En el Palacio final
Aceptamos que existen casus belli leg¨ªtimos: actos o situaciones que "provocan o justifican la guerra". El debate actual parece descentrado y algo irreal porque Estados Unidos y Gran Breta?a se disponen a comenzar la guerra por un nuevo tipo de razones (en parte a¨²n sin revelar), al tiempo que siguen aportando las de viejo tipo (que, en este caso, no resultan coherentes o incluso se superponen). Estos nuevos casus belli son una reacci¨®n al hecho de haber comprendido, acertadamente, que hemos entrado en una nueva fase de la historia. El inminente ataque a Irak ser¨¢ quiz¨¢ la ¨²ltima guerra de la sucesi¨®n otomana; desde luego, ser¨¢ la primera guerra de la era de la proliferaci¨®n, la proliferaci¨®n de las armas de destrucci¨®n masiva (ADM). Otro factor que influye en esos nuevos casus belli es el 11 de septiembre.
El 11 de septiembre nos dej¨® un planeta que a duras penas reconocemos. En cierto sentido, sac¨® al descubierto lo que ya exist¨ªa, pr¨¢cticamente inadvertido, desde la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica: la hegemon¨ªa sin precedentes de una sola potencia. Tambi¨¦n revel¨® el odio hist¨®rico y cada vez m¨¢s activo que suscita dicho poder en el mundo isl¨¢mico, en el que el antisionismo y el antisemitismo est¨¢n exacerbados por la relaci¨®n de Estados Unidos con Israel, una relaci¨®n que muchas personas de Occidente, incluido este autor, consideran antinatural. Adem¨¢s, como todos los "actos terroristas" (que podemos definir, de forma sencilla y objetiva, como la violencia organizada contra la poblaci¨®n civil), el 11 de septiembre fue una agresi¨®n al sentido moral: hemos visto c¨®mo ¨¦ste disminu¨ªa de forma generalizada. ?Qui¨¦n pensaba, el 10 de septiembre, que en Navidad estar¨ªa leyendo editoriales totalmente serios en The Herald Tribune sobre los pros y los contras del uso de la tortura con los "combatientes enemigos" capturados? ?Qui¨¦n esperaba que Gran Breta?a fuera a renunciar a la doctrina de no ser los primeros en usar armas nucleares? El terrorismo debilita el sentido moral. Y despu¨¦s debilita la raz¨®n.
Osama Bin Laden es un tipo humano identificable, pero a una escala desconocida. Es un agitador inmenso, un perturbador gigantesco. No hay m¨¢s que ver c¨®mo nos ha sacudido, tanto en el coraz¨®n como en la cabeza. Podr¨ªa decirse que el 11 de septiembre Estados Unidos recibi¨® la visita de algo muy extra?o e incre¨ªblemente radical. Un tipo totalmente nuevo de enemigo para el que la muerte no es muerte ni la vida es vida, sino una fantas¨ªa, una escala, nada m¨¢s que "esa cosa llamada mundo". No pod¨ªa esperarse que una sacudida de tales dimensiones en la historia del mundo, que seguir¨¢ reverberando durante siglos, fuera a absorberse sin problemas. Ahora bien, existe la sospecha de que Estados Unidos no est¨¢ comport¨¢ndose de forma racional; est¨¢ mostrando una conducta propia de alguien que todav¨ªa sufre los efectos de la conmoci¨®n.
La noci¨®n del "eje del mal" tiene un origen interesante. En los primeros borradores del discurso del presidente, el "eje del mal" era el "eje del odio"; se hab¨ªa decidido emplear "eje" por sus connotaciones relacionadas con el enemigo en la II Guerra Mundial. El "eje del odio", entonces, estaba formado s¨®lo por dos pa¨ªses, Ir¨¢n e Irak, mientras que el Eje original, por supuesto, estaba formado por tres (Alemania, Italia y Jap¨®n). Adem¨¢s se vio que tanto Ir¨¢n como Irak, aunque no eran ¨¢rabes los dos, s¨ª eran ambos musulmanes, de forma que se incluy¨® Corea del Norte.
