Cazadores de cabezas
El m¨¢ximo objetivo consiste en conseguir la cabeza de Sadam Husein y exponerla sobre un catafalco iluminado por l¨¢ser en el centro de Times Square.
A esa finalidad van dirigidas las operaciones militares de 250.000 soldados armados hasta los dientes, los 900 helic¨®pteros, los mil aviones, los F 117 invisibles, las bombas electromagn¨¦ticas y las incontables reservas de carros blindados, lanzamisiles, compa?¨ªas de ¨¦lite, destructores, fragatas y portaaviones. El asesinato y decapitaci¨®n de Sadam acaso podr¨ªa lograrse con muchos menos medios, pero no saben.
Desaciertos de la CIA
La aspiraci¨®n de Estados Unidos en Irak es la alta 'performance', el despliegue del superespect¨¢culo, de su tecnolog¨ªa incomparable y de su hegemon¨ªa sin precedentes
El coste para Estados Unidos no tiene sentido contabilizarlo en gastos militares. Como tampoco las ganancias de la contienda deben medirse en barriles de petr¨®leo
EE UU dispone de una extraordinaria oportunidad para exhibirse. Una acci¨®n militar proporcionada al grado de resistencia iraqu¨ª ser¨ªa muy pobre, pero una guerra a secas ser¨ªa poco
Los servicios de inteligencia norteamericano, la CIA o el FBI hace tiempo que no aciertan ni una y si se trata del terrorismo isl¨¢mico son invariablemente burlados. Dieron muestra de su c¨®mica glamourosa incompetencia con los atentados del 11-S, pero, despu¨¦s, Bin Laden sorte¨® limpiamente su acoso en los laberintos de Tora Bora y Sadam Husein los confunde repetidamente a trav¨¦s de la transmigraci¨®n en su media docena de dobles. Nunca, por tanto, estar¨¢n seguros de poseer la cabeza de Sadam hasta degollar a una siniestra colecci¨®n de Sadames.
Pero, entretanto, ?qu¨¦? En el intervalo, Estados Unidos dispone de una extraordinaria oportunidad para exhibirse. Una acci¨®n militar proporcionada al grado de resistencia iraqu¨ª ser¨ªa muy pobre, pero incluso una guerra a secas ser¨ªa poco. La aspiraci¨®n de Estados Unidos en Irak es la alta performance, el despliegue del superespect¨¢culo, de su tecnolog¨ªa incomparable y de su hegemon¨ªa sin precedentes. Nunca, en la historia de la Humanidad, una naci¨®n acapar¨® m¨¢s poder que el de Estados Unidos. Nunca un imperio -ni con Carlomagno, los faraones, los romanos, China, la monarqu¨ªa brit¨¢nica- fue tan grande. Ning¨²n otro pa¨ªs posee hoy flota en m¨¢s de dos oc¨¦anos, pero ellos est¨¢n presentes en los cinco, y gastan m¨¢s en presupuestos militares que las 15 siguientes naciones juntas, de manera que sus casi 400.000 millones de d¨®lares en defensa significan la mitad de todos los gastos militares del mundo.
Pero ni as¨ª los norteamericanos, que temen a los marcianos, los virus misteriosos, las conspiraciones continuas, se sienten seguros. Demostrar su poder¨ªo militar es una buena forma de ostentaci¨®n, pero tambi¨¦n una demoledora informaci¨®n disuasoria.
La guerra de Irak es una ofensiva, a ojos del mundo, pero incluso esta evidencia se invierte ideol¨®gicamente para considerarla una operaci¨®n de defensa. Una guerra preventiva para neutralizar las amenazas de las armas de destrucci¨®n masiva, y fulminar, en todo caso, la temible acci¨®n del mal. El esp¨ªritu norteamericano no es guerrero, pero s¨ª muy religioso. No es de talante imperialista, pero s¨ª patol¨®gicamente codicioso.
Una guerra contra Irak puede parecer ilegal, injusta, injustificada. Resulta adem¨¢s grotesca de acuerdo al clamoroso desequilibrio de fuerzas, pero es, sin embargo, para Estados Unidos, una guerra necesaria, consecuente, urgente. Y, como proclamaron, "inevitable".
Conciencia ciudadana
La guerra se hac¨ªa necesaria a Estados Unidos porque desde el 11-S el Gobierno de Bush se consider¨® "ya en guerra", we are at war, y as¨ª se hizo resonar en la conciencia ciudadana. ?D¨®nde, sin embargo, hallar la ocasi¨®n de guerra? La ansiedad por representarla y ganarla se tradujo en una primera decepci¨®n afgana. Pronto, pues, hab¨ªa que designar, preparar y montar otro escenario para la frustrada representaci¨®n de la victoria.
De la victoria del Bien contra el Mal, naturalmente. Pero tambi¨¦n para la elocuente escenificaci¨®n de una superproducci¨®n militar, y no militar, fastuosa, desconocida por la Humanidad hasta ahora, seg¨²n la opini¨®n m¨¢s extendida. Una fuerza econ¨®mica, pol¨ªtica, cient¨ªfica, militar, tecnol¨®gica y simb¨®lica como jam¨¢s se ha visto. ?Las Naciones Unidas? ?El Tribunal Penal Internacional? ?El Protocolo de Kioto? ?Los convenios de minas antipersonas? Estados Unidos es m¨¢s que la legalidad internacional: es la Ley.
