A la guerra ilegal
George Bush ha dado carpetazo a la diplomacia y abierto el camino de la guerra, en clara violaci¨®n de la legalidad internacional. Bush y sus dos ac¨®litos, Blair y Aznar, los tres de las Azores, ni siquiera han culminado su ultim¨¢tum al Consejo de Seguridad, pues ayer, minutos antes de que se reuniera la m¨¢xima instancia de la ONU, decidieron retirar su proyecto de resoluci¨®n para la guerra. Han fracasado en su intento de convencer a la comunidad internacional en nombre de la cual pretenden actuar.
Si en las pr¨®ximas horas Sadam Husein no cede el poder, las bombas de ¨²ltima tecnolog¨ªa de EE UU caer¨¢n masivamente sobre Irak, que ser¨¢ invadido. Bush y sus ac¨®litos han sido incapaces de resolver la crisis por v¨ªa diplom¨¢tica. Ante tan estrepitoso fracaso, preocupa su falta de capacidad para gestionar las consecuencias de una acci¨®n b¨¦lica que no s¨®lo provocar¨¢ la ca¨ªda del r¨¦gimen de Sadam Husein a un coste elevado en sufrimientos y vidas humanas, sino que puede poner en marcha movimientos tect¨®nicos cuyo control puede escapar a estos aprendices de brujo.
Los tres retiraron su propuesta de resoluci¨®n oficialmente ante la amenaza de que Francia y Rusia la vetaran. En realidad, no lograron sumar los nueve votos positivos que pretend¨ªan exhibir como una victoria moral y en contra de lo anunciado por Bush, renunciaron a mostrar las cartas. Ahora ser¨¢ EE UU quien vetar¨¢ cualquier nueva propuesta de Francia y Rusia para evitar la guerra. Pese a que Bush, Blair y Aznar han proclamado que una segunda resoluci¨®n era "deseable", pero no necesaria, al renunciar a ella se sit¨²an claramente en la ilegalidad. No hay cl¨¢usula autom¨¢tica en la 1.441 que legalice el empleo de la fuerza. Como m¨ªnimo, el Consejo de Seguridad ten¨ªa que haber constatado una nueva "grave violaci¨®n" de sus obligaciones por parte de Irak. Por eso se afan¨® Blair en una nueva resoluci¨®n, y su fracaso ha abierto una profunda crisis en su partido. La dimisi¨®n, ayer, del l¨ªder laborista en los Comunes y ex ministro de Asuntos Exteriores, Robin Cook, anuncia aires de vendaval en la pol¨ªtica brit¨¢nica y europea.
Por vez primera un Gobierno de la Espa?a democr¨¢tica apoya una guerra no secundada ni autorizada por ninguna organizaci¨®n internacional, ya sea mundial, como la ONU, o regional, como la OTAN y la UE en el caso de Kosovo. Es una grav¨ªsima quiebra en la pol¨ªtica exterior espa?ola, que merece algo m¨¢s que una mera sesi¨®n informativa como la que habr¨¢ hoy en el Congreso de los Diputados. Aznar no ha hecho absolutamente nada por evitar esta guerra y mucho, m¨¢s de la cuenta, por secundarla. Se ha situado a s¨ª mismo y al Estado espa?ol fuera de la ley, incluido el uso de sus bases por EE UU para esta guerra, pues el convenio obliga a una autorizaci¨®n expresa del Gobierno para su uso. La farsa que ha estado representando el Gobierno ha llegado hasta tal punto que Aznar sigui¨® afirmando ayer la inexistencia de compromiso alguno de participaci¨®n militar espa?ola.
El Gobierno se ha sentado en el Consejo de Seguridad para contribuir a dinamitarlo. Aunque no sin cinismo, los tres de las Azores, a la vez que lanzaban su ultim¨¢tum a Sadam Husein y al Consejo de Seguridad, se?alaban su "intenci¨®n de buscar la adopci¨®n de forma urgente de nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas" para apoyar la reconstrucci¨®n de un pa¨ªs que en buena parte pueden destruir las bombas estadounidenses. Es decir, primero se dinamita y se siembra la discordia entre sus miembros y luego se intenta aprovechar lo que queda de ¨¦l.
Sadam Husein, que ayer admiti¨® haber pose¨ªdo armas de destrucci¨®n masiva en el pasado, le har¨ªa un favor a su pa¨ªs y al mundo si dejara el poder y se exiliara, o sus generales si le depusieran. Pero el ultim¨¢tum de EE UU ya est¨¢ totalmente en la l¨®gica y el calendario de la guerra. Hoy mismo, ir¨®nicamente, cuando Hans Blix tiene que presentar un informe en la ONU sobre el progreso de su labor, los inspectores internacionales se retirar¨¢n de Irak para abrir la puerta a una guerra en la que Bush, Blair y Aznar no han dejado de pensar desde el primer momento. Por desgracia, la farsa toca a su fin. Para que hablen las armas.
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