M¨¢s all¨¢ del pacifismo
La historia de la humanidad comenz¨® hace ocho milenios. Se puso en movimiento con el desarrollo de los Estados, impulsados por una megaloman¨ªa dominadora que determinaba la sed de gloria de sus soberanos y la sed de sangre de sus dioses. La historia nace de la guerra y da nacimiento a la guerra. Contempla el desarrollo de las civilizaciones; cada una aporta sus artes, sus t¨¦cnicas, sus mitos y sus obras maestras. Pero tambi¨¦n contempla el naufragio de estas civilizaciones, con la p¨¦rdida de bienes y personas en innumerables Titanic hist¨®ricos. La historia ha actualizado el potencial racional, t¨¦cnico, econ¨®mico, imaginario, est¨¦tico, creador, l¨²dico y po¨¦tico, pero tambi¨¦n la locura y la desmesura del Homo sapiens-demens.
Las guerras tomaron un nuevo rumbo a partir de la revoluci¨®n industrial, que multiplic¨® el poder mort¨ªfero del armamento. Los Estados, convertidos en due?os de formidables megam¨¢quinas sociales, pasaron a utilizar armas cada vez m¨¢s masivamente mort¨ªferas. La Primera Guerra Mundial provoc¨® hecatombes sin precedentes, afect¨® a poblaciones civiles y se convirti¨® en una guerra total. La Segunda Guerra Mundial multiplic¨® por 10 la eficacia de las armas de destrucci¨®n, aniquil¨® a millones de civiles mediante bombardeos y deportaciones y culmin¨® con los hongos f¨²nebres de Hiroshima y Nagasaki. La civilizaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica-militar pas¨® a ser capaz de aniquilar a la humanidad, es decir, de aniquilarse a s¨ª misma.
El pacifismo moderno naci¨® como reacci¨®n de horror a la Primera Guerra Mundial. Se desintegr¨® bajo la ocupaci¨®n nazi, ya que su l¨®gica condujo a la paradoja de la colaboraci¨®n con la guerra hitleriana y, en muchas personas, entre ellas el autor de estas l¨ªneas, dio lugar a la Resistencia, es decir, a la entrada en un campo de guerra. No obstante, la amenaza nuclear tras Hiroshima hizo renacer el pacifismo. Pero, en cuanto la URSS se hizo con el arma at¨®mica, el Movimiento por la Paz, manipulado por la URSS (que prohib¨ªa dentro sus fronteras toda discordia pacifista) sigui¨® centr¨¢ndose en el armamento occidental. Lo que llev¨® a Fran?ois Mitterrand a decir acertadamente: "Los pacifistas est¨¢n en el Oeste, y los misiles, en el Este".
La guerra de Vietnam y las guerras de liberaci¨®n colonial dieron nacimiento en los pa¨ªses colonizadores a una oposici¨®n a las guerras represivas. En Estados Unidos, el movimiento pacifista idealiz¨® al Vietminh, ignor¨® el sistema totalitario que instauraba y se encontr¨® a contrapi¨¦ cuando Vietnam invadi¨® Camboya. Pese a su enfermedad infantil prosovi¨¦tica, el pacifismo posterior a Hiroshima atestiguaba la conciencia del paso a una amenaza global contra la humanidad. El pacifismo contra la guerra de Vietnam, pese a su car¨¢cter equ¨ªvoco, mostraba que en los pa¨ªses colonizadores se hab¨ªa formado una conciencia universalista del derecho de los pueblos y reclamaba a Occidente que rompiese con su pasado hegem¨®nico. Sin embargo, no hubo un movimiento civil global a favor de la eliminaci¨®n de todas las armas de destrucci¨®n masiva, empezando por las nucleares.
