Un recorte fiscal caro y escaso
El autor cree que la reforma fiscal de Bush beneficia a un reducido segmento de la sociedad de EE UU y que no servir¨¢ para recuperar la confianza de los consumidores
El 7 de enero, el presidente Bush anunci¨® un tercer plan para estimular la econom¨ªa norteamericana a trav¨¦s de una serie de recortes impositivos. Esta propuesta aparece en una coyuntura de debilidad econ¨®mica y gran incertidumbre ante el posible conflicto con Irak. Lo preocupante del plan radica en su falta de est¨ªmulos econ¨®micos. Adem¨¢s, el precio a pagar ser¨¢ elevado, ya que generar¨¢ riesgos para la estabilidad del d¨®lar y podr¨ªa minar su hegemon¨ªa internacional.
La clave de la propuesta es la eliminaci¨®n de la imposici¨®n fiscal sobre los dividendos -un objetivo muy antiguo del Partido Republicano-. La idea principal de este recorte es terminar con la "doble imposici¨®n" sobre los beneficios empresariales.
El plan generar¨¢ riesgos para la estabilidad del d¨®lar y podr¨ªa minar su hegemon¨ªa internacional
Es muy posible que los inversores se sientan m¨¢s atra¨ªdos por mercados fuera de EE UU
Otro punto clave del plan es la aceleraci¨®n de las reformas impositivas aprobadas en el verano de 2001, introduci¨¦ndolas en 2003 en vez de entre 2004 y 2006. Entre estas medidas se encuentra la reducci¨®n inmediata del tipo marginal m¨¢ximo desde el 38,6% al 35%, el aumento de la desgravaci¨®n fiscal por hijo de 600 a 1.000 d¨®lares y la reducci¨®n de la tributaci¨®n para matrimonios.
Por ¨²ltimo, el plan recoge otras dos propuestas nuevas: el aumento del nivel de ingresos al que aplicar el tipo marginal m¨ªnimo del 10% y una transferencia de 3.600 millones de d¨®lares a los estados para financiar la formaci¨®n y recolocaci¨®n de trabajadores actualmente en paro.
Los objetivos inmediatos del plan son: incentivar la inversi¨®n mediante la supresi¨®n del impuesto sobre los dividendos, lo que en teor¨ªa podr¨ªa apoyar a la Bolsa norteamericana; potenciar el consumo privado aumentando la renta disponible de las familias, y ayudar a los parados a encontrar trabajo, lo que reducir¨ªa la tasa de desempleo (en febrero, un 5,8%, una de las tasas m¨¢s altas de los ¨²ltimos nueve a?os). El coste presupuestario, seg¨²n las estimaciones de la Administraci¨®n, ser¨¢ de casi 674.000 millones de d¨®lares en los pr¨®ximos 10 a?os, la mitad de los cuales se origina en la eliminaci¨®n del impuesto sobre los dividendos.
El anuncio del nuevo plan ha suscitado una fuerte pol¨¦mica en los EE UU. La mayor¨ªa de los grandes medios publicaron cr¨ªticas duras. La trilog¨ªa Krugman-Sachs-Stiglitz se sum¨® a la oposici¨®n del plan junto con otros nombres m¨¢s vinculados al Partido Dem¨®crata. Pero un n¨²mero importante de senadores republicanos tambi¨¦n expres¨® sus reticencias, contemplando la posibilidad de que el plan sea sometido a modificaciones importantes durante su aprobaci¨®n en el Senado.
Las cr¨ªticas principales radican en la capacidad del plan para estimular suficientemente la econom¨ªa y en sus efectos sobre la distribuci¨®n de la renta. Seg¨²n las proyecciones m¨¢s optimistas, el plan inyectar¨ªa s¨®lo un 1% del PIB en su primer a?o. Sin embargo, la mayor parte del est¨ªmulo se sentir¨ªa en la econom¨ªa a partir de abril de 2004, cuando le toca a los estadounidenses realizar su declaraci¨®n de la renta. A pesar del mito del capitalismo popular en EE UU, la mayor parte de quienes poseen acciones las tienen en fondos o planes de pensiones, ya exentos del impuesto sobre dividendos. Esto hace que el plan de Bush beneficie principalmente a un reducido segmento de la sociedad, precisamente el m¨¢s rico, sin una propensi¨®n elevada al consumo.
