El f¨¦rtil magisterio de Jos¨¦ Manuel Blecua
Los disc¨ªpulos del gran sabio discreto recuerdan c¨®mo les ense?¨® a convertir la literatura en vida
El 20 de mayo de 1983, Jos¨¦ Manuel Bleca dict¨® su ¨²ltima clase en la Universidad de Barcelona. "Pues s¨ª: todo llega, todo cansa y todo pasa, dice en La Dorotea Lope de Vega. Cre¨ª que este momento nunca iba a llegar, porque yo empec¨¦ a dar clases hace medio siglo". Blecua dio una lecci¨®n sobre el poeta renacentiasta Francisco de Aldana y unos consejos a los alumnos. Quiso que fuera un d¨ªa como otro cualquiera.
Mucha agua corri¨® en esos 50 a?os. Jos¨¦ Manuel Blecua se licenci¨® en Derecho (porque lo quisieron sus padres) y en Letras (porque le gustaban a ¨¦l) en 1932. Dos a?os despu¨¦s gan¨® las oposiciones a catedr¨¢tico de instituto de Lengua y Literatura Espa?olas. Su primer destino: Cuevas de Almanzora, en Almer¨ªa. En esa ¨¦poca empez¨® a trabajar en Don Juan Manuel y en el C¨¢ntico de Guill¨¦n. C¨®mo ¨¦l dec¨ªa, "unos trabajitos muy elementales".
"Nos daba aliento continuo y nos confortaba", afirma L¨¢zaro Carreter
Claudio Guill¨¦n: "Era un hombre justo y bueno. La Espa?a que queremos recordar"
Javier Cercas: "Me dijo que la literatura no la hacen los historiadores, sino los escritores"
Luego fue a Zaragoza, al instituto Goya. All¨ª tuvo como alumno al ahora decano de sus disc¨ªpulos, Fernando L¨¢zaro Carreter. "Han pasado 60 a?os. Hasta entonces se nos hab¨ªa presentado la literatura como algo disparatado o muy solemne y lejano. ?l lo hizo desde una visi¨®n deportiva y juvenil. Yo ten¨ªa 10 a?os, y ¨¦l, apenas 10 m¨¢s que yo. ?l nos la hizo accesible, nos daba aliento continuo y nos confortaba. Blecua nos despert¨® la vocaci¨®n, la m¨ªa y la de tantos otros. Hoy en todas las universidades de Espa?a hay disc¨ªpulos de Blecua y su magisterio se extiende tambi¨¦n a trav¨¦s de sus libros".
Pasaron por las aulas de Blecua, ya en la Universidad de Barcelona, a la que lleg¨® en 1959, Francisco Rico, Jos¨¦ Carlos Mainer, Manuel Alvar, Aurora Egido, Rosa Serrano, Adolfo Sotelo, Carme Riera, Josep Maria Benet i Jornet, F¨¦lix Monge y tantos otros.Sus propios hijos, Jos¨¦ Manuel y Alberto Blecua, empezaron con ¨¦l en el instituto de Zaragoza y luego continuaron en la UB. "Mi padre ten¨ªa una facilidad de comunicaci¨®n muy grande, que adquiri¨® en la ense?anza media", recuerda Jos¨¦ Manuel Blecua Perdices. "Conquistaba con una sonrisa, era cari?oso, no se enfadaba nunca". Para los hermanos, aquellos a?os eran una fiesta. Por su casa pasaban grandes poetas y escritores. "Eso nos permiti¨® poner caras a los libros".
Blecua, explican todos sus disc¨ªpulos, cre¨ªa firmemente en la educaci¨®n integral, muy en la l¨ªnea de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Ense?¨® a los alumnos de instituto no s¨®lo literatura, sino tambi¨¦n a cortarse las u?as, lavarse los dientes y llevar las manos limpias.
Era curioso y siempre estaba pendiente de ellos. "Pondr¨¦ un ejemplo", cuenta Rosa Serrano, catedr¨¢tica de Literatura Espa?ola de la Universidad de Barcelona. "Estaba examinando de ingreso a un ni?o en Zaragoza y se dio cuenta de que pon¨ªa varias may¨²sculas en cada palabra. Entonces le pregunt¨® por qu¨¦ lo hac¨ªa, y el cr¨ªo, muy seguro, dijo: 'Toma, cada vez que mojo la pluma en el tintero'. L¨®gico, claro. Blecua contaba siempre con risas esta an¨¦cdota. Pero lo que quiero decir es que, quiz¨¢ por su sordera, estaba muy atento a todo".
