Entre lo terrenal de Truman y la religiosidad de Bush
Harry S. Truman (1945-1952) y George W. Bush (2001-) son los presidentes de Estados Unidos que han enfrentado los mayores retos internacionales en la historia de su pa¨ªs, y no es exagerado decir que eran los menos preparados para las tormentas exteriores que tuvieron que capotear.
En la dif¨ªcil elecci¨®n presidencial de 1944, los estadounidenses nunca hubieran votado por Truman. Era s¨®lo un inocuo compa?ero de f¨®rmula del legendario Franklin D. Roosevelt (FDR), quien buscaba la reelecci¨®n por cuarta ocasi¨®n, y cuyo grave estado de salud se guard¨® en secreto frente al electorado.
De forma an¨¢loga, en el caso de Bush, si el elector hubiese podido adivinar los retos internacionales que enfrentar¨ªa, George W. nunca hubiese llegado a la Casa Blanca. El debate electoral de 2000 fue sobre c¨®mo administrar la abundancia que produjo la bonanza econ¨®mica de los noventa; el panorama internacional aparec¨ªa despejado para la ¨²nica superpotencia mundial, que parec¨ªa disfrutar el cuento de Francis Fukuyama del fin de la historia.
A pesar de ciertas similitudes en sus personalidades -sencillos y con facilidad para conectar con el ciudadano com¨²n y corriente, adem¨¢s de una percepci¨®n casi generalizada de su falta de experiencia en asuntos internacionales-, el origen de ambos mandatarios dif¨ªcilmente podr¨ªa ser m¨¢s distinto.
Truman pertenec¨ªa al mundo rural; vivi¨® en carne propia el sudor del granjero que tiene que ganarse la vida; lo rechazaron de West Point por miope, pero se las ingeni¨®, a pesar de su vista deficiente, para ser alistado en el Ej¨¦rcito y combati¨® con enorme valent¨ªa en la Primera Guerra Mundial en Francia. Antes de llegar a la pol¨ªtica, o m¨¢s bien para salir de la granja, hizo de todo: fungi¨® como empleado de banco, soldado y comerciante.
En contraste, Bush pertenece a la aristocracia del Noreste, donde asisti¨® a las mejores escuelas, m¨¢s por tradici¨®n familiar que por m¨¦ritos propios; fue uno de los ¨²ltimos lugares en su generaci¨®n de abogados en Yale; evit¨® la guerra de Vietnam logrando, a trav¨¦s de influencias, un puesto en la Guardia Nacional A¨¦rea de Tejas. Se hizo rico con el b¨¦isbol y enfrent¨® un serio problema de alcohol, y probablemente drogas, a trav¨¦s de una gran fe religiosa. Que el mandatario de Estados Unidos sea profundamente religioso no es de sorprender, ya que en ese pa¨ªs m¨¢s de la mitad de sus habitantes pertenecen a alguna iglesia. Pero en esta mezcla de pol¨ªtica y fe cristiana, la religiosidad de George W. lo ha convertido en un aliado natural de los ultraconservadores, sean ¨¦stos jud¨ªos o cristianos, y son ellos quienes hoy dise?an la estrategia de pol¨ªtica exterior de la ¨²nica superpotencia del mundo.
El crecimiento de Truman. El vicepresidente Truman tuvo que asumir la presidencia a 82 d¨ªas de iniciado el periodo 1945-1948, cuando FDR finalmente muri¨®. Poco o nada sab¨ªa de las graves amenazas y dif¨ªciles decisiones que lo esperaban en el entorno internacional. A Bess, su esposa, le confes¨®: "Convers¨¦ ¨²nicamente en dos ocasiones con FDR de pol¨ªtica internacional". Y desde luego que nunca escuch¨® hablar del proyecto S1" -la bomba at¨®mica-, el desarrollo cient¨ªfico militar m¨¢s importante en la historia de Estados Unidos.
A semanas de asumir el cargo, ante la rendici¨®n de Hitler, Truman se encontrar¨ªa con los otros dos jefes aliados, Winston Churchill y Jos¨¦ Stalin, en Potsdam, Alemania, donde se repartir¨ªan el mundo. En Potsdam fue notificado del ¨¦xito del proyecto "S1" y en la fragata en que regresaba a Washington tom¨® la decisi¨®n de utilizar la bomba at¨®mica, con el prop¨®sito espec¨ªfico de conseguir la rendici¨®n incondicional de Jap¨®n.
Sin embargo, su mayor reto a¨²n lo aguardaba. Hab¨ªa perdido estrepitosamente la elecci¨®n de medio t¨¦rmino de 1946. Los republicanos, progresivamente aislacionistas, consiguieron la mayor¨ªa en ambas c¨¢maras. En este contexto, los 150 millones de estadounidenses empezaban a disfrutar de la paz y canalizaban sus energ¨ªas hacia el progreso econ¨®mico interno, el cual llegar¨ªa a superar todas las expectativas.
Sin embargo, Stalin estