Fuego, apunten, preparados
Fui a la conferencia de prensa ofrecida el pasado jueves por el presidente Bush en la Casa Blanca para ver c¨®mo lidiaba con la trascendental cuesti¨®n de Irak. Una de las frases que pronunci¨® captaba todo lo que me preocupa sobre su planteamiento. Fue cuando dijo: "En lo que respecta a nuestra seguridad, realmente no necesitamos el permiso de nadie". Lo primero que me inquiet¨® fue la frase "en lo que respecta a nuestra seguridad...". Hecho: hoy en d¨ªa la invasi¨®n de Irak no es vital para la seguridad estadounidense. Sadam Husein no tiene ni la intenci¨®n ni la capacidad de amenazar a Estados Unidos, y ser¨ªa f¨¢cil disuadirlo si la tuviera.
?sta no es una guerra necesaria. Afganist¨¢n s¨ª lo era. La de Irak es una guerra libremente elegida, una elecci¨®n leg¨ªtima para mantener la credibilidad de la ONU, a la que Sadam lleva 12 a?os desafiando, y para destruir la tiran¨ªa de ¨¦ste y sustituirla por un r¨¦gimen decente que pudiera llevar la reforma al mundo ¨¢rabe / musulm¨¢n. ?sa es la verdadera causa. El problema que el presidente Bush tiene con los detractores leg¨ªtimos de esta guerra se deriva de su continua exageraci¨®n de este argumento. Cuando Bush toma una guerra libremente elegida y la convierte en una guerra necesaria, lo normal es que la gente se pregunte: "?Qu¨¦ pasa aqu¨ª? Nos est¨¢n empujando. La verdadera raz¨®n debe de ser su padre, o el petr¨®leo, o alguna ideolog¨ªa de derechas".
?sta no es una guerra necesaria. Afganist¨¢n s¨ª lo era. La de Irak es una guerra elegida
Y eso nos lleva a la segunda frase: "Realmente, no necesitamos el permiso de nadie". Para una guerra obligatoria contra los terroristas del 11-S que se albergaban en Kabul, insisto, no necesit¨¢bamos el permiso de nadie. Pero para una guerra libremente elegida contra Irak necesitamos el permiso del mundo; por lo que costar¨ªa reconstruir Irak. Bush habla s¨®lo de por qu¨¦ est¨¢ bien desmantelar un Irak malo, no de cu¨¢nto constar¨¢ reconstruir decentemente Irak, un territorio lejano, del tama?o de California, dividido como Yugoslavia. Creo que podemos ayudar a construir un Irak decente, pero no solos. Si estamos solos, se convertir¨¢ en una ocupaci¨®n estadounidense y nos constituir¨¢ en blanco de la frustraci¨®n general. Y solos, los estadounidenses no tendremos la paciencia, los recursos humanos o la energ¨ªa necesarios para levantar un pa¨ªs, lo cual no es un sprint, sino un marat¨®n. Bush se queja de que el mundo le exige a Estados Unidos que juegue al "?Da su permiso, mi capit¨¢n?" en lo que respecta a Irak, y ¨¦l no le va a pedir permiso a nadie. Pero con respecto a Irak la pregunta pertinente no es "?Da su permiso, mi capit¨¢n?", sino "?Puedo, capit¨¢n?": ?puedo hacerlo bien sin aliados? No.
As¨ª que aqu¨ª es donde nos encontramos. El cambio de r¨¦gimen en Irak es una decisi¨®n adecuada para Irak, para Oriente Pr¨®ximo y para el mundo. Bush tiene raz¨®n a ese respecto. Pero por ahora esa decisi¨®n podr¨ªa ser demasiado dif¨ªcil de vender. Si en estos momentos el presidente no puede hacer que la guerra que ¨¦l ha elegido sea la que elija el mundo, tenemos que reconsiderar nuestras opciones y nuestras t¨¢cticas. Porque si Bush act¨²a unilateralmente, me temo que EE UU no s¨®lo perder¨¢ la oportunidad de construir un Irak decente, sino algo m¨¢s importante: su propia eficacia como l¨ªder estrat¨¦gico y moral del mundo libre.
Una an¨¦cdota. En 1945, el rey Abdul Aziz Ibn Saud de Arabia Saud¨ª se reuni¨® con el presidente Franklin D. Roosevelt en un barco en el canal de Suez. Antes de acceder a reunirse con Roosevelt, el rey Abdul Aziz, beduino de coraz¨®n, plante¨® a sus asesores dos preguntas sobre el presidente de EE UU: "D¨ªganme: ?cree en Dios? y ?tienen colonias?". Lo que realmente estaba preguntando el rey saud¨ª era: ?c¨®mo utilizan estos estadounidenses su enorme poder? ?Como los europeos, persiguiendo sus intereses, colonias y un imperio, o en nombre de valores m¨¢s altos?
?sta sigue siendo la cuesti¨®n m¨¢s importante para la seguridad nacional estadounidense. El mundo no quiere ser dirigido por c¨ªnicos como el ministro franc¨¦s de Asuntos Exteriores y su jefe. Pero tampoco quiere ser dirigido por un Estados Unidos cuyo Congreso est¨¢ tan traumatizado por el 11-S que no puede pensar con claridad, y por un presidente ideol¨®gicamente empe?ado en declarar la guerra a Irak, sin importar el precio, el apoyo o las perspectivas de un desenlace decente. Pero, dejando aparte Francia, el mundo sigue estando dispuesto a ser liderado por un Estados Unidos un poco m¨¢s humilde, que escuche un poco m¨¢s y que est¨¦ un poco m¨¢s dispuesto a preguntar a sus aliados c¨®mo se puede solucionar este asunto, y cu¨¢nto tiempo necesitan para ver si las inspecciones funcionan y apoyar el uso de la fuerza en caso contrario. Piensen en Franklin Delano Roosevelt. Acababa de ganar la II Guerra Mundial. Estados Unidos estaba en la cumbre de su poder. No necesitaba el permiso de nadie para nada. Pero, de regreso de Yalta, confinado a una silla de ruedas, F. D. R. viaj¨® a Oriente Pr¨®ximo para presentar sus respetos y reunirse con los dirigentes de Etiop¨ªa, Egipto y Arabia Saud¨ª. ?Por qu¨¦? Porque sab¨ªa que no los necesitaba para ganar la guerra, sino para ganar la paz.
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