Un olor a d¨®lares
Ha comenzado la segunda vuelta de la guerra del Golfo, que subraya hasta la caricatura lo que ya vimos hace 12 a?os, la desigualdad llevada a sus formas m¨¢s extremas entre la penosa impotencia de un pa¨ªs econ¨®micamente exang¨¹e y militarmente rid¨ªculo y la insoportable omnipotencia de una estructura b¨¦lica irresistible. No estamos por ello asistiendo a una guerra, sino a una operaci¨®n de polic¨ªa militar y de limpieza pol¨ªtica que, sin embargo, para ser cre¨ªble, tiene que producir muertos. En la versi¨®n de 1991, algunas docenas de soldados estadounidenses, por una parte, y entre 150.000 y 200.000 iraqu¨ªes por otra, de los cuales, cerca de 40.000, banalizados como da?os colaterales. El prop¨®sito de esta ¨²ltima invasi¨®n se ha ido modificando a medida que Estados Unidos renunciaba a legitimarla internacionalmente. Primero, fue la lucha contra el terrorismo y su vinculaci¨®n con los pa¨ªses (Irak entre ellos) que formaban el eje del mal; la dificultad de probar la relaci¨®n entre Sadam y Al Qaeda cambi¨® el tercio a la necesidad de protegerse de los pa¨ªses que poseyeran armas de destrucci¨®n masiva (Irak las pose¨ªa); la dificultad de cerciorarse de la existencia de esas armas suscit¨® la urgencia democr¨¢tica de acabar con las dictaduras (Irak en primer lugar); y finalmente la posibilidad de que Sadam desapareciera puso las cosas en su sitio, se trataba de crear un orden democr¨¢tico y norteamericano en Oriente Pr¨®ximo, instaurado y dirigido directamente por Estados Unidos. Como figura en la declaraci¨®n estrat¨¦gica del Gobierno Bush publicada en septiembre de 2002: "Am¨¦rica posee y se propone conservar una superioridad militar tal que le permita responder a cualquier desaf¨ªo b¨¦lico haciendo in¨²tiles, en adelante, las desestabilizadoras carreras armament¨ªsticas y limitando las rivalidades entre Estados al comercio y otros ¨¢mbitos de la misma naturaleza".
Esta voluntad de poder b¨¦lico por parte de Estados Unidos no es de ahora, como nos recuerdan G¨¦rard Chaliand y Arnaud Blin en su libro Am¨¦rica is back (Editorial Bayard, 2003). El convencimiento de que la victoria militar se traduce necesariamente en victoria pol¨ªtica y de que la superioridad b¨¦lica es indisociable de la superioridad material y tecnol¨®gica acompa?a todo el desarrollo hist¨®rico norteamericano y funda su tradici¨®n guerrera, en la que moral y violencia, riqueza y legitimidad del poder son los soportes de su expansionismo mesi¨¢nico. Por ello, cuando el mito de la nueva frontera llega al Pac¨ªfico y agota su dimensi¨®n interior, el ¨²nico cumplimiento posible del mesianismo norteamericano tiene que ser b¨¦lico y exterior. La terminolog¨ªa apocal¨ªptico-moral, sobre todo en su uso por Reagan y Bush Jr., es por su condici¨®n primaria muy reveladora. Ahora bien, para que esta estrategia funcione, la visibilidad de la guerra es requisito esencial, por lo que su modalidad principal tiene que ser la de la exhibici¨®n militar. Porque si lo que queremos es eliminar a Sadam Husein o inutilizar las armas de destrucci¨®n masiva, tenemos hoy procedimientos y mecanismos mucho m¨¢s eficaces y econ¨®micos que poner en marcha una armada impresionante, centenares de aviones, millares de tanques y m¨¢s de 300.000 hombres. La obra de Eric Denec¨¦ -Fuerzas especiales, el porvenir de la guerra, Editions du Rocher, 2003- director de la revista Informaci¨®n y operaciones especiales, es una mina de datos y argumentos.
Pero es evidente que no es reducir costos lo que buscan los conductores de estas guerras, pues para ellos lo m¨¢s importante es justificar ante su opini¨®n p¨²blica el extraordinario aumento del presupuesto de defensa en 2003, que roza los 400.000 millones de d¨®lares, a los que tienen que agregarse los 200.000 previstos para cubrir las necesidades de esta guerra y sus consecuencias. Claro que esa lluvia de millones tiene buenos destinatarios: Lockheed Martin, Boeing, Raytheon Systems, Starmet, Loral Vought, Textron Defense Systems, Bechtel, Halliburton (Dick Cheney) y muy en particular Carlyle y la United Defense Industries, fabricante de los tanques Bradley y de los misiles de lanzamiento vertical del clan Bush. Todo muy cerca de la connivencia pactada propia del establishment militar-industrial y del pelotazo hisp¨¢nico. ?Cu¨¢ndo nos va a contar alguien la saga empresarial de Bush Jr. desde la Bush Exploration Oil Co hasta el Club Texas Rangers, pasando por los desastres Spectrum 7 y Harken Corporation o c¨®mo ganar dinero perdi¨¦ndolo?
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