La palabra clara
Comparto con Labordeta muchas cosas: desde el recuerdo a la poes¨ªa de su hermano Miguel ("?por qu¨¦ a escondidas escribes en los muros?") hasta el est¨ªmulo a su hija actriz; y no s¨¦ qu¨¦ bronca emoci¨®n en sus cantos casi jotas; y su soledad de diputado. Comparto, de pronto, sus tacos feroces en la sacrosanta tribuna del Congreso, tan deshonrada por otros tenorinos del eje de la estulticia; alegra o¨ªr hablar claro. Contaba lo suyo, y lo de otros muchos, con el derecho fugaz a usar la palabra, y desde las filas del PP, tan obedientes y contagiosas, sonaban carcajadas, batir de pupitres, insultos, alusiones jocosas. "Co?o, a ver si no puede uno hablar aqu¨ª. A la mierda, joder", dijo el poeta. Con resonancias de vieja jota ("No tir¨¦is piedras, cobardes / que el tirar es cobard¨ªa..."). Ayer lo publicaban todos los peri¨®dicos, y supongo que para su desprestigio, y suena en cambio con la sinceridad de hartazgo, cansancio, no aguantar m¨¢s la chuler¨ªa se?orita de los mismos que gritaron de alegr¨ªa cuando ganaron la votaci¨®n para la guerra de otro. Me son¨® igual de digno y valeroso un grito lejano, el de la madre del asesinado por ETA y despreciada por Arzalluz -?qu¨¦ tipo!- gritando al fantasm¨®n: "Todav¨ªa no ha nacido el que me impida decir lo que tengo ganas de decir".
Desgraciadamente, han nacido muchos de los que acallan. En Estados Unidos parece que ha empezado la "caza de brujas", la expresi¨®n en torno al fascismo que condujo el senador McCarthy y que se ceb¨® en los intelectuales y sobre todo en Hollywood: ya hay listas negras de actores que no van a ser contratados por oponerse a la guerra. Son "antipatriotas", dicen los que se ponen las insignias m¨¢s grandes de la bandera en la solapa: puede haber alg¨²n patriotismo limpio, pero conviene alejarse del que se pone la bandera en la solapa o en el centro de su ciudad. Quiz¨¢ Almod¨®var pierda un Oscar; est¨¢ m¨¢s all¨¢ de esa cuesti¨®n.
Aqu¨ª no ha dejado de practicarse nunca. Ahora, con el antiterrorismo, se va repitiendo lo que fue la caza de brujas del anticomunismo. Ya sabemos, desde que empez¨® este periodo negro, que a muchos les ha costado el puesto, el ostracismo, s¨®lo por no estar de acuerdo con el partido que se burla de Labordeta. Esos que ponen caras, hacen muecas, fingen que se tronchan cuando hablan los diputados distintos: para que los vea su jefe. Ojal¨¢ tuvieran la hombr¨ªa de bien de Labordeta.
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