Olor a Nenuco
"De vez en cuando voy a pasear por la plaza de Orwell, pero ya no tiene nada que ver con lo que era", cuenta Miquel Horta, hijo del fundador de Nenuco. "De ni?o, mientras mi padre estaba encerrado en casa haciendo colonia, yo jugaba en la calle y conoc¨ªa a todo el mundo. Pero nos fuimos del barrio en 1959, cuando yo ten¨ªa 15 a?os; la llegada de la VI Flota lo cambi¨® todo y empezaron a abundar los prost¨ªbulos, las putas y los macarras. Todav¨ªa ahora, sin embargo, cuando vuelvo al barrio, entro en la casa de la calle de Arai donde nac¨ª y me quedo mirando fijamente la bola que hay al final de la escalera. Confieso que he intentado desenroscarla en m¨¢s de una ocasi¨®n para llev¨¢rmela, pero no he podido. Fue en esa bola donde mi padre me ense?¨® c¨®mo era el mundo: d¨®nde estaba el ecuador, los tr¨®picos, los polos...".
Miquel Horta, del barrio chino. La vida le ha sonre¨ªdo: una multinacional compr¨® la empresa familiar, a ¨¦l le toc¨® la loter¨ªa...
Han pasado muchos a?os desde aquellos tiempos en que la imagen del mundo se reduc¨ªa, para Horta, a un pomo de escalera, pero la reciente noticia de un defecto en un lote de productos de la marca me ha hecho pensar de nuevo en Nenuco. Miquel Horta (Barcelona, 1944) vive ahora lejos del barrio y ya no tiene nada que ver con la colonia que fund¨® su padre en los duros a?os de la posguerra. Horta dirige actualmente una productora discogr¨¢fica, Zanfonia, y conserva miles de an¨¦cdotas de sus tiempos de mecenas de la progres¨ªa catalana, de la ¨¦poca en que financi¨® en parte la editorial Emp¨²ries y la desaparecida revista El M¨®n. Horta es tambi¨¦n un bon vivant, y quiz¨¢ por eso sigue siendo socio de El Bulli junto a Ferran Adri¨¤ y Juli Soler. La fama le lleg¨®, sin embargo, en 1984, cuando le toc¨® una quiniela de 200 millones de pesetas y regal¨® el 10% a su amigo Carles Flavi¨¤ y otro buen pellizco a los comunistas catalanes. La vida le va bien, pero de vez en cuando se detiene y piensa que alg¨²n d¨ªa tendr¨¢ que escribir la biograf¨ªa de Nenuco, quiz¨¢ porque reconoce en aquella colonia el olor de su infancia, ese olor que le rescata la memoria de su padre y la de un barrio que ya no es lo que era. "Mi padre, Ramon Horta, cre¨® Nenuco, la primera colonia para ni?os, en 1946", recuerda. "Acab¨® la carrera de ingeniero industrial en 1931 y durante la guerra militaba en la UGT y fue director general de Industria de Guerra de la Generalitat. Cuando ganaron los franquistas, pens¨® en exiliarse, pero al final se qued¨® y sobrevivi¨® como pudo. Durante la II Guerra Mundial hizo un estuche de belleza que ten¨ªa en la tapa la bandera norteamericana, lo que entonces estaba mal visto. Le hicieron retocar las estrellas porque eran de cinco puntas y recordaban las del Ej¨¦rcito Rojo. Las dej¨® en cuatro puntas, pero el d¨ªa que acab¨® la guerra una perfumer¨ªa de la calle de Escudellers llen¨® el escaparate de esas cajas y unos falangistas lo destrozaron porque exhib¨ªa la bandera norteamericana". Ramon Horta fue, sin duda, un tipo original. Entre 1946 y 1968 sigui¨® fabricando Nenuco de un modo casi artesanal en su casa de la calle de Arai, junto a la plaza de Orwell. El nombre de la colonia se le ocurri¨® porque su suegra, que era de Comillas (Cantabria), sol¨ªa hacer los diminutivos con la terminaci¨®n uco. El padre se invent¨® la f¨®rmula y la etiqueta, y muchas familias del barrio se ganaban la vida llenando los envases. "Ayudaba a mucha gente", comenta su hijo. "Era un republicano muy generoso y solidario, pero de vez en cuando sacaba un car¨¢cter muy fuerte. Sufr¨ªa depresiones y las combat¨ªa con muchos barbit¨²ricos. Adem¨¢s, tomaba unos 20 caf¨¦s al d¨ªa y a veces montaba unos n¨²meros impresionantes. Recuerdo un d¨ªa, a principios de los a?os cincuenta, que entr¨® en una barber¨ªa cerca del Cosmos con una botella de champa?a y dijo: 'Hoy ha muerto un hijo de la gran puta'. Acababa de fallecer un general franquista y quer¨ªa celebrarlo. La barber¨ªa estaba llena y el barbero estaba asustado. Y yo, claro, que era s¨®lo un ni?o. Otro d¨ªa entr¨® en un caf¨¦ de La Rambla y al o¨ªr que unos militares hablaban con desprecio de Catalu?a les dijo de todo. Yo iba con ¨¦l y me me¨¦ encima del susto. El camarero ya nos ve¨ªa a todos en la c¨¢rcel. Al final, los militares lo tomaron por loco y se marcharon sin hacer nada. Pero no hay duda de que era un hombre de car¨¢cter".
Cuando Miquel Horta habla del mundo de su infancia parece que evoque el mundo del detective Carvalho: la calle de Escudellers, la plaza Reial, La Rambla, el Arc del Teatre, un limpiabotas llamado Vicente... "Yo iba a la escuela a la plaza Reial, justo encima de la tienda del taxidermista, y a¨²n recuerdo el olor a formol que nos llegaba", se?ala. "All¨ª, donde coincid¨ª con Pepe Rubianes, es donde vive ahora Oriol Bohigas. Todo ha cambiado mucho".
El negocio de Nenuco fue creciendo y cuando en 1968 muri¨® el fundador, un t¨ªo de Miquel se encarg¨® de modernizar la empresa. Se construy¨® una f¨¢brica, primero en Sant Feliu de Gu¨ªxols y despu¨¦s en Sant Mart¨ª Sarroca, y las ventas crecieron a¨²n m¨¢s. Mientras, Miquel Horta se puso a estudiar Qu¨ªmica y fue detenido en 1969 por algaradas universitarias. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, se exili¨® por un tiempo a Londres, donde conoci¨® a la que ser¨ªa su esposa. A su regreso, trabaj¨® un tiempo en el laboratorio de Nenuco, pero aquello no le llenaba. Al final, en 1985, la familia decidi¨® vender la empresa a una multinacional. A partir de aquel momento, Miquel Horta se convirti¨® en un generoso amigo de sus amigos y en una especie de patrocinador de productos catalanes de izquierda. Despu¨¦s vino el golpe de gracia del quinielazo. En resumen, que no puede decirse que la vida lo haya tratado mal. De vez en cuando, sin embargo, todav¨ªa pasea por la plaza de Orwell y, con la vista fija en la que fue su casa, recuerda aquellos a?os en los que el mundo ol¨ªa a colonia Nenuco y ten¨ªa la dimensi¨®n del pomo de la escalera.
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