La sordera no fue un problema insalvable para ¨¦l. "Se traduc¨ªa en una extra?a musicalidad al hablar. Era el suyo un hablar muy dulce, se hubiera dicho que ligeramente amanerado, sobresaltado a menudo por las imprevisibles subidas de tono: una modulaci¨®n arbitraria de la voz, no controlada por el o¨ªdo, que manten¨ªa a los alumnos en alerta, fascinados no se sabe si m¨¢s por las palabras que sal¨ªan de aquella boca que por su extra?a musicalidad", explica el cr¨ªtico Ignacio Echevarr¨ªa, que tambi¨¦n fue alumno suyo.
?C¨®mo eran las clases de Blecua? Lo cuenta Francisco Rico. "Me llam¨® la atenci¨®n en el primer curso que di con ¨¦l, que se present¨® en el aula con 100 ejemplares de Floresta de l¨ªrica espa?ola y los repart¨ªa a los 100 alumnos". Le¨ªa ¨¦l y le¨ªan los alumnos. Les pon¨ªa trabajos, en los que deb¨ªan manejar mucha bibliograf¨ªa y era benovolente en las calificaciones. Siempre destac¨® los aspectos m¨¢s positivos de la literatura. "En los cursos comunes, empezaba literatura por el principio, pero como tem¨ªa no poder acabar el programa, dedicaba los viernes a temas modernos; los lunes y los mi¨¦rcoles a los antiguos", dice Rico.
"Era muy estimulante", cuenta Navarro. "Defendi¨® siempre el texto y nos aconsejaba que lo ley¨¦ramos directamente, prescindiendo de visiones anteriores". "Nos ense?¨® a dudar y nos despert¨® el gusto por la lectura. Yo fui encargada del curso de Literatura Espa?ola en su c¨¢tedra. Me cambi¨® la vida".
Claudio Rodr¨ªguez pronuncia un sentido homenaje al maestro: "Fue inconfundiblemente un hombre recto, bueno y justo. Es la Espa?a que queremos recordar".
Jos¨¦ Carlos Mainer, catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola de la Universidad de Zaragoza, resume la opini¨®n de muchos de sus colegas blecuanos: "De sus clases o de su conversaci¨®n se infer¨ªa siempre la idea de que la vida y la literatura eran vasos comunicantes.
Por eso explicaba como nadie a Lope y Quevedo. Le encantaba comprobar y que comprob¨¢ramos el funcionamiento de esos mundos gemelos que son la experiencia y la escritura. Y reconoc¨ªa que disfrutaba trabajando. Yo procuro tener presentes ambas cosas, quiz¨¢ la mejor lecci¨®n que recib¨ª de Blecua".
Sotelo cuenta que Blecua siempre estaba disponible para los alumnos, "para orientar y animar"; incluso ya jubilado, acud¨ªa ma?ana y tarde a la universidad, lo que es muy raro entre los catedr¨¢ticos". Para el dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet, los cursos de Blecua fueron una revelaci¨®n: "Nadie antes nos hab¨ªa hablado como hizo ¨¦l de la generaci¨®n del 27". El music¨®lgo y poeta Ram¨®n Andr¨¦s cuenta que Blecua no s¨®lo le ense?¨® a leer, sino, sobre todo, a "reflexionar sobre los movimientos est¨¦ticos".
El profesor retirado Jos¨¦ Ram¨®n Fuente se pone como ejemplo de la generosidad de Blecua: "Hice el doctorado en Filosof¨ªa en la Universidad Gregoriana de Roma y cuando llegu¨¦ a Barcelona, sin trabajo ni dinero, me ayud¨® a conseguir una beca".
Hay una tercera generaci¨®n de alumnos de Blecua, que lo descubrieron a trav¨¦s de sus disc¨ªpulos y de sus textos. David Vi?as, por ejemplo, alumno de Jordi Llovet en Teor¨ªa Literaria, trabaj¨® durante un a?o en el despacho de Blecua: "Tuve la impresi¨®n de que ¨¦l conoc¨ªa personalmente a Garcilaso, Quevedo, G¨®ngora, Lope". Tambi¨¦n est¨¢n los fil¨®logos y escritores Jos¨¦ Mar¨ªa Mic¨®: "?l nos ha ense?ado a mantener el rigor filol¨®gico y de edici¨®n"; Javier Cercas: "Me dijo algo que nunca he olvidado: que la literatura no la hacen los historiadores, sino los escritores"; Javier P¨¦rez de And¨²jar: "Trabajamos a partir de su semilla: abducimos a los cl¨¢sicos y los hacemos nuestros"; Emilio Manzano: "Cuando descubr¨ª su El mar en la poes¨ªa espa?ola fue como una iluminaci¨®n", o Guillem Mart¨ªnez: "Nos ha dado la mejor tradici¨®n de los a?os treinta: la cultura espa?ola vinculada a Europa; el esp¨ªritu de la Rep¨²blica, no pol¨ªtico, sino hist¨®rico, y eso lo traspas¨® a sus hijos y a sus disc¨ªpulos".
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