El concejal que inspeccionaba barcos
En v¨ªsperas de las elecciones municipales conviene hacer algunas reflexiones sobre el caso del ex concejal de Urbanismo de Banyoles, Josep Alsina, condenado recientemente a dos a?os y medio de c¨¢rcel por el naufragio de un barco tur¨ªstico en el lago gerund¨¦s, que caus¨® la muerte a 21 turistas franceses.
Todo el pueblo de Banyoles ha expresado su indignaci¨®n ante un suceso tan desgraciado, al igual que las entidades municipalistas catalanas y espa?olas. Es dif¨ªcil de entender porqu¨¦ un concejal deber¨ªa pagar con la c¨¢rcel el hecho de que el barco incumpliera ciertos requisitos t¨¦cnicos o administrativos. No elegimos representantes pol¨ªticos municipales para que supervisen barcos; los elegimos para que definan los objetivos pol¨ªticos, para que establezcan las prioridades, para que tomen decisiones; los elegimos, en el caso de Banyoles, para que hagan del lago una se?a de identidad del municipio.
As¨ª deber¨ªa ser, pero la realidad es bien distinta. En nuestro pa¨ªs se ha ido consolidando en casi todos los municipios la percepci¨®n de que el cargo de concejal no es un cargo pol¨ªtico, sino una autorizaci¨®n para ejercer el mando del personal municipal y para desempe?ar funciones t¨¦cnicas y administrativas sin m¨¢s t¨ªtulo que los votos de los ciudadanos.
Muchos llegan a concejales motivados por la emocionante oportunidad de mandar brigadas municipales, cuerpos de polic¨ªa y negociados administrativos. Muchos sue?an en las inquietas noches preelectorales con el d¨ªa venturoso en el que podr¨¢n firmar y firmar documentos que cambien hist¨®ricamente el destino local.
Muchos llegan a sus responsabilidades hambrientos de mando y de firma, y en su inicial entusiasmo desbancan a los funcionarios de la titularidad de todas las firmas posibles. La nula resistencia, la poco disimulada satisfacci¨®n de los funcionarios tan severamente despose¨ªdos deber¨ªa hacerles sospechar. Pero no sospechan, ni nadie les advierte de las graves consecuencias de su infantil ambici¨®n. Nadie les explica que firmar documentos en una administraci¨®n p¨²blica puede producir al ansioso firmante muy serias responsabilidades administrativas y penales. Nadie les explica tampoco, y es todav¨ªa m¨¢s importante, que firmar no significa mandar, sino que, al contrario, cuanto m¨¢s documentos se firman, menos tiempo queda para ejercer la direcci¨®n pol¨ªtica. Cuanto m¨¢s se firma menos se gobierna.
El concejal que va a firmar a ¨²ltima hora de la ma?ana es una figura habitual en nuestros ayuntamientos. Cuando llega, el funcionario de turno le tiene preparado un buen n¨²mero de expedientes que ¨¦l firma sin haber examinado su contenido, ni sus motivaciones, ni su trascendencia. Tal vez piensa que firmando ha cumplido con la confianza que deposit¨® en ¨¦l la ciudadan¨ªa. Pero ignora que cuando los funcionarios no firman, y el concejal firma sin leer, se producen todos los requisitos para adquirir responsabilidades pol¨ªticas, administrativas e incluso penales sin comerlo ni beberlo.
Un concejal, como un alcalde, s¨®lo deben firmar las decisiones pol¨ªticas, aquellas que exigen la elecci¨®n entre varias posibilidades; cuando la decisi¨®n es reglada, debe firmar un funcionario. Cuando la cuesti¨®n es t¨¦cnica, debe firmar un funcionario. Cuando la cuesti¨®n es jur¨ªdica, debe firmar un funcionario. Estas sencillas advertencias no las reciben los concejales al principio de su mandato, reparan en su importancia cuando cometen errores o, m¨¢s dram¨¢ticamente, cuando el juez los condena, como el concejal de Banyoles.
El concejal de Banyoles es inocente pero el juez tiene raz¨®n al condenarlo. Quienes tienen la culpa son quienes no se preocupan por instruirlo, quienes s¨®lo le pintan un panorama halag¨¹e?o despreocup¨¢ndose luego de su suerte.
La responsabilidad deber¨ªa recaer en las instituciones responsables de la formaci¨®n de los pol¨ªticos locales: las diputaciones, los partidos, las federaciones de municipios. Muchas de estas instituciones, y mucha gente, piensan que no hay que formar a los nuevos concejales. Se piensa tal vez que los votos dan la sabidur¨ªa. Pero no.
Los concejales y alcaldes deben aprender a gobernar, porque lo que no se aprende no se sabe. Hay quien intenta ense?ar, y organiza cursillos de unas pocas horas intentando que los alcaldes y concejales aprendan en un ratito lo que los funcionarios tardan muchos a?os en aprender. Tampoco es esto. Instruir a un pol¨ªtico no significa capacitarlo para que ejerza de t¨¦cnico. Ense?ar a un pol¨ªtico local su funci¨®n es ense?arle a gobernar. La democracia es un r¨¦gimen donde gente no experta dirige pol¨ªticamente a gente experta.
Manuel Zafra es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Granada y Albert Calder¨®, abogado y consultor de Estrategia Local
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