Las recientes manifestaciones han formado una coalici¨®n heter¨®clita integrada por un pacifismo absoluto, un antiamericanismo que es la ¨²ltima herencia del prospectivismo muerto, un pacifismo motivado contra una desverg¨¹enza e imprudencia belicosa y, por ¨²ltimo, un pacifismo que revela las necesidades vitales de la era planetaria. En efecto, en el levantamiento pac¨ªfico hay en parte una reacci¨®n contra la desverg¨¹enza de una caza a Bin Laden que se transforma por arte de magia en una caza a Sadam Husein, una reacci¨®n contra la inutilidad de los argumentos sobre el peligro iraqu¨ª, contra la ocultaci¨®n de los verdaderos objetivos, b¨¢sicamente estrat¨¦gicos y petrol¨ªferos, que est¨¢n dirigidos a controlar Oriente Pr¨®ximo. M¨¢s a¨²n, hay una reacci¨®n contra la pol¨ªtica hegem¨®nica casi imperial de EE UU, decidida a garantizar el orden mundial incluso sin el acuerdo de Naciones Unidas. Tambi¨¦n hay en parte una reacci¨®n contra la imprudencia de una intervenci¨®n en el centro de la zona s¨ªsmica del planeta. Una guerra contra Irak no puede quedar circunscrita; es una operaci¨®n de aprendiz de brujo que puede desencadenar una reacci¨®n en cadena catastr¨®fica.
A mi modo de ver, tras las imponentes manifestaciones recientes en Europa, en EE UU y en Australia, es decir, en el propio mundo occidental, est¨¢ el sentimiento subyacente de una amenaza apocal¨ªptica. No se trata en absoluto de salvar a Sadam Husein. Se trata de una reacci¨®n contra un c¨ªrculo vicioso de odio y de terror ya en actividad de forma abominable en la relaci¨®n entre Israel y Palestina. Adem¨¢s, la situaci¨®n actual lleva en s¨ª un mensaje todav¨ªa no formulado: la guerra, hija de la historia y madre de la historia, ha llegado al punto fatal en el que corre el riesgo de hacer zozobrar la historia. Esta reevaluaci¨®n cobra sentido, no s¨®lo porque el propio desarrollo de la historia -que se ha vuelto planetaria- conduce al abismo, sino porque nos conduce al mismo tiempo a los proleg¨®menos de una poshistoria posible. La ¨²ltima etapa de la mundializaci¨®n, iniciada en 1990, ha producido las infraestructuras tecnoecon¨®micas de una sociedad-mundo. Pero es incapaz de instaurar las estructuras y desencadena un caos que la vuelve muy improbable.Estamos, pues, ante la paradoja de nuestro tercer milenio: contamos ya con la posibilidad de salir de la historia por arriba, es decir, accediendo a una sociedad-mundo que supera los Estados y sus conflictos e instaura, no un Gobierno, sino un tim¨®n mundial a partir de instancias de decisi¨®n relativas a los problemas vitales del planeta. Pero, al mismo tiempo, las naciones no son capaces de instaurar el poder supranacional que limitar¨ªa su soberan¨ªa; Naciones Unidas se ve impotente para constituir la fuerza de gobierno mundial que permitir¨ªa dejar atr¨¢s la era de las guerras superando la era de la soberan¨ªa absoluta de los Estados nacionales. Pero estamos ante una alternativa: o la ONU logra asumir su papel de pacificaci¨®n planetaria o la v¨ªa quedar¨¢ libre para la dominaci¨®n de un nuevo Imperio que aspire hoy a hacerse cargo de la sociedad-mundo. Reformar la ONU se ha convertido en una importante exigencia para la humanidad.
La alternativa va a volverse cada vez m¨¢s acuciante; o salir de la historia por arriba o dejarse engullir por los ¨²ltimos coletazos de la historia. En ese caso, saldr¨ªamos de la historia por abajo. Tenemos un presagio de ello en la pel¨ªcula Mad Max, donde se desencadena una barbarie formidable de todos contra todos utilizando los restos y desperdicios de la civilizaci¨®n t¨¦cnica. La idea de "salir de la historia" parece ut¨®pica. Pero, ?acaso no sali¨® la humanidad de la prehistoria hace varios miles de a?os? Salir de la historia no significa inmovilizarse. Significa continuar la evoluci¨®n, pero siguiendo otras normas y en un metanivel. As¨ª, la evoluci¨®n de las sociedades humanas continu¨® la evoluci¨®n biol¨®gica, pero siguiendo otras normas y en un metanivel... Y la era planetaria produce las condiciones para una metaevoluci¨®n. Todo esto ocurre bajo la sombra de la muerte. La crisis planetaria se intensifica. Pero sabemos que tener conciencia del peligro puede prevenirlo si, claro est¨¢, no llega demasiado tarde. Y es en la crisis cuando pueden surgir y activarse las potencias generadoras y regeneradoras que est¨¢n insertadas, inhibidas y dormidas en cada ser humano, en cada sociedad y en toda la humanidad.
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