El retorno de la APO
La responsabilidad de la Administraci¨®n del presidente George W. Bush en el deslizamiento del mundo hacia la tr¨¢gica situaci¨®n en que se halla hoy es probablemente tan apabullante como piensa el m¨¢s fan¨¢tico antiamericano que pasea su ira por las calles europeas. Tuvo, tras el 11 de septiembre, la inmensa oportunidad de alojarse, bienvenido por casi todos, como m¨¢xima potencia en el nuevo orden mundial. No la aprovech¨® porque Bush y la mayor¨ªa en su equipo tienen una vocaci¨®n pendenciera que los hace virtuosos de la afrenta y de crear enemigos. Kioto, Durban, Tribunal Penal Internacional, Guant¨¢namo, el entusiasmo por la pena capital, su integrismo religioso, las obscenas conexiones con grandes corporaciones -por hablar de algunas de sus acciones y caracter¨ªsticas-, lo hacen virtualmente indigerible para todo p¨²blico que no sea esa mitad del electorado que le vot¨®. Ha hecho imposible a sus aliados explicar su pol¨ªtica hacia Irak.
Y, sin embargo, que decisiones de Bush hayan sido lesivas para el mundo no equivale -sugiero- a que toda iniciativa suya, por el hecho de serlo, sea una infamia o un crimen. Sus responsabilidades son graves, las de Sadam las mayores, y no pocas las de otros que adoptan poses angelicales que esconden mal sus verg¨¹enzas. Por errores de unos, cr¨ªmenes de otros y por hipocres¨ªa, ese s¨®lido eje de Washington con Bagdad y Par¨ªs, con Berl¨ªn y Mosc¨², han saltado por los aires los mecanismos de seguridad de que dispon¨ªamos. Algunos estaban moribundos como el Consejo de Seguridad y otros apenas hab¨ªan nacido como la Pol¨ªtica Exterior de Seguridad europea.
El mundo tiene miedo. Unos a Sadam, y al terrorismo, otros a Bush, muchos a los tres y todos al futuro. La labilidad es general. Quienes hablaban de un paseo militar -cuyo ¨²nico precedente ser¨ªa el paseo de la Wehrmacht por Francia en 1940- hablan ahora de guerra eterna. Quienes auguraban cien mil muertos en los primeros d¨ªas de bombardeo se congratulan por las v¨ªctimas aliadas y a alguno se le intuye que ans¨ªa alg¨²n error en un bombardeo para lanzarles a la cara centenares de muertos civiles al sanguinario tr¨ªo de las Azores. Comenz¨® la carrera por la foto o imagen m¨¢s desgarradora para soliviantar conciencias, algunas tan adormecidas cuando de otros muertos y conflictos se trata. Las im¨¢genes indignan y conmueven a todo biennacido y movilizan.
En Espa?a es evidente que Aznar ha metido a su partido en un inmenso l¨ªo. Pero es dif¨ªcil negarle que era consciente de que iba en contra de sus intereses a corto plazo. Plagado de defectos, no est¨¢ entre ellos tama?a estulticia.
Otros se han lanzado a criminalizar una decisi¨®n pol¨ªtica del Parlamento y a deslegitimar votos con c¨¢lculos de ojeo desde la Casa de Correos. Mal asunto. Comprensible en Llamazares y en los herederos del cojo Manteca, pero alarmante en otros. La guerra es culpa de muchos, pero ahora tiene que perderla Sadam lo antes posible. Cuenta Nico Redondo que un d¨ªa le habl¨® de Llopis a un miembro de la ejecutiva actual del PSOE. No sab¨ªa qui¨¦n era. Alguno ignora la pugna de Willy Brandt por impedir al SPD verse abrazado por la Aussenparlamentarische Oppositi¨®n (APO), comunistas y ultraizquierdistas que desafiaban al parlamento "burgu¨¦s y fascista" en las barricadas hace 30 a?os. No es recomendable fomentar y adoptar a la APO si se aspira a gobernar con instituciones s¨®lidas. S¨ª se recomienda memoria.
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