Guerra y religi¨®n
En The Washington Post del pasado 2 de febrero se informaba de la inminente aparici¨®n de un libro, potencial e inevitable best seller, que lleva el tranquilizador t¨ªtulo de Armaged¨®n. Sus autores, el evangelista Tim LaHaye y el escritor Jerry Jenkins, tienen ya experiencia en novelar historias de personajes corrientes en el contexto del Apocalipsis y patrocinan una colecci¨®n de libros -la serie Left Behind- dedicada exclusivamente a esta literatura. Hasta aqu¨ª nada anormal, en este mundo tiene que haber de todo. Lo que s¨ª resulta de lo m¨¢s turbador, sin embargo, es que los once t¨ªtulos aparecidos hasta ahora en dicha colecci¨®n han vendido la friolera de ?35 millones de ejemplares! (s¨ª, han le¨ªdo bien). Y el pr¨®ximo se presenta como un ¨¦xito a¨²n m¨¢s eficaz porque tiene la virtud de ubicar el Apocalipsis en la pr¨®xima guerra de Irak (seguramente coincida, adem¨¢s, con ella: aparecer¨¢ en las librer¨ªas el 5 de abril).
Puede que no sea m¨¢s que una an¨¦cdota, pero muestra bien a las claras c¨®mo el fundamentalismo cristiano penetra en casi todos los poros de la sociedad americana. Tambi¨¦n, desde luego, en la misma Administraci¨®n de Bush, verdadera correa de transmisi¨®n de las convicciones de extrema derecha de dicho pa¨ªs, dividida entre los "Neocons" o "neoconservadores laicos" y los "Theocons" o "conservadores religiosos". A partir de los acontecimientos del 11 de Septiembre se ha producido una aut¨¦ntica renovaci¨®n del discurso religioso en los asuntos pol¨ªticos que no deja de ser preocupante. Recordemos las constantes referencias a la Biblia en las primeras apariciones de Bush despu¨¦s de los atentados, la posterior e incre¨ªble utilizaci¨®n de expresiones tales como "cruzada", "eje del mal", "misi¨®n", el ejercicio de una respuesta al terrorismo en nombre de una "justicia infinita" y destinado a lograr una escatol¨®gica "lucha final entre el bien y el mal"; o la propia definici¨®n que de s¨ª mismos ofrecen Bush y Ashcroft como "cristianos renacidos". Todo parece indicar que se busca confrontar el desaf¨ªo del terrorismo isl¨¢mico radical con valores cristianos no menos radicales y asociados a un patriotismo que no es tampoco ajeno a una interpretaci¨®n religiosa. Los Estados Unidos son interpretados por muchos como "el pa¨ªs de Dios" (Gods own country) y la "¨²ltima y mejor esperanza sobre la tierra", que dir¨ªa Lincoln. Obs¨¦rvese que las insistentes intervenciones del Papa bien pueden leerse en clave totalmente opuesta: no puede justificar la guerra desde una perspectiva cristiana.
Aunque la mayor¨ªa de estas expresiones est¨¦n dirigidas al consumo interno y seguramente sirvan para encubrir los intereses m¨¢s banales de la Realpolitik de toda la vida, es un claro s¨ªntoma de que all¨ª comienza a desarrollarse un discurso distinto del que est¨¢ presente en la mayor¨ªa de los pa¨ªses occidentales. Cuando todos pens¨¢bamos que la privatizaci¨®n de la religi¨®n era ya algo irreversible en Occidente, nos encontramos ahora con la sorpresa de que ha aprovechado esta nueva coyuntura para hacer acto de presencia p¨²blica. (Algo a lo que, por cierto, se ha sumado tambi¨¦n entusi¨¢sticamente nuestro propio Gobierno con su abrumadora potenciaci¨®n del "hecho religioso" como alternativa (?) a la Religi¨®n). En el actual enfrentamiento dentro de Occidente en torno a la crisis de Irak hay tambi¨¦n un conflicto entre las dos grandes almas de nuestra propia tradici¨®n. Una ser¨ªa la m¨¢s conservadora y esencialista, dirigida a resaltar "nuestra diferencia" a partir de las propias tradiciones religiosas y que, al modo hobbesiano, aboga por una prioridad de la seguridad y el mantenimiento de la propia identidad particularista mediante la defensa de nuestros "intereses de civilizaci¨®n". Y la otra, m¨¢s ilustrada, kantiana, secular, c¨ªvica y universalista, que sigue afirmando la necesidad de tender puentes hacia otras culturas y modos de vida y hacer de la promoci¨®n activa de los derechos humanos, la libertad y la paz el pilar b¨¢sico sobre el que construir un nuevo orden de convivencia internacional. Como puede observarse, lo que aqu¨ª est¨¢ en juego es algo m¨¢s que los fundamentos del actual sistema del derecho internacional, es tambi¨¦n nuestra propia autodefinici¨®n como sociedad, que ha abierto un nuevo choque de identidades interno.
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