Seg¨²n el Brookings Institute, el 10% de los estadounidenses m¨¢s ricos recibir¨¢ el 59% de la reducci¨®n impositiva, mientras que el 60% m¨¢s pobre s¨®lo recibir¨¢ el 8%. Por su parte, el Urban Institute ha estimado que el 42% de las ganancias procedente de la eliminaci¨®n del impuesto sobre dividendos ir¨¢ al 1% de los contribuyentes m¨¢s ricos. Aunque la Administraci¨®n insiste en que el aumento medio de la renta disponible ser¨¢ de algo m¨¢s de 1.000 d¨®lares por contribuyente, el Tax Policy Center estima que aquellos contribuyentes con ingresos superiores a 316.895 d¨®lares recibir¨¢n un aumento medio de 13.243 d¨®lares en renta disponible, mientras que los que ganan s¨®lo hasta 21.350 (gran parte de la clase media-baja) recibir¨¢n unos 47 d¨®lares. Los verdaderos ricos (con ganancias superiores al mill¨®n de d¨®lares) se ahorrar¨¢n m¨¢s de 45.000 d¨®lares cada uno, seg¨²n el Brookings Institute.
Por otro lado, los estados (que por ley no pueden mantener d¨¦ficit fiscales) est¨¢n al borde de la quiebra. Despu¨¦s de perder muchos ingresos a consecuencia del estallido de la burbuja burs¨¢til y la desaceleraci¨®n econ¨®mica -y ahora obligados a gastar en los programas de seguridad interior- se enfrentan a un agujero de 60.000 millones de d¨®lares (35.000 millones s¨®lo en California). Para cumplir con la ley, los estados tendr¨¢n que aumentar este a?o sus impuestos (minando cualquier efecto estimulante del plan) o recortar gastos (aumentando posiblemente el desempleo). Una soluci¨®n ser¨ªa transferir importantes cantidades de dinero a los estados para evitar estos efectos recesivos, aunque el plan de Bush s¨®lo les proporciona 10.000 millones de d¨®lares (0,1% del PIB).
Los defensores del plan (Lawrence Lindsey, ex consejero econ¨®mico del presidente, y su sustituto, Stephen Friedman, entre otros) sostienen que generar¨¢ un importante est¨ªmulo econ¨®mico. Armados con proyecciones de crecimiento de entre el 1,5% y el 3,5% del PIB para 2003, argumentan que el recorte, que implica una inyecci¨®n del 1% del PIB, evitar¨ªa el "peor escenario" y el consiguiente aumento del desempleo. Si no se cumple ese "peor escenario", la econom¨ªa se recuperar¨¢ incluso m¨¢s r¨¢pidamente, posiblemente con un incremento del 4,5%, y la recaudaci¨®n fiscal crecer¨¢ autom¨¢ticamente, reduci¨¦ndose as¨ª parte del coste fiscal del plan.
Ojal¨¢ que as¨ª sea, pero desgraciadamente hay varios problemas en este razonamiento. Primero, como ya se?al¨¦, este 1% del PIB probablemente no repercutir¨¢ en la econom¨ªa hasta el a?o que viene. Incluso con un mecanismo para reducir las retenciones a todas las familias este a?o, el aumento mensual de la renta disponible no ser¨ªa lo suficientemente alto como para que ¨¦stas gasten m¨¢s, particularmente si recordamos que el endeudamiento familiar (hipotecario y de consumo) est¨¢ en niveles hist¨®ricamente altos despu¨¦s del boom de los noventa.
Segundo, la cifra del 1% del PIB no se refiere a una inyecci¨®n directa en la econom¨ªa, sino al coste del plan en t¨¦rminos fiscales. Dado que la propensi¨®n al consumo es bastante menor que uno -considerando que alrededor de la mitad de los recortes repercutir¨¢n sobre las familias m¨¢s ricas con una propensi¨®n al consumo incluso por debajo del promedio- es dif¨ªcil imaginar que el plan estimule significativamente al consumo m¨¢s all¨¢ del 0,25% del PIB durante 2003 y 2004. Y esto sin pensar en los efectos negativos sobre la confianza que podr¨ªa implicar una guerra con Irak. La inversi¨®n, por su parte, estancada debido a la sobrecapacidad productiva, s¨®lo reaccionar¨¢ en cuanto perciba una recuperaci¨®n fuerte del consumo.