En este c¨²mulo de desprop¨®sitos quiz¨¢ se advierta que, mientras que el Eje era una alianza, Ir¨¢n e Irak son enemigos mortales y el pa¨ªs zombie de Corea del Norte, en realidad, est¨¢ t¨¢n avergonzado de s¨ª mismo que apenas se atreve a dar la cara. Aun as¨ª, iba a ser "eje del odio", hasta que se pas¨® al "eje del mal". El "eje del mal" recordaba el "imperio del mal" de Reagan. Era m¨¢s aliterativo. Y, seg¨²n el presidente Bush, era "m¨¢s teol¨®gico".
?ste es un aspecto fundamental. ?Por qu¨¦, en nuestro delirio actual de fe y miedo, querr¨ªa Bush que las cosas fueran m¨¢s teol¨®gicas, y no menos? La respuesta est¨¢ muy clara, en t¨¦rminos humanos: hablando en plata, hace que se sienta m¨¢s a gusto con su nulidad intelectual. Quiere que la geopol¨ªtica dependa menos del intelecto y m¨¢s del instinto y las creencias, porque sabe que de esto ¨²ltimo s¨ª tiene. Pi¨¦nsese, por ejemplo, en la an¨¦cdota que relata Bob Woodward: cuando le pregunt¨® a Bush por Corea del Norte, el presidente salt¨® y exclam¨®: "?Odio a Kim Jong Il!", para explicar a continuaci¨®n que su odio era una cuesti¨®n de instinto y a?adir, al parecer gratamente sorprendido, que quiz¨¢ ten¨ªa que ver tambi¨¦n con la religi¨®n. Ocurra lo que ocurra, podemos confiar con seguridad en que Bush va a acentuar el aspecto religioso, va a ser m¨¢s teol¨®gico.
Despu¨¦s, cuando la figura dormida y son¨¢mbula de Kim Jong Il lanz¨® su guante nuclear, pareci¨® que el lema o la idea pol¨ªtica del "eje del mal" se derrumbaba, porque Corea del Norte estaba mucho m¨¢s pr¨®xima a adquirir las ADM cruciales, los dispositivos nucleares utilizables, que Irak o Ir¨¢n. Sin embargo, se explic¨® que el asunto de Corea del Norte era una molestia diplom¨¢tica, mientras que el hecho de que Irak no se desarmara era una "crisis". La raz¨®n era de tipo estrat¨¦gico: incluso aunque no tuviera ADM, Corea del Norte podr¨ªa causar un mill¨®n de bajas a su vecino del sur y arrasar Se¨²l. Irak no ser¨ªa capaz de nada semejante, as¨ª que ser¨ªa posible atacarlo. Corea del Norte s¨ª ser¨ªa capaz, as¨ª que no se le pod¨ªa atacar. Los imponderables de la era de la proliferaci¨®n empezaban a hacerse ponderables o, al menos, visibles. Cuando una naci¨®n ha conseguido llevar a cabo la arriesgada y nauseabunda labor de adquisici¨®n, se convierte en un pa¨ªs inatacable.
Todos los presidentes de Estados Unidos -en realidad, todos los candidatos presidenciales- tienen que ser religiosos, o fingir que lo son. M¨¢s en concreto, tienen que mostrar su adhesi¨®n al cristianismo renacido, el m¨ªnimo com¨²n denominador de los distintos credos estadounidenses. Bush, con sus oraciones matinales semiobligatorias y ese tipo de cosas, no finge ser religioso: "el buen Dios, base de toda la vida y toda la historia"; "el don de la libertad que el Todopoderoso ha ofrecido al mundo"; "que ?l nos gu¨ªe en este momento"; "mi aceptaci¨®n de Cristo"; son palabras pronunciadas por Bush, que ha dicho (en el lenguaje en clave de la experiencia de la revelaci¨®n personal propia de un renacido) que "es una parte integral de mi vida". Y de la nuestra tambi¨¦n, en el Nuevo Siglo Americano.
Uno de los objetos que se exponen en la mezquita de Umm al Maarik, en el centro de Bagdad, es un ejemplar del Cor¨¢n escrito con la sangre del propio Sadam Husein (don¨® 24 li-
ros a lo largo de tres a?os). Pero ¨¦sta es s¨®lo una m¨¢s -la m¨¢s espectacular- de las concesiones peri¨®dicas que hace a los mul¨¢s. En realidad, toda su vida ha sido secular, un "infiel", seg¨²n Bin Laden. Aunque en Capitol Hill (la sede del Congreso estadounidense) no hay ninguna Biblia escrita con la sangre de George Bush, estamos obligados a reconocer que Bush es m¨¢s religioso que Sadam: en este aspecto es el m¨¢s primitivo de los dos presidentes, desde el punto de vista psicol¨®gico. Se habla de la brillante "tejanizaci¨®n" del Partido Republicano. ?Y acaso no se parece Tejas, a veces, a un pa¨ªs como Arabia Saud¨ª, con su enorme calor, su riqueza petrol¨ªfera, sus lugares de culto abarrotados y sus ejecuciones semanales?
