?Qui¨¦n est¨¢ al mando?
El implacable avance unilateral del Gobierno de Bush hacia la guerra resulta profundamente inquietante por muchas razones, pero, en lo que respecta a los ciudadanos estadounidenses, adem¨¢s, todo este grotesco espect¨¢culo es un enorme fracaso de la democracia. Una camarilla de individuos, todos ellos no electos y que, por consiguiente, no responden a las presiones del p¨²blico, han secuestrado una rep¨²blica inmensamente rica y poderosa y la han puesto boca abajo. No es una exageraci¨®n decir que esta guerra es la m¨¢s impopular de la historia moderna a escala mundial. Antes de que empiece, s¨®lo en Estados Unidos ya ha protestado contra ella m¨¢s gente que en los momentos culminantes de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam de los a?os sesenta y setenta. T¨¦ngase en cuenta, adem¨¢s, que aquellas manifestaciones se produjeron cuando la guerra llevaba ya varios a?os, mientras que ¨¦sta a¨²n no ha comenzado, si bien, por supuesto, ya ha habido numerosos pasos claramente agresivos y beligerantes por parte de Estados Unidos y su leal marioneta, el Gobierno brit¨¢nico de un Tony Blair cada vez m¨¢s rid¨ªculo.
En los ¨²ltimos tiempos me han criticado, por mi postura contra la guerra, varios incultos que afirman que mis palabras son una defensa impl¨ªcita de Sadam Husein y su espantoso r¨¦gimen. ?Necesito recordar a mis detractores kuwait¨ªes mi oposici¨®n p¨²blica al Irak del Partido Baaz durante la ¨²nica visita que realic¨¦ a Kuwait, en 1985, cuando, en una franca conversaci¨®n con el entonces ministro de Educaci¨®n, Hassal el Ibrahim, les acus¨¦ a ¨¦l y a su r¨¦gimen de colaborar con el fascismo ¨¢rabe con su ayuda financiera a Sadam Husein? Entonces me dijeron que Kuwait estaba orgulloso de haber dedicado literalmente miles de millones de d¨®lares a la guerra de Sadam contra "los persas", como despreciativamente les llamaban, y que se trataba de una lucha m¨¢s importante de lo que alguien como yo pod¨ªa llegar a comprender. Recuerdo claramente mis advertencias a aquellos ac¨®litos kuwait¨ªes de Sadam Husein sobre ¨¦l y su animadversi¨®n contra Kuwait, que no sirvieron de nada. Me opongo p¨²blicamente al r¨¦gimen iraqu¨ª desde que lleg¨® al poder, en los a?os setenta: nunca he visitado el pa¨ªs, nunca me han enga?ado sus promesas de secularismo y modernizaci¨®n (pese a que muchos de mis contempor¨¢neos trabajaban para Irak o lo elogiaban por considerarlo el arma principal en el arsenal ¨¢rabe contra el sionismo, una idea que a m¨ª me parec¨ªa est¨²pida), nunca he ocultado mi desprecio por sus m¨¦todos de gobierno y su horrible comportamiento fascista. Y ahora, cuando digo lo que pienso sobre las rid¨ªculas posturas de algunos miembros de la oposici¨®n iraqu¨ª como desgraciados y presumidos instrumentos del imperialismo estadounidense, me dicen que no s¨¦ lo que es vivir sin democracia (sobre lo que volver¨¦ m¨¢s adelante) y, por tanto, soy incapaz de apreciar la nobleza de su alma. No se presta demasiada atenci¨®n al hecho de que, apenas una semana despu¨¦s de alabar el compromiso democr¨¢tico del presidente Bush, el profesor Makiya ahora se dedique a denunciar a Estados Unidos por sus planes para formar en Irak un Gobierno post-Sadam que sea militar y del Baaz. Cuando alguien se acostumbra a pasar de un dios a otro en su adoraci¨®n pol¨ªtica, es infinito el n¨²mero de giros que da antes de caer definitivamente en la verg¨¹enza y el olvido que merece.