Tambi¨¦n los defensores del plan mantienen que el recorte es equitativo y justo. Seg¨²n escribi¨® Lindsey en The New York Times, el recorte es proporcional al pago actual de impuestos. "Con la ley actual, las familias que ganan m¨¢s de 200.000 d¨®lares, que pagan el 45% del impuesto sobre la renta, recibir¨¢n el 40% del recorte. Las familias que ganan menos de 100.000 d¨®lares, que pagan ahora el 28%, recibir¨¢n el 34%".
Posiblemente este nuevo reparto ser¨¢ m¨¢s equitativo desde la perspectiva de los m¨¢s ricos. Pero las familias que ganan menos de 100.000 d¨®lares constituyen m¨¢s del 70% de los contribuyentes norteamericanos. Independientemente de la proporci¨®n de impuestos que pagan ahora -y sin entrar en el debate sobre que es justo o no-, Lindsey dice que esta gran parte de la poblaci¨®n -las clases medias y medias bajas- no recibir¨¢n m¨¢s de una tercera parte del recorte en el mejor de los casos. Si la gran mayor¨ªa no cree que el plan le va a ayudar de forma significativa, la confianza del consumidor -y con ello la inversi¨®n- tiene pocas posibilidades de recuperarse. De hecho, el nivel de confianza del consumidor, medido a trav¨¦s del ¨ªndice Conference Board, cay¨® desde 78,8 en enero hasta 64 en febrero, su valor m¨¢s bajo en casi una d¨¦cada. Valores tan bajos s¨®lo han sido alcanzados anteriormente en ¨¦pocas de recesi¨®n.
Adem¨¢s de ser un plan poco estimulante con efectos equitativos dudosos, tiene un precio fiscal relativamente alto y es un riesgo para el d¨®lar. Sin contar con el nuevo plan ni con los posibles costes de una guerra, el d¨¦ficit fiscal de este a?o se acercar¨¢ al 3% del PIB y posiblemente al 4% el a?o pr¨®ximo. Incluso si tiene alg¨²n efecto estimulante, es probable que el d¨¦ficit aumente a¨²n m¨¢s.
Hist¨®ricamente, este nivel de d¨¦ficit no ha supuesto mayores problemas para EE UU, al menos en el corto plazo. Pero con el actual d¨¦ficit por cuenta corriente, ya un nivel hist¨®rico (5% del PIB y con perspectivas de seguir creciendo), un fuerte incremento en el d¨¦ficit p¨²blico amenaza al tipo de cambio del d¨®lar, que ya sufre la incertidumbre generalizada y la prima de riesgo de un posible conflicto con Irak. Aunque una depreciaci¨®n del d¨®lar podr¨ªa ayudar al sector manufacturero, tendr¨ªa efectos contrarios sobre el mercado burs¨¢til, clave en la estrategia de Bush para mejorar la confianza econ¨®mica.
El euro ya ha empezado a mostrarse como una moneda de refugio alternativa. Sin embargo, con este plan es muy posible que los inversores internacionales empiecen a sentirse m¨¢s atra¨ªdos por mercados fuera de EE UU. El dilema actual de Bush es que un plan de recortes impositivos que no contribuya significativamente a la recuperaci¨®n del consumo y de la inversi¨®n podr¨ªa comenzar a minar la hegemon¨ªa del d¨®lar en la econom¨ªa mundial.
Este cambio hacia una bi-hegemon¨ªa ya est¨¢ en marcha, aunque todav¨ªa progresa lentamente. Una pol¨ªtica fiscal cara, pero de escaso impacto, podr¨ªa acelerar este proceso. S¨®lo podemos esperar que la sabidur¨ªa del Senado estadounidense har¨¢ que el plan se modifique para canalizar la gran parte de sus beneficios hacia los estados y la mayor parte de la poblaci¨®n.
Paul Isbell es investigador principal para econom¨ªa y comercio internacional del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos.
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