El barraquismo invisible
Hace poco se clausuraban en Barcelona, en el marco del A?o del Dise?o y convocadas por el FAD bajo el t¨ªtulo Barraca Barcelona, unas jornadas dedicadas a las nuevas formas de chabolismo que est¨¢ conociendo la ciudad. El contexto de referencia ha sido el de unos d¨¦ficit en materia de vivienda que son un ejemplo radical de c¨®mo las necesidades b¨¢sicas han acabado convertidas en negocio lucrativo. Ese proceso, que convierte en privilegio lo que deber¨ªa ser un derecho, se contempla en la ense?anza, en las pensiones, en la sanidad..., pero alcanza su desmesura absoluta en el ¨¢mbito del h¨¢bitat. De lo que deber¨ªa ser una exigencia inalienable y garantizada -a tener vida privada, intimidad, refugio f¨ªsico y moral, lugar para la sexualidad, el confort o la cocina, en una palabra, a un ho-gar- se ha hecho impunemente un bien de consumo y de inversi¨®n inaccesible para una parte importante de la poblaci¨®n.
'Barraquismo invisible': un chabolismo clandestino en Barcelona que evidencia el grave problema de la vivienda
Para una gran mayor¨ªa de los ciudadanos, adquirir una casa implica, en el sentido literal de la expresi¨®n, hipotecarse la vida. Para otros sectores, acceder a una vivienda digna es simplemente imposible. Para los j¨®venes, para las personas mayores sin recursos, para los nuevos y los viejos pobres urbanos, y para multitud de inmigrantes el alojamiento ha dejado de ser un derecho. El lugar para vivir -curiosa expresi¨®n, que insin¨²a que m¨¢s all¨¢ de sus puertas lo que hay no es vida- es hoy un objeto mercantil que se vende y se compra a precios que han experimentado un aumento salvaje en los ¨²ltimos a?os. Las legislaciones marco promulgadas por la Administraci¨®n central o por la Generalitat son responsables, sin duda, pero no es menos cierto que muchos ayuntamientos han descubierto en la venta de suelo p¨²blico a promotores inmobiliarios una fuente de recursos que reinvertir luego en pol¨ªticas de autopromoci¨®n institucional y en campa?as de imagen dirigidas a turistas y a inversores. Las grandes empresas dedicadas a la construcci¨®n y venta de pisos viven uno de sus mejores momentos, favorecidas por las buenas condiciones del mercado dinerario, pero tambi¨¦n por la casi desaparici¨®n de la vivienda protegida y de promoci¨®n p¨²blica, y una oferta de alquileres escasa y cara.
Los efectos colaterales de este cuadro son diversos. En el caso de los j¨®venes, el sorteo de pisos de alquiler de hace unos d¨ªas demuestra hasta qu¨¦ punto nuestros gobernantes municipales pueden reducir los problemas m¨¢s graves a un show medi¨¢tico. Frente a indignidades como ¨¦sa, el movimiento okupa es una reacci¨®n del todo leg¨ªtima. Los inmigrantes, a su vez, se ven abocados a un mercado de viviendas en mal estado en zonas degradadas que, adem¨¢s, intentan rentabilizar al m¨¢ximo por la v¨ªa del hacinamiento o el realquiler. La situaci¨®n se ve agravada por la desaparici¨®n por decreto de m¨¢s de 200 pensiones asequibles, que ofrec¨ªan m¨¢s de 4.000 camas en el centro urbano de Barcelona. Las pocas que han sobrevivido est¨¢n orientadas al turismo y sus precios resultan prohibitivos para muchos. Adem¨¢s, estos establecimientos no son accesibles para los miles de inmigrantes ilegales -130.000 en Catalu?a, seg¨²n c¨¢lculos recientes-, en la medida en que han de presentar listas de hu¨¦spedes a la polic¨ªa.
Todo ello ha acabado suscitando una oferta clandestina de pensiones ilegales, cobertizos o patios interiores habilitados, alquiler de balcones e incluso de armarios, "camas calientes" -lechos que se usan por turnos-, etc¨¦tera. En los casos m¨¢s extremos, nos encontramos con aut¨¦nticos campamentos de inmigrantes sin techo, como los que se levantaban en varios puntos de Barcelona -plaza de Catalunya, parque de L'Espanya Industrial, paseo de Llu¨ªs Companys- hasta la masiva redada policial de agosto de 2001. En la actualidad tenemos asentamientos de emergencia de acaso centenares de pobres y reci¨¦n llegados en el Pont del Treball (v¨¦ase el reportaje de EL PA?S del 15 de marzo) y en losantiguos cuarteles de Sant Andreu, ambos debidamente escamoteados a la mirada de los viandantes.
En conjunto, todo ese panorama se constituye en una nueva forma de barraquismo: el barraquismo invisible, un chabolismo disperso y clandestino que advierte de la persistencia de problemas sociales graves asociados a la vivienda, que hab¨ªan sido oficialmente superados y que se esconden por su incompatibilidad con la Barcelona en venta como negocio y como espect¨¢culo. Es imposible conocer el n¨²mero exacto de afectados por esa situaci¨®n, pero seguro que son miles.
Barraca Barcelona sirvi¨® para evaluar hasta qu¨¦ punto aquel barraquismo que va de la d¨¦cada de 1940 hasta su erradicaci¨®n oficial, a finales de los ochenta, debe ser reconsiderado. De entrada, reconociendo que existi¨®, porque consignas oficiales como la de que Barcelona hab¨ªa existido de espaldas al mar olvidan que miles de barceloneses vivieron hasta no hace mucho en sus playas, en barrios como el Camp de la Bota, Somorrostro o Pequ¨ªn. El rescate del conmovedor testimonio fotogr¨¢fico de Esteve Lucer¨®n sobre los ¨²ltimos d¨ªas de La Perona -expuesto en la Sala Reference, en la calle de Sant Gil- es una aportaci¨®n b¨¢sica a esa vindicaci¨®n de la memoria m¨¢s humilde, pero tambi¨¦n m¨¢s digna y m¨¢s heroica, de la ciudad.
Nadie pretendi¨® hacer un elogio fr¨ªvolo del barraquismo. Lo que se hizo fue advertir, como se?alaba Oriol Bohigas en estas mismas p¨¢ginas (EL PA?S, 19 de febrero), de que aquellos asentamientos autoconstruidos y en gran medida autogestionados fueron, en no pocos aspectos, preferibles a los inorg¨¢nicos pol¨ªgonos de viviendas que les sucedieron, lo que no en vano se llam¨® el barraquismo vertical. Pero tambi¨¦n son superiores t¨¦cnicamente -puesto que fueron una soluci¨®n- y moralmente -puesto que al menos se ve¨ªan- al actual barraquismo secreto en Barcelona, una ciudad en la que la pobreza y la fealdad parecen haber sido declaradas ilegales.
Manuel Delgado es profesor de Antropolog¨ªa en la UB
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