La vinculaci¨®n del Gobierno actual con la Derecha Cristiana desemboca tambi¨¦n, por una extra?a v¨ªa, en un mayor fortalecimiento del lobby israel¨ª. Aunque resulte incre¨ªble, la doctrina de los renacidos insiste en que hay que apoyar ciegamente a Israel, no porque sea la ¨²nica semidemocracia que hay en la regi¨®n, sino porque est¨¢ previsto que acoja al Segundo Advenimiento.
Se supone que el Apocalipsis, con la batalla de Armageddon, se producir¨¢ cerca de la colina de Meguido (donde, hace unos meses, un autob¨²s israel¨ª sufri¨® un atentado suicida a manos de otro tipo de creyente). El ¨¦xtasis, la tribulaci¨®n, la derrota del Anticristo: no est¨¢ claro si Bush se traga todas estas patra?as (aunque Reagan se las tragaba enteras). V. S. Naipaul ha definido el impulso religioso como la incapacidad de "contemplar al hombre como hombre", responsable de s¨ª mismo y sin la protecci¨®n de un poder superior. Podemos considerarlo una debilidad; el peligro es que Bush lo considera un rasgo de fortaleza.
Basta con examinar superficialmente el car¨¢cter de Sadam para comprender que nunca se desarmar¨¢ por completo, como tampoco le gustar¨ªa regresar a su infancia y caminar, descalzo y semidesnudo, por las calles de Tikrit. Ya mostr¨® desde el principio el camino que iba a seguir cuando, en 1991, nombr¨® a Qusay, su hijo menor (y menos salvaje), presidente del Comit¨¦ de Operaciones de Ocultaci¨®n. Se prev¨¦ que el ataque a Irak le costar¨¢ a Estados Unidos el 0,5% de su PIB; las guerras de Sadam y las sanciones posteriores le han costado a Irak aproximadamente 20 a?os de PIB, seg¨²n The Economist. ?sas son sus prioridades. En contra de lo que suele creerse, Sadam ha tenido la posibilidad de aliviar el empobrecimiento de su pueblo. Sin embargo, ha establecido un modelo de paranoia, gansterismo y cleptoman¨ªa cr¨®nica. El hijo mayor, el incre¨ªble Uday -seguramente el hombre m¨¢s rico de Irak-, se ha acostumbrado a vender los suministros m¨¦dicos enviados por la ONU e incluso partidas de leche por el puro beneficio monetario.
Es importante recordar que Sadam, pese a su afici¨®n a las medallas y los uniformes de camuflaje (y a dirigir personalmente sus ej¨¦rcitos, con p¨¦simos resultados), nunca fue militar. Ascendi¨® en el destacamento de tortura en los a?os sesenta, cre¨® la polic¨ªa secreta del Baaz, Jihaz Haneen (el "instrumento de deseo"), y se asent¨® en el Qasr al Nihayah ("el Palacio final"), tal vez el destino m¨¢s temido en Irak hasta su demolici¨®n, tras un intento de golpe de Estado del inquisidor jefe, Nadhim Kazzar, en 1973.
Los a?os de experiencia personal de Sadam en las mazmorras le diferencian de los dem¨¢s grandes dictadores del siglo XX, que no eran muy aficionados, en ning¨²n caso, a "mojarse las manos". Esa afici¨®n ha inspirado las costumbres de su r¨¦gimen, esa intimidad negativa y fascinada con el cuerpo humano y el conocimiento experto sobre el dolor. Tambi¨¦n impresiona ver con qu¨¦ frecuencia los aparatos de Sadam han usado el amor familiar como otro instrumento m¨¢s de tortura. Desde la perspectiva moral, al llegar ah¨ª, una persona entra decididamente en el palacio final cuando un interrogador encierra a su hijo en un saco lleno de gatos hambrientos.
