Una rica y larga vida
No sin cierta coqueter¨ªa se pregunta Eric Hobsbawm hasta qu¨¦ punto los compradores de libros podr¨ªan sentirse atra¨ªdos por la autobiograf¨ªa de alguien que no pertenece al elenco de las personalidades o de los famosos, que no ha participado en la adopci¨®n de grandes decisiones pol¨ªticas y que no cuenta sabrosos chismes de cr¨®nica rosa. La respuesta a esa interrogante ret¨®rica es que la lectura de A?os interesantes. Una vida del siglo XX resultar¨¢ cautivadora no s¨®lo para quienes se interesen por el compromiso pol¨ªtico -"esa pasi¨®n caracter¨ªstica del siglo XX"- de un prestigioso intelectual con una larga militancia comunista o para los conocedores de su obra acad¨¦mica. Tambi¨¦n los laicos o los legos podr¨¢n disfrutar y sufrir con unas p¨¢ginas que lanzan una l¨²cida mirada autobiogr¨¢fica sobre el periodo "m¨¢s extraordinario y terrible a la vez" de la evoluci¨®n de la humanidad estudiado por el propio Hobsbawm en su Historia del siglo XX, ese "siglo corto" delimitado por la Revoluci¨®n de Octubre y la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn.
A?OS INTERESANTES. UNA VIDA DEL SIGLO XX
Eric Hobsbawm
Traducci¨®n de Joan Rabasseda Gasc¨®n
Cr¨ªtica. Barcelona, 2003
408 p¨¢ginas. 23,90 euros
Nacido en Alejandr¨ªa el a?o
1917, hijo de padre ingl¨¦s y de madre austriaca (ambos de ascendencia jud¨ªa), Hobsbawn pas¨® su ni?ez y adolescencia en Viena y Berl¨ªn, hizo sus estudios universitarios en Cambridge y ha ense?ado e investigado en el Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Italia , Latinoam¨¦rica y Asia; en su ficha no puede faltar la referencia a su afici¨®n por el jazz. Los textos autobiogr¨¢ficos suelen presentar un cierto desequilibrio estructural a causa del irremediable descarte selectivo de los recuerdos que el paso de los a?os y la fiabilidad de la memoria operan. Las etapas m¨¢s desgastadas por esa usura del tiempo cobran a menudo parad¨®jicamente -como ocurre en este caso- un especial encanto gracias a descripciones y estampas que aciertan a combinar el respeto program¨¢tico hacia los hechos con la calidad narrativa propia de las novelas de formaci¨®n. La ni?ez de Hobsbawm en una Viena conmocionada por la voladura del Imperio bic¨¦falo y cuna del antisemitismo es recreada con sensibilidad y talento: los retratos familiares est¨¢n dibujados con una delicadeza, compasi¨®n y frescura no exentas de humor o de amargura. Tras la muerte de sus padres, Hobsbawm se traslad¨® en el verano de 1931 a la casa de unos parientes en Berl¨ªn; el futuro historiador conocer¨ªa entonces por experiencia directa la brutalidad del nazismo: el relato de su rito inici¨¢tico como militante revolucionario y activista callejero en v¨ªsperas de la conquista del poder por Hitler posee fuerza y emoci¨®n.
La lejan¨ªa en el tiempo y los fallos de la memoria suelen provocar cierto desdoblamiento entre el escritor que rastrea su pasado y la persona que vivi¨® en su d¨ªa los acontecimientos rememorados. El muchacho que participa en la gigantesca manifestaci¨®n parisiense del 14 de julio de 1936 bajo las banderas del Frente Popular y que cruza ese mismo verano la frontera pirenaica para conocer la Catalu?a en guerra es, sin duda, el joven Hobsbawm pero tambi¨¦n un candidato a personaje novelesco. Detenido en Puigcerd¨¤ como posible esp¨ªa por los anarquistas y devuelto a Francia casi de inmediato, la excursi¨®n espa?ola de este revolucionario de 19 a?os durar¨ªa pocas horas. Al evocar los borrosos contornos de ese lejano episodio, Hobsbawm reflexiona sobre los conflictos que pueden surgir entre la imaginativa rememoraci¨®n autobiogr¨¢fica de los hechos realizada desde la subjetividad interior y la minuciosa reconstrucci¨®n documentada de esos mismos datos llevada a cabo desde una objetividad exterior. A casi setenta a?os de distancia del verano de 1936, Hobsbawm confiesa que no logra recordar cu¨¢les pudieran ser sus verdaderos prop¨®sitos al cruzar la frontera pirenaica: de no haber sido expulsado de Espa?a, ?se hubiese alistado como voluntario en las filas republicanas o nunca se le pas¨® por la cabeza la posibilidad de combatir en esa guerra? "Si no hubiera m¨¢s fuentes que mis recuerdos personales, ?a qu¨¦ conclusi¨®n llegar¨ªa otro historiador con menos prejuicios personales ante el extra?o caso del joven E. J. H. en la revoluci¨®n espa?ola?".
