Momento cr¨ªtico
Pese a las declaraciones optimistas de Powell, es evidente a estas alturas que Estados Unidos carece de los apoyos necesarios en el Consejo de Seguridad para aprobar la nueva resoluci¨®n sobre Irak que patrocina con el Reino Unido y Espa?a. Este texto, destinado a dar v¨ªa libre a la guerra, iba a ser sometido a votaci¨®n tras el informe que Hans Blix presentar¨¢ hoy sobre el desarme de Bagdad, pero ha tropezado con la firmeza de Rusia y Francia, que han amagado con interponer el veto y han encontrado el apoyo de China, menos expl¨ªcita sobre sus intenciones, pero inequ¨ªvoca al afirmar que no ha llegado el momento de dar la orden de marcha contra Sadam. Incluso el estado mayor de los dem¨®cratas estadounidenses, hasta hace poco firmes en su apoyo a la Casa Blanca, comienza a romper amarras con la fracasada diplomacia del presidente Bush.
Sin necesidad, pues, de llegar al momento de la verdad, la fractura del Consejo de Seguridad es ya un hecho. El diagn¨®stico es tan serio que Washington y Londres han hecho p¨²blica su disposici¨®n a modificar hasta extremos todav¨ªa imprecisos la redacci¨®n de su propuesta. Las ideas avanzadas sobre el nuevo borrador inciden en dar un nuevo plazo al trabajo de los inspectores de armamento. El ministro de Exteriores brit¨¢nico, que adelant¨® su viaje a Nueva York, solemniz¨® anoche este cambio de actitud mostr¨¢ndose dispuesto a cambiar lo necesario para evitar la guerra y elogiando los aspectos constructivos de la iniciativa canadiense. Si en EE UU ya son menos del 50% los que aprueban un ataque contra Irak sin el mandato de la ONU, para Tony Blair ser¨ªa especialmente devastador conducir a su pa¨ªs a la guerra en estas circunstancias. Algo proporcionalmente parecido suceder¨ªa con Aznar.
Confrontado con la evidencia de una decisi¨®n, invadir Irak, adoptada hace mucho tiempo, pero crecientemente impopular, dentro y fuera, Washington pretende mantener abiertas sus opciones en los dos tableros. Es bueno que as¨ª sea, por lo que tiene de ¨²ltima ventana abierta a la esperanza. Por un lado, sus dirigentes reiteran que se consideran con las manos libres para atacar a Sadam, independientemente de la opini¨®n de la ONU. Por otro, ceden en sus pretensiones maximalistas de obtener un cheque en blanco del Consejo de Seguridad y vienen a aceptar su disposici¨®n a buscar una tercera v¨ªa. As¨ª, sin hipotecar definitivamente el recurso a las armas, quedar¨ªa garantizado, llegado el caso, el barniz de legalidad internacional que Washington invoca en otros ¨¢mbitos y sin el cual la superpotencia tendr¨ªa que pagar un alt¨ªsimo precio tan pronto se extinguiera el humo de la ¨²ltima batalla.
El Consejo de Seguridad ha llegado a un peligroso punto muerto, y este aparente callej¨®n sin salida da argumentos a los m¨¢s aventureros de la Administraci¨®n estadounidense. Plantear una votaci¨®n que pusiera de manifiesto el enfrentamiento irreconciliable entre sus miembros permanentes es una mala opci¨®n, porque pondr¨ªa al m¨¢ximo ¨®rgano ejecutor de la ONU en el disparadero de su misma inanidad. Y con ella, frente a la quiebra del sistema de seguridad colectiva que tolerablemente ha funcionado en el ¨²ltimo medio siglo. Por eso, hay que dar la bienvenida a cualquier posibilidad de entendimiento de las potencias en Naciones Unidas que persevere en el objetivo de desarmar a Sadam Husein sin desatar una guerra inmediata.
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