Occidente pierde al principal valedor de la pol¨ªtica reformista en Serbia
La pugna de Djindjic con Kostunica marc¨® la pol¨ªtica serbia tras la ca¨ªda de Milosevic en 2000
Con la muerte del primer ministro de Serbia, Zoran Djindjic, Europa pierde a su principal valedor en plena consolidaci¨®n del nuevo Estado de Serbia y Montenegro. Djindjic, un pol¨ªtico vers¨¢til y pragm¨¢tico, de corte occidental, no logr¨® conectar con la llamada Serbia profunda. Art¨ªfice del acoso y derribo al r¨¦gimen de Slobodan Milosevic, Djindjic fue capaz de subordinar sus ansias de poder y presentar al nacionalista democr¨¢tico Vojislav Kostunica como cartel capaz de derrotar al d¨¦spota en las urnas. Tras la ca¨ªda de Milosevic en 2000, Djindjic y Kostunica se combatieron sin piedad.
En el oto?o de 1999, cinco meses despu¨¦s del final de los bombardeos de la OTAN sobre Kosovo, el enviado de EL PA?S se entrevist¨® con Djindjic en su lujoso despacho de la presidencia del Partido Dem¨®crata (DS) en el centro de Belgrado. Tras recordar el pasado com¨²n en las aulas de la Universidad alemana de Konstanz, se abord¨® el tema de por qu¨¦ Djindjic hab¨ªa abandonado Serbia en medio de los bombardeos y buscado refugio en Montenegro. Esto, a los ojos de los serbios, lo dej¨® marcado con el estigma de la deserci¨®n ante el enemigo. Djindjic respondi¨® que sus contactos en los servicios secretos le hab¨ªan advertido de que el r¨¦gimen planeaba asesinarlo.
El asesinato, uno de tantos sin aclarar en Serbia, del periodista opositor al r¨¦gimen Slavko Curubija en abril de 1999, sirvi¨® a Djindjic la se?al para abandonar Serbia. En aquella entrevista en octubre de aquel a?o decisivo para Yugoslavia, el entonces dirigente opositor relat¨® que se planeaba atentar contra su vida de nuevo. Esta informaci¨®n la recibi¨® el periodista con un cierto escepticismo que ayer qued¨® desmentido con la imperiosa fuerza de lo f¨¢ctico.
Djindjic cay¨® abatido por las balas en pleno centro de Belgrado. La misma muerte que tuvo un largo rosario de v¨ªctimas de atentados los ¨²ltimos a?os, en los que no se sabe d¨®nde termina lo pol¨ªtico y empieza lo mafioso. O si en Serbia mafia y pol¨ªtica no son las dos caras de una misma moneda.
La versatilidad pol¨ªtica de Djindjic rozaba el oportunismo. Se dec¨ªa que desment¨ªa por la tarde lo que dec¨ªa por la ma?ana. Su ambici¨®n de poder hizo que una de las lenguas m¨¢s viperinas del periodismo serbio le pusiese el mote de Peque?o Slobo, malvada referencia a que con Djindjic recib¨ªa Serbia a una especie de Milosevic en edici¨®n de bolsillo.
Opuesto al r¨¦gimen comunista de Tito, encontr¨® Djindjic refugio en la Alemania posterior al 68 y se doctor¨® en filosof¨ªa en la Universidad de Konstanz con una tesis sobre Marx. De aquel tiempo proced¨ªa un excelente alem¨¢n que encandilaba a los pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y hombres de negocios de la primera potencia centroeuropea. A los ojos de los nacionalistas serbios, este savoir faire de Djindjic y su estilo occidental le hac¨ªan del todo inaceptable y no vacilaban en calificarlo de agente de Berl¨ªn.
El pragmatismo de Djindjic le llev¨® en plena guerra de Bosnia a compartir cordero en Pale, a s¨®lo 20 kil¨®metros del sitiado y bombardeado Sarajevo, con el mism¨ªsimo Radovan Karadzic, el criminal de guerra m¨¢s buscado por La Haya. Ese mismo pragmatismo permiti¨® a Djindjic saltarse a la torera leyes y resoluciones judiciales y entregar a La Haya a Milosevic a cambio de un cr¨¦dito de 1.300 millones de d¨®lares.
Para llegar a la entrega de Milosevic fue necesario derribar al r¨¦gimen desp¨®tico, tarea que puede considerarse sin duda como la obra maestra de Djindjic. Una vez m¨¢s en la vida, el pol¨ªtico asesinado fue lo suficientemente pragm¨¢tico para comprender que la impopularidad jam¨¢s le permitir¨ªa derrotar a Milosevic en las urnas. El cartel electoral fue el oscuro nacionalista serbio Kostunica, que hab¨ªa empezado su carrera en las filas del Partido Dem¨®crata (DS) de Djindjic, del que sali¨® tras un conflicto entre ellos para sumarse a la sopa de letras de la oposici¨®n a Milosevic y fundar el Partido Dem¨®crata de Serbia (DSS). Consciente de que no bastar¨ªa con ganar en las urnas y de que la victoria tendr¨ªa que refrendarse en las calles, Djindjic movi¨® entre bambalinas sus contactos con los servicios secretos y la polic¨ªa para asegurarse de que no intervendr¨ªa contra el pueblo sublevado.
Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen, Kostunica y Djindjic iniciaron una lucha sin piedad. Kostunica lleg¨® a acusar a Djindjic de contactos con el jefe de una de las mafias m¨¢s poderosas de Belgrado, con el que lleg¨® incluso a viajar en un avi¨®n privado. Tras la muerte, a balazos naturalmente, en agosto de 2001 de un agente secreto asesinado tras una entrevista con la gente de Kostunica, los hombres del presidente de Yugoslavia acusaron a Djindjic.
La venganza de Djindjic contra Kostunica fue obstaculizar la elecci¨®n de presidente de Serbia. A pesar de sus arrolladoras victorias en tres rondas, Kostunica no pudo llegar a la presidencia por falta de participaci¨®n electoral. Djindjic gan¨® as¨ª tiempo para desarrollar su proyecto pol¨ªtico de llevar a Serbia hacia Europa, incluso a costa de su propia popularidad.
Las contradicciones y puntos m¨¢s oscuros de su personalidad no quitaron a Djindjic su condici¨®n de interlocutor favorito de la comunidad occidental, ese conglomerado ahora agrietado formado por la Uni¨®n Europea, la OTAN y Estados Unidos. Con Djindjic "muere la esperanza", titulaba ayer la edici¨®n digital del semanario alem¨¢n Der Spiegel.
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