Pero volvamos a Estados Unidos y sus acciones actuales. En todos mis viajes y encuentros, todav¨ªa no he hallado a nadie que sea partidario de la guerra. Peor a¨²n, la mayor¨ªa de los estadounidenses cree que la movilizaci¨®n est¨¢ ya demasiado avanzada para poder detenerla y que nos encontramos al borde de un desastre para el pa¨ªs. Para empezar, pensemos en que el Partido Dem¨®crata, con escasas excepciones, se ha pasado sencillamente al bando del presidente, en una muestra cobarde de falso patriotismo. En cualquier rinc¨®n del Congreso hacia el que miremos, nos encontramos con los indicios inequ¨ªvocos de la presencia del lobby sionista, los cristianos de extrema derecha o el complejo industrial y militar, tres minor¨ªas con una influencia desorbitada y que comparten un mismo inter¨¦s en su hostilidad hacia el mundo ¨¢rabe, su apoyo incondicional al sionismo extremista y una convicci¨®n insensata de que tienen a los ¨¢ngeles de su lado. Cada uno de los 500 distritos electorales en los que se divide el Congreso de Estados Unidos tiene alguna industria relacionada con la defensa, de forma que la guerra ha pasado a ser cuesti¨®n de empleo, no de seguridad. Ahora bien, podr¨ªamos preguntar: ?c¨®mo va a ser posible que una guerra incre¨ªblemente cara proporcione remedio, por ejemplo, para la recesi¨®n econ¨®mica, la casi segura bancarrota del sistema de la seguridad social, una deuda nacional en aumento y el fracaso masivo del sistema de educaci¨®n p¨²blica en este pa¨ªs? De ninguna forma, por supuesto, pero la fiesta b¨¦lica sigue adelante sin que nadie se lo impida. Se considera que las manifestaciones son una especie de acciones callejeras despreciables y que las mentiras m¨¢s hip¨®critas son la verdad absoluta, sin cr¨ªticas ni objeciones.
Los medios de comunicaci¨®n se han convertido en un brazo del esfuerzo de guerra. Lo que ha desaparecido por completo de la televisi¨®n es cualquier cosa que se parezca vagamente a una voz disidente. Todas las grandes cadenas cuentan con generales retirados, ex agentes de la CIA, expertos en terrorismo y famosos neoconservadores como "consultores", unos asesores que hablan una jerga repugnante pensada para expresar autoridad, pero que en realidad apoyan todo lo que hace Estados Unidos, desde la ONU hasta las arenas de Arabia. S¨®lo hay un peri¨®dico importante (en Baltimore) que haya publicado algo sobre Estados Unidos en relaci¨®n con escuchas, tel¨¦fonos pinchados y mensajes interceptados entre los seis pa¨ªses peque?os que son miembros del Consejo de Seguridad y no han decidido a¨²n su voto sobre la resoluci¨®n. No hay voces [hasta el pasado 5 de marzo] contra la guerra en los grandes medios del pa¨ªs, no hay ¨¢rabes ni musulmanes (a los que se ha condenado en masa a formar parte de las filas de los fan¨¢ticos y terroristas de este mundo), no hay detractores de Israel, no hay nada en la radiotelevisi¨®n p¨²blica, ni en The New York Times, ni en The New Yorker, US News and World Report, CNN y el resto. Cuando estos ¨®rganos mencionan el hecho de que Irak ha desobedecido 17 resoluciones de la ONU como pretexto para la guerra, las 64 resoluciones despreciadas por Israel (con el respaldo de Estados Unidos) no salen nunca a relucir, como tampoco lo hace el enorme sufrimiento humano del pueblo iraqu¨ª durante los ¨²ltimos 12 a?os. Cualquier cosa de las que ha hecho el temible Sadam la han hecho tambi¨¦n Israel y Sharon con el apoyo estadounidense, pero nadie dice nada de esto ¨²ltimo, al tiempo que fulmina al primero. Esto convierte en una burla las bravuconadas de Bush y otros cuando afirman que la ONU debe obedecer sus propias resoluciones.
Al pueblo estadounidense se le ha mentido de forma deliberada, se han malinterpretado y distorsionado c¨ªnicamente sus intereses y se han ocultado, con aut¨¦ntica arrogancia, los verdaderos objetivos de esta guerra privada de Bush hijo y su junta. No importa que, por ejemplo, Wolfowitz, Feith y Perle, todos ellos cargos no electos que trabajan en el Pent¨¢gono para Donald Rumsfeld, tambi¨¦n no elegido, defiendan abiertamente desde hace tiempo el derecho de Israel a anexarse Gaza y Cisjordania y la interrupci¨®n del proceso de Oslo, que propusieran la guerra contra Irak (y despu¨¦s Ir¨¢n) y la construcci¨®n de m¨¢s asentamientos ilegales israel¨ªes desde sus puestos de asesores privados de Netanyahu (durante la campa?a que le supuso llegar a primer ministro, en 1996), y que todo eso se haya convertido ahora en la pol¨ªtica oficial de Estados Unidos.