La guerra acometida frente a la oposici¨®n de Francia, de Alemania, de China o de Rusia multiplica la proporci¨®n de su fuerza. M¨¢s que una potencia al lado de las dem¨¢s, es el centro de la potencia; m¨¢s que una cultura al costado de otras, es la cultura popular del mundo; m¨¢s que un simple way of life, lo norteamericano se alza como una aut¨¦ntica civilizaci¨®n. ?Qui¨¦n puede, en estas condiciones, aleccionarle sobre el derecho de las gentes?
M¨¢s que guerrear, las tropas norteamericanas tienen por misi¨®n hacer patente la actual magnitud de su pa¨ªs, su escala, fuera de escala. De esta manera la guerra halla, dentro de la misi¨®n hegem¨®nica norteamericana, su legitimaci¨®n interior. El impacto de las bombas, la capacidad de destrucci¨®n y de paralizaci¨®n, la tormenta de su justicia divina no se dirigen, claro est¨¢, contra los m¨ªseros iraqu¨ªes, sino a los medios de comunicaci¨®n internacionales. No tratan, sobre todo, de matar a los indefensos soldados de Sadam, sino de intimidar al planeta.
Estados Unidos necesitaba apremiantemente hacer ver pl¨¢sticamente su envergadura, a menudo dispersa en las noticias cient¨ªficas, art¨ªsticas o tecnol¨®gicas. Una guerra espectacular posee la energ¨ªa mortal de condensar esos predominios y aterrorizar. Gracias a la guerra de Irak, Estados Unidos obtiene la m¨¢xima exposici¨®n corporal en la feria internacional del fuego. ?Sin costes?
El coste para Estados Unidos no tiene sentido contabilizarlo en gastos militares. Como tampoco, las ganancias de la contienda, deben medirse en barriles de petr¨®leo. Tanto lo que conquista como lo que pierde Estados Unidos en esta invasi¨®n son, principalmente, bienes simb¨®licos, y as¨ª, el m¨¢ximo perjuicio de la batalla se contar¨¢ en el deterioro de la marca norteamericana ante la opini¨®n p¨²blica del mundo. Reconstruir Irak es un paso elemental tras la devastaci¨®n, pero la reconstrucci¨®n del aprecio al logo USA ser¨¢ la tarea ¨ªmproba que habr¨¢n de emprender las otras fuerzas de su Pent¨¢gono de la persuasi¨®n y el marketing.
La imagen ante el mundo
Ya antes de este ataque, la Administraci¨®n norteamericana se ocup¨® de distintas maneras, con Charlotte Beers (subsecretaria de la Diplomacia P¨²blica y ex jefe de dos gigantes de la publicidad, Ogilvy & Mather y Walter Thompson), de mejorar su imagen ante el mundo. Apenas lo consigui¨®. Las colosales inversiones que desde la Segunda Guerra Mundial lograron convertir el sello norteamericano en lo m¨¢s fascinante del cine, la m¨²sica, los consumos o las modas, piden ahora ser reforzadas para recuperar el da?o que esta matanza le acarrea. ?Conseguir¨¢ recuperarse?
Un sondeo de The Herald Tribune confirmaba, bajo el t¨ªtulo de A rising anti-american tide (Un ascenso de la corriente antiamericana), que ya, hace semanas, tanto en Alemania, en Italia o en el Reino Unido -los mejores amantes norteamericanos de Europa-, el entusiasmo hab¨ªa flaqueado.
Pero, fuera de Estados Unidos, ?a qu¨¦ cultura referirse?, ?el islam?, ?el orientalismo confuciano? Efectivamente han reaparecido con claridad las diferencias entre Estados Unidos y Europa, pero la disparidad afecta ante todo a los l¨ªderes, Bush es la se?a de lo decadente y la opini¨®n p¨²blica m¨¢s progresiva se unifica a un lado y otro del mar. Por extra?o que hoy parezca, es probable que la pr¨®xima imagen encantadora de Estados Unidos sea aquella que sus comunicadores y empresarios obtengan inspir¨¢ndose en los rasgos europeos. El pr¨®ximo Estados Unidos a la venta ser¨¢ menos norteamericano y m¨¢s europeo. O, en suma, dejar¨¢ de presentarse como una opci¨®n de all¨¢ y ser¨¢ la ¨²nica opci¨®n. Es decir, una opci¨®n sin elecci¨®n, invisible, porque se tratar¨¢ de una propuesta que abarcar¨¢, como un puding, la diversidad del mundo, con base en la pasta occidental, pero con incorporaci¨®n de los m¨²ltiples aderezos ex¨®ticos, iraqu¨ªes incluidos. As¨ª tienden a ser las grandes ciudades contempor¨¢neas, norteamericanas o no, y as¨ª acabar¨¢ siendo, perdido su rostro de Gran Amo, la futura realidad del Imperio.
En ese proyecto de marketing, sin embargo, caer¨¢n antes muchas cabezas. Y el plan id¨®neo, el m¨¢s cinematogr¨¢ficamente feliz para Estados Unidos, es aquel que finaliza su primera fase con la cabeza de Sadam Husein y Bin Laden ensartadas en una estaca iluminada en el centro geom¨¦trico de Manhattan.
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