Guerra-crimen: ?la sexta libertad?
A trav¨¦s de la prensa y, en general, de los medios de comunicaci¨®n, en la atm¨®sfera de pesadilla en que actualmente se vive, golpean machaconamente, entre otras, dos ideas delirantes, que irradian desde el coraz¨®n del imperio. Una es que para ¨¦ste, es decir, para el Gobierno de los Estados Unidos, como tambi¨¦n para los Gobiernos-sat¨¦lite, el espa?ol, entre ellos, no existe la ONU; aunque Espa?a ocupe f¨ªsicamente un asiento en el Consejo de Seguridad. Efectivamente, en este momento, poco importa lo que quien representa a los Pueblos de las Naciones Unidas pudiera acordar o no acordar, incluso en una materia, como el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, en la que los firmantes de la Carta de San Francisco delegaron en la organizaci¨®n toda la capacidad y la responsabilidad de decidir. La otra, quiero decir, la otra idea delirante, es que cuando alguno de aquellos incre¨ªbles sujetos estatales razona como si la ONU existiera realmente, la que desaparece de su discurso es la Carta de las Naciones Unidas. Esto es, se olvida que el Consejo de Seguridad no es un actor internacional legibus solutus, sino que est¨¢ sometido a un orden jur¨ªdico que le vincula. Y que, precisamente, en el asunto que ahora quita el sue?o a las personas sensibles, sus prescripciones son tan claras que no dejan margen a ninguna duda.
En efecto, en el Cap¨ªtulo VII de la Carta de la ONU, es el Consejo de Seguridad el ¨²nico competente para decidir sobre el uso de la fuerza. Y la posibilidad de hacerlo se encuentra normativamente condicionada a que concurran determinados supuestos: la amenaza o quebrantamiento de la paz o la producci¨®n de alg¨²n acto de agresi¨®n. Adem¨¢s, incluso de darse alguno de ellos, las formas de reacci¨®n leg¨ªtima est¨¢n asimismo regladas y es aquel ¨®rgano quien concentra la capacidad de decisi¨®n. Y de direcci¨®n estrat¨¦gica.
As¨ª las cosas, aun sin ataque a Irak, en la ofensiva desatada contra la ONU hay ya dos v¨ªctimas: la propia organizaci¨®n y, con ella, la esperanza de un marco de relaciones entre Estados regido por el derecho y de cuyo horizonte pudiera desaparecer definitivamente el "flagelo de la guerra". Parad¨®jicamente, a m¨¢s de diez a?os de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, podr¨ªa estar justificada cierta a?oranza de aquel precario equilibrio fundado en el temor rec¨ªproco de las dos grandes potencias. Porque lo que domina la escena mundial es la capacidad de autoafirmaci¨®n violenta de la potencia hegem¨®nica, dispuesta a servirse de la guerra como instrumento de gobierno del mundo, a la exclusiva medida de sus intereses.
Cierto es que ahora no se habla simplemente de guerra, de guerra tout court. La guerra aparece vistosamente adjetivada: es "humanitaria", como la que la OTAN desencaden¨® sobre la Federaci¨®n Yugoslava, "contra-terrorista", como la lanzada sobre Afganist¨¢n, o "preventiva", como la de Irak. Pero por m¨¢s imaginaci¨®n que se derroche en calificativos, la guerra hoy es lo que es: destrucci¨®n de vidas a gran escala, horror sin medida, golpeando en especial a los m¨¢s indefensos. Y la de Bush & Cia., con la asimetr¨ªa en el plano de los riesgos que propicia el empleo de los ¨²ltimos ingenios b¨¦licos, ser¨¢ un abominable juego del rat¨®n y el gato, en el que la parte del rat¨®n corresponder¨¢ a las poblaciones civiles inermes, que pondr¨¢n los millares de v¨ªctimas, siempre inocentes.
En este orden de cosas, lo que a modo de avance de la pel¨ªcula de la futura guerra contra Irak anticipan las agencias de informaci¨®n del imperio, es de una obscenidad y una miseria infinitas. Est¨¢ claro: merced a la tecnolog¨ªa que exhiben, con ese morbo infantiloide que los delata, con esa maravilla de bombas, ?van a caer como moscas! Que es de lo que se trata, pues para conjurar el uso de las armas de destrucci¨®n masiva (existan o no existan), nada mejor que destruir masivamente. Y con rapidez. Donde la rapidez es el nuevo valor, con efectos idiotizantes sobre las conciencias de quienes se deshacen en una sonrisa boba, cada vez que el presidente del Gobierno o la candidata por excelencia repiten, como quien lo sabe "de buena tinta", que va a ser cosa de nada, de apenas un momento.
Ante un asunto tan enorme, tratado de manera tan fr¨ªvola; cuando lo que se avecina es una cat¨¢strofe humanitaria de proporciones tan descomunales y lo que se prefigura un futuro con la fuerza bruta como ¨²nica ley en el gobierno del mundo. A pesar de que la impostura y el cierre a toda interlocuci¨®n de los adalides de esta monstruosa cruzada contra todos es tan evidente, se entiende el noble esfuerzo dial¨¦ctico de quienes, cargados de raz¨®n, luchan por evitarla, en el l¨ªmite de lo imposible. Tambi¨¦n en esto -como en el plano de los medios, s¨®lo que al rev¨¦s- la asimetr¨ªa en la calidad de las posiciones es realmente aparatosa. Seguramente no es por casualidad que la riqueza en recursos b¨¦licos tenga como contrapartida una escandalosa pobreza en la textura de los argumentos. Tanta que, con frecuencia, s¨®lo lo dram¨¢tico de la situaci¨®n ayuda a contener la risa, a la vista del tenor (que no s¨®lo de la entonaci¨®n y del tono) de ciertos discursos.
En la prensa de uno de los ¨²ltimos d¨ªas, en la misma hoja en que se daba noticia del nacimiento del Tribunal Penal Internacional, saltaba la informaci¨®n de que Estados Unidos no pensaba -es decir, al menos, habr¨ªa considerado en serio la posibilidad de- torturar al ¨²ltimo dirigente de Al Qaeda detenido. ?ste s¨®lo ser¨ªa privado de "sue?o, luz natural, agua, alimentos y asistencia m¨¦dica". La tortura no es tortura, la guerra de agresi¨®n es s¨®lo preventiva o defensiva, las armas son o no de destrucci¨®n masiva s¨®lo seg¨²n quien disponga de ellas y el sujeto pasivo de las hostilidades. Irak es un Estado canalla, pero puede ser un buen compa?ero de cama si se trata de votar contra el Estatuto de Roma...
El presidente Roosevelt, en enero de 1941, anunci¨® que los aliados luchaban por las conocidas como "las cuatro libertades". Una de ellas es la "estar libre de temor". Chomsky, como colof¨®n de un l¨²cido an¨¢lisis de la pol¨ªtica estadounidense en Centroam¨¦rica, que bien podr¨ªa extenderse a la desplegada en el Cono Sur y en otras partes del mundo, denunci¨® la presencia de una "quinta libertad" a preservar por cualquier medio: "la de saquear y explotar".
Cuando lo que se prepara es una guerra arbitrariamente decidida al margen del derecho, destinada a producir millares de v¨ªctimas, sin otra justificaci¨®n que el afianzamiento del propio poder en la escena mundial, lo pertinente, a la luz del orden jur¨ªdico internacional en vigor, es hablar de guerra-crimen. Y siendo as¨ª, no parece descabellado concluir que estamos ante la consagraci¨®n de la "sexta libertad".
Perfecto Andr¨¦s Ib¨¢?ez es magistrado.
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