Los medios y la guerra
Los medios no nos cuentan la realidad, la producen. Este aforismo se transforma en tiempos de conflicto b¨¦lico en principio de supervivencia. La t¨ªmida sentencia exculpatoria de que la verdad es siempre v¨ªctima de la guerra se ha convertido hoy en el ejercio de la falsificaci¨®n leg¨ªtima que teoriz¨® Pierre Bourdieu: no se trata s¨®lo de componer los hechos de acuerdo con nuestros intereses, sino de fabricar un producto informativo que haga de nuestra opci¨®n y de sus objetivos la ¨²nica realidad justa y necesaria. El espacio donde tiene lugar esa fabricaci¨®n es el de la opini¨®n p¨²blica y sus grandes agentes son los medios de comunicaci¨®n. Por ello el territorio de la opini¨®n es el campo de batalla donde se libran en primer lugar todas las guerras y el resultado de la contienda ideol¨®gica es el que decide en ¨²ltima instancia la condici¨®n futura de vencedores y vencidos. El clan Bush y la facci¨®n de la extrema derecha norteamericana en que se apoya, han decidido utilizar el 11-S, la parafernalia de la lucha antiterrorista, el desmontaje de los Estados chorizos y la apelaci¨®n al nacionalismo popular y religioso para imponer su pol¨ªtica de la guerra -con la guerra permanente y las guerras preventivas, pero siempre dirigidas como se?ala Emmanuel Todd, contra presas f¨¢ciles y productivas, no contra potencias con capacidad de resistencia- y a trav¨¦s suyo consolidar su dominaci¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica (armas y petr¨®leo) durante el primer tercio del siglo XXI.
La mezcla de mesianismo fundamentalista USA -la cruzada contra el eje del mal- y de moral ultranacional por una parte, y la primac¨ªa absoluta de la especulaci¨®n brutal y del enriquecimiento por todos los medios -que han encontrado en las pr¨¢cticas de Enron y de World Com y en las operaciones de Soros su ilustraci¨®n paradigm¨¢tica- se ha constituido en la estructura axiol¨®gica fundamental de los promotores de esta guerra que ha suscitado un tan un¨¢nime rechazo. Para neutralizarlo e invertir una opini¨®n p¨²blica tan adversa, sus defensores presentan dos series de argumentos: en primer lugar nuestra ingratitud hacia Estados Unidos que desde la ¨²ltima guerra mundial ha venido permanentemente a salvarnos -alegando los 50.000 muertos de 1942 a 1945 pero olvidando que entra en la guerra despu¨¦s de verse atacada en Pearl Harbour, y que en el recuento de v¨ªctimas, Rusia es la supercampeona- y sobre todo ignorando las sustanciales contrapartidas de las intervenciones norteamericanas en Europa; y en segundo t¨¦rmino, el riesgo que supone para el mundo, para Europa y para Naciones Unidas el negarse a acompa?ar a Estados Unidos en su guerra contra Irak. M¨¢s all¨¢ de la inconsistencia de que Sadam Husein representa hoy un peligro total e inmediato para la comunidad mundial; pero lo realmente escandoloso, es pretender que los europeos que insisten en la v¨ªa de la legalidad son quienes ponen gravemente en peligro la construcci¨®n europea no quienes se alinean sistem¨¢ticamente con los intereses extraeuropeos.
?Hace falta recodar que la Europa real e institucional se ha construido en base al modelo europeo de sociedad, con la paz y el derecho como ejes, y a caballo de la pareja francoalemana? ?Cabe mayor cinismo que argumentar que Europa al distanciarse de Estados Unidos en el tema de la guerra pone en peligro la ONU cuando el boicot norteamericano a Naciones Unidas -neg¨¢ndose a pagar su contribuci¨®n, abandonando la organizaci¨®n, etc¨¦tera- ha sido constante y sus menosprecios y agresiones han sido permanentes? ?C¨®mo se puede sostener que con la guerra salvaremos a la ONU, cuando por primera vez existe una opini¨®n p¨²blica mundial, t¨ªmida en cuanto a los Gobiernos pero abrumadora en cuanto a los pueblos, que pide un¨¢nimemente paz, no s¨®lo en las manifestaciones en la calle, sino en las encuestas y en los estudios cualitativos de opini¨®n?
Devolver la autoridad moral y la responsabilidad pol¨ªtica a las Naciones Unidas es capital en un momento en el que la primera potencia del mundo se enclaustra en el m¨¢s feroz imperialismo neg¨¢ndose a aceptar cualquier compromiso internacional -en medio ambiente, derechos humanos, limitaci¨®n en el uso de armas, protecci¨®n a la infancia, lucha contra la criminalidad, responsabilidad penal, etc¨¦tera- que pueda limitar su arbitrariedad y omnipotencia. Que la ONU diga no a la guerra es lo ¨²nico que pueda salvar a la comunidad mundial de naciones y a la solidaridad de los pueblos.
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