Guerras preventivas, amenaza mundial
El 14 de septiembre de 2001, apenas tres d¨ªas despu¨¦s de las agresiones contra Nueva York y Washington, Bush Jr. re¨²ne en Camp David a sus principales colaboradores para fijar las grandes l¨ªneas de la futura pol¨ªtica exterior de EE UU. Se trata de la banda de los halcones, todos crecidos en la CIA y sus alrededores, que trabajan juntos desde tiempos de Reagan, que piensan que han dejado a medio terminar la guerra del Golfo y cuyo belicismo es el instrumento de sus convicciones ultraconservadoras, ancladas en el mesianismo nacional religioso norteamericano. Entre ellos, los inseparables Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, y Dick Cheney, vicepresidente, a los que se ha agregado Condoleezza Rice, la temida pareja Paul Wolfowitz, secretario adjunto de Defensa, y Richard Perle, el pr¨ªncipe de las tinieblas, como se le llama en la capital, Lewis Libby, mano derecha de Cheney, el general Wayne A. Downing, consejero adjunto para la Seguridad Nacional, etc¨¦tera.
El ide¨®logo del clan es Wolfowitz, antiguo decano de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad de Princeton, que aprovecha la oportunidad para convencer a Bush de la necesidad de cambiar de paradigma militar. Las doctrinas de la disuasi¨®n nuclear y de la contenci¨®n en torno a las cuales se ha organizado la pol¨ªtica de defensa, deben de ser sustituidas por la guerra preventiva, es decir por el derecho de EE UU a atacar a todo pa¨ªs que considere como una amenaza para la seguridad global a causa del terrorismo y de la posesi¨®n de armas de destrucci¨®n masiva. Posici¨®n que figura ya en el memor¨¢ndum que Wolfowitz hab¨ªa presentado a Bush padre en 1992, que ¨¦ste hab¨ªa rechazado por considerarla peligrosa, pero que su hijo hace suya, incorpor¨¢ndola a su construcci¨®n del eje del mal, convirti¨¦ndola en modalidad operativa de la guerra permanente y oficializ¨¢ndola a lo largo de 2002, en particular en la academia militar de West Point.
Posici¨®n que resuelve el antagonismo entre las dos tendencias de la pol¨ªtica exterior norteamericana, el aislacionismo y la responsabilidad pol¨ªtica mundial, en favor del primero, pero fagocitando a la segunda. Es decir, EE UU se ocupar¨¢ del mundo pero como si fuera territorio de la Uni¨®n, imponiendo su orden constitucional, sus usos pol¨ªticos y sociales y sus intereses nacionales. Esta unilateralizaci¨®n del multilateralismo hace imposible el ejercicio de la democracia mundial sin el que las democracias local y nacional pierden toda efectividad. Por ello, si la abominable dictadura de Sadam Husein es un peligro para toda el ¨¢rea de Oriente Pr¨®ximo, la guerra preventiva es una amenaza permanente para la democracia.
El balance de la guerra del Golfo que nos presenta Ramsay Clark, ex ministro de Bush padre, con sus m¨¢s de 200.000 muertos, es, aunque lo hayamos olvidado, aterrador, y el de la guerra que est¨¢ comenzando no ser¨¢ menos horrible. ?Qu¨¦ podemos hacer? Oponernos a la devastaci¨®n y al caos de esas guerras preventivas como ya estamos haciendo, apelando a la opini¨®n p¨²blica mundial y en primer lugar a la norteamericana, reforzando la legalidad internacional y sus estructuras institucionales, reivindicando el papel de la ONU y las acciones en favor de la paz y la estabilidad de los actores sociales. La presencia de EE UU en la comunidad pol¨ªtica internacional, la ONU incluida, es capital, pero si su voluntad hegem¨®nica le lleva al apartamiento con que nos est¨¢ amenazando desde Reagan, dej¨¦mosle en ¨¦l. Pues su abandono de la Unesco en 1983 no ha da?ado en absoluto el prestigio y la eficacia del sistema de la ONU y su negativa a firmar los 14 m¨¢s importantes acuerdos que reclama la gobernaci¨®n del mundo -desde Kyoto a la protecci¨®n de la infancia, desde la supresi¨®n de los para¨ªsos fiscales a la prohibici¨®n de fabricar minas antipersona- no est¨¢ impidiendo que la comunidad mundial avance en todos esos campos. Como est¨¢ avanzando en la construcci¨®n de las grandes ¨¢reas regionales integradas: UE, Mercosur, etc¨¦tera. Tal vez haya que decir que m¨¢s se avanza solo que mal acompa?ado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.