Las razones del arzobispo Sebasti¨¢n
"Los fusilamientos y atropellos que tuvieron lugar en Navarra en los primeros meses de la guerra civil se encuadran en una situaci¨®n general de debilitamiento de las instituciones p¨²blicas y duros enfrentamientos entre la poblaci¨®n", sostiene el arzobispo Fernando Sebasti¨¢n. Te¨®logo claretiano y uno de los prelados m¨¢s influyentes del catolicismo espa?ol, Sebasti¨¢n consider¨® una "grave ofensa" las alusiones del Parlamento navarro y anunci¨® medidas para restaurar el buen nombre de los eclesi¨¢sticos. Ning¨²n portavoz del arzobispado quiso la semana pasada concretar qu¨¦ medidas ser¨¢n ¨¦sas, pese a la insistencia de este peri¨®dico.
Frente a las v¨ªctimas del terror desatado en Navarra aquel verano de 1936, el arzobispo opone que, "en aquel mismo momento", en otros lugares de Espa?a, "los cat¨®licos estaban siendo perseguidos sistem¨¢ticamente". Sebasti¨¢n hace cuentas: 14 obispos fusilados, m¨¢s de 7.000 sacerdotes y 20.000 cat¨®licos, "algunos de ellos muy j¨®venes". Tambi¨¦n dice que la jerarqu¨ªa reconoci¨® "la legitimidad del Alzamiento m¨¢s tarde", es decir, despu¨¦s de los primeros asesinatos.
Historiadores como Santos Juli¨¢, William J. Callahan y Juli¨¢n Casanova sostienen lo contrario, coincidiendo en la figura de los cardenales Pedro Segura e Isidro Gom¨¢ como emblemas de la actitud de la Iglesia ante el golpe que termin¨® con la II Rep¨²blica. "Que la ira de Dios caiga sobre Espa?a si la Rep¨²blica persevera", imprec¨® en 1931 el cardenal de Sevilla, Segura. "Ni me cabe en la cabeza la monstruosidad cometida", dijo Gom¨¢, primado de Toledo, sobre el exilio romano del rey Alfonso XIII.
Gom¨¢ descansaba el 18 de julio de 1936 en un balneario cerca de Pamplona, avisado por el general Mola del peligro que corr¨ªa en Toledo. Pero el 28 de septiembre habl¨® por radio a sus feligreses para felicitarles por la liberaci¨®n del Alc¨¢zar: "Voy a formular un grito de j¨²bilo: ?Toledo es nuestro!", exclam¨®. A¨²n permanecer¨ªa dos meses en Pamplona, al lado de Mola y con viajes frecuentes a los cuarteles de Salamanca y Burgos para ver a Franco, consagrado m¨¢s tarde "caudillo por la gracia de Dios".
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