No importa que nunca se comparen las inicuas acciones de Israel contra los palestinos, de las que s¨®lo se habla al final de los art¨ªculos (si es que se habla de ellas) como muertes de civiles diversos, con los cr¨ªmenes de Sadam, a los que igualan o, a veces, superan en los an¨¢lisis pagados por los contribuyentes estadounidenses sin consulta ni aprobaci¨®n. En los dos ¨²ltimos a?os, m¨¢s de 40.000 palestinos han resultado gravemente heridos y aproximadamente 2.500 muertos en acciones gratuitas de unos soldados israel¨ªes con instrucciones de humillar y castigar a todo un pueblo en lo que ya es la ocupaci¨®n militar m¨¢s larga de la historia moderna.
No importa que no se vea ni se oiga habitualmente ni una sola voz cr¨ªtica de ¨¢rabes o musulmanes en los grandes medios de comunicaci¨®n estadounidenses, sean progresistas, moderados o reaccionarios, desde que comenz¨® la ¨²ltima fase de los preparativos para la guerra. Pi¨¦nsese adem¨¢s que ninguno de los grandes estrategas de esta guerra -desde luego, no presuntos expertos como Bernard Lewis o Fouad Ajami, que no han vivido en el mundo ¨¢rabe desde hace d¨¦cadas, ni militares y pol¨ªticos como Powell, Rice, Cheney o el gran dios en persona, Bush, que s¨®lo ven el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n a trav¨¦s del prisma israel¨ª, de las compa?¨ªas petroleras o los intereses militares-, ninguno de ellos tiene ni la menor idea de las espantosas consecuencias que una guerra de esta magnitud contra Irak puede tener para la poblaci¨®n que vive all¨ª.
Y pi¨¦nsese tambi¨¦n que la soberbia pura y descarada de hombres como Wolfowitz y sus colaboradores, patente en su testimonio ante un Congreso somnoliento sobre las consecuencias y los costes de la guerra, les ha permitido salir del apuro sin haber dado la menor respuesta concreta a las preguntas que les hac¨ªan, lo cual ha hecho que quedaran anuladas y desechadas las cifras dadas por el jefe de Estado Mayor -unas fuerzas de ocupaci¨®n de 400.000 soldados durante 10 a?os, con un coste de casi un bill¨®n de d¨®lares-, y ha producido m¨¢s confusi¨®n en un p¨²blico que nunca hab¨ªa pedido su presencia.
La democracia tergiversada y traicionada, la democracia elogiada, pero, en realidad, humillada y pisoteada por un peque?o grupo de hombres que se han apoderado de esta rep¨²blica como si no fuera m¨¢s que... ?un pa¨ªs ¨¢rabe? Hay que preguntar qui¨¦n est¨¢ al mando, porque es evidente que el pueblo de Estados Unidos no est¨¢ debidamente representado en la guerra que este Gobierno se dispone a desatar en un mundo que sufre ya demasiada miseria y pobreza para poder soportar mucho m¨¢s. Y flaco favor les han hecho a los estadounidenses unos medios dominados esencialmente por un peque?o grupo de hombres que dejan fuera todo lo que podr¨ªa causar la menor preocupaci¨®n al Gobierno. En cuanto a los demagogos y los intelectuales serviles que hablan de la guerra desde la intimidad de sus mundos imaginarios, ?qui¨¦n les ha dado el derecho a ser c¨®mplices de la miseria de millones de personas cuyo gran delito consiste en ser musulmanes y ¨¢rabes? ?A qu¨¦ norteamericano, aparte de ese peque?o grupo nada representativo, le interesa de verdad aumentar el ya vasto antiamericanismo existente en el mundo? A casi ninguno, supongo.
Jonathan Swift, deber¨ªas vivir hoy.
Edward W. Said es ensayista palestino, profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Columbia.
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