La Universidad de Cambridge (el libro rinde homenaje a las grandes figuras de su claustro) no s¨®lo orient¨® a Hobsbawm hacia la investigaci¨®n hist¨®rica, sino que tambi¨¦n formaliz¨® su compromiso pol¨ªtico con el partido comunista: ambas pasiones y vocaciones se mantendr¨ªan unidas -aunque en equilibrio inestable- durante d¨¦cadas. La posibilidad o no de conciliar la militancia partidista y la libertad intelectual es el hilo rojo que atraviesa la autobiograf¨ªa; tironeado por esas exigencias de lealtad contrapuestas, el historiador comprometido o el militante acad¨¦mico tuvo que pagar el precio de desgarros emocionales a veces insoportables.
En 1956, la crisis abierta en el movimiento comunista internacional por el informe de Jruschov ante el XX Congreso del PCUS sobre los cr¨ªmenes de Stalin y por la invasi¨®n sovi¨¦tica de Hungr¨ªa alcanz¨® de lleno al respetado grupo de historiadores marxistas brit¨¢nicos formado por Christopher Hill, E. P. Thompson, Victor Kiernan y el propio autor; a diferencia de algunos de sus colegas y camaradas, Hobsbawm permanecer¨ªa formalmente dentro de la disciplina comunista hasta que la quiebra de la Uni¨®n Sovi¨¦tica arrastrase a la desaparici¨®n al partido brit¨¢nico. No fue el ¨²nico intelectual de izquierda deseoso en aquella ¨¦poca de conciliar militancia revolucionaria e independencia de pensamiento: en 1957, Isaac Deutscher aconsej¨® a Hobsbawm: "Haga lo que haga, no abandone el partido comunista; dej¨¦ que me expulsaran en 1932 y desde entonces siempre lo he lamentado".
Por lo dem¨¢s, Hobsbawm admi-
te que le resulta dif¨ªcil recomponer hoy las razones personales y los motivos ¨ªntimos de algunos de sus comportamientos de hace cincuenta a?os: "No soy capaz de recrear la persona que fui". En cualquier caso, la implosi¨®n del bloque sovi¨¦tico resolvi¨® su conflicto de lealtades mediante el dr¨¢stico remedio de suprimir uno de los t¨¦rminos del dilema. Sin embargo, Hobsbawm critica las autobiograf¨ªas de aquellos ex comunistas que se justifican como pecadores arrepentidos: "Son investigaciones post mortem en las que el cad¨¢ver pretende ocupar el lugar del juez instructor del caso". Aunque el historiador acepte que el fracaso de la Revoluci¨®n de Octubre "formaba parte de esa empresa desde el principio", el militante no extrae las conclusiones correspondientes. De un lado, Hobsbawm sigue pensando en Gorbachov "con una infinita gratitud y un profundo sentimiento de aprobaci¨®n moral", aun consider¨¢ndole el principal responsable individual de la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica; de otro, el historiador militante habr¨ªa preferido que el socialismo real hubiese continuado "su lento declive esperando alcanzar una mejora gradual de su situaci¨®n bajo la direcci¨®n de un reformista menos ambicioso y m¨¢s realista".
Esa contradicci¨®n resulta menos explosiva si se recuerda que el compromiso de Hobsbawm con el comunismo se forj¨® en el Berl¨ªn pre-nazi de los a?os treinta; los nexos emocionales entre el antifascismo y la Uni¨®n Sovi¨¦tica -pese al pacto entre Hitler y Stalin de 1939- explican tambi¨¦n las fidelidades inerciales de bastantes comunistas europeos que lucharon en la resistencia contra la ocupaci¨®n alemana durante la Segunda Guerra Mundial. "El sue?o de la Revoluci¨®n de Octubre permanece todav¨ªa en alg¨²n rinc¨®n de mi interior, como si se tratara de uno de esos textos que han sido borrados y que siguen esperando, perdidos en el disco duro de un ordenador, que alg¨²n experto los recupere: lo he abandonado, mejor dicho, lo he rechazado, pero no he conseguido borrarlo". No menos melanc¨®lica es la alusi¨®n de Hobsbawm a las inalcanzables metas personales como fuente de sentido de la vida : "?No tiene raz¨®n el Rey Arturo cuando dice que lo importante no es el Grial sino su b¨²squeda?".
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