros; o el sentencioso m¨¦dico al que H¨¦ctor Alterio se empe?a, con su solvencia habitual, en insuflar vida... Por no hablar del Nudos (?lvarez) que da nombre al filme: casi nada. Ternurista cuando no toca, llena de buenas intenciones, a Nudos le habr¨ªa hecho falta un gui¨®n m¨¢s solvente, una historia m¨¢s consistente, unos personajes mejor trazados..., algo as¨ª como un proyecto totalmente diferente.