Antes dec¨ªa que los objetivos b¨¦licos de Estados Unidos permanecen ocultos, en parte. La respuesta clara a la pregunta de por qu¨¦ ahora ser¨ªa la mezcla habitual, algo as¨ª como: a) para impedir que Sadam siga adquiriendo m¨¢s ADM; b) llega a tiempo para las pr¨®ximas elecciones, y c) antes de que haga demasiado calor. Sin esta guerra, Bush es un fanfarr¨®n que s¨®lo durar¨ªa un mandato, alguien que escucha a su consejero pol¨ªtico, Ken Rove, al menos con tanta atenci¨®n como a Donald Rumsfeld. Me temo que hay otro motivo, elaborado en grupos de trabajo y desayunos de oraci¨®n, de tipo visionario. Han visto que gran parte de la riqueza del mundo est¨¢ en manos de un grupo de reg¨ªmenes corruptos, ignorantes y, sobre todo, indefensos. La guerra, en su opini¨®n, no ser¨¢ tanto para apoderarse del petr¨®leo, sino una ramificaci¨®n natural del poder puro: el destino manifiesto, sacado a la luz, por el bien de todos.
Tony Blair debi¨® de saber que la guerra era inevitable hace m¨¢s de un a?o, cuando Bush empez¨® a hablar con una frivolidad vulgar de "eliminar a Sadam". En el pasado, Blair se ha mostrado sistem¨¢ticamente estricto con la cuesti¨®n iraqu¨ª, igual que Francia ha sido sistem¨¢ticamente indulgente, por motivos corruptos (ya a mediados de los setenta se conoc¨ªa a Jacques Chirac como Monsieur Irak). Desde un punto de vista m¨¢s general, quiz¨¢ piense que los intereses brit¨¢nicos salen m¨¢s beneficiados si el pa¨ªs contin¨²a a lomos del elefante estadounidense, al mismo tiempo que anuncia su emancipaci¨®n de la influencia de Europa; y que el aislamiento total de Washington s¨®lo servir¨ªa para avivar el fuego interno de Bush, compuesto de inseguridad y mesianismo.
Hay dos reglas de la guerra que todav¨ªa no ha anulado el nuevo orden mundial. La primera es que la naci¨®n beligerante debe estar muy segura de que sus acciones van a mejorar la situaci¨®n; la segunda, que la naci¨®n beligerante debe estar m¨¢s o menos segura de que sus acciones no la van a empeorar. Tal vez Estados Unidos pueda afirmar que cumple la primera regla (aun reconociendo que la mejora tal vez sea s¨®lo local y a corto plazo). Pero no satisface, ni de lejos, la segunda.
Nos encontramos ante un caleidoscopio de posibilidades terribles: un ataque con ADM contra Israel y una respuesta con ADM (posiblemente nucleares); guerras civiles, o incluso tribales, en Irak y otros lugares, acompa?adas de todo tipo de desastres humanos; revoluciones fundamentalistas en Egipto y Jordania; e inevitablemente, una generaci¨®n m¨¢s de terrorismo a manos del islam militante. Mientras tanto, el sentido com¨²n asegura que una versi¨®n ampliada del acuerdo actual (inspectores, supervisores, total exposici¨®n ante la opini¨®n mundial) es bastante para contener y emascular a Sadam hasta que se acumule la presi¨®n suficiente para un golpe de Estado, y que la "guerra contra el terrorismo" no puede comenzar m¨¢s que desmantelando los asentamientos israel¨ªes en los territorios ocupados.
Pero ya se ha tomado el impulso necesario, y el primer desastre humano ser¨¢, por supuesto, la propia guerra.
"Oh, pueblo de Irak... Dios sabe que os desnudar¨¦ como corteza, os atar¨¦ como un mont¨®n de ramas, os golpear¨¦ como a un camello desobediente... Dios sabe que lo que prometo, lo cumplo; lo que me propongo, lo logro, y lo que mido, lo corto".
Es f¨¢cil imaginar a Sadam murmurando estas palabras cuando tom¨® posesi¨®n de la presidencia en 1979. Nos da cansancio y verg¨¹enza o¨ªrlas en boca de nuestros propios dirigentes, en distintas formas: un eco de Al Hadjadj, el gobernador reci¨¦n llegado a Irak, en el a?o 694. Y lo que midi¨®, lo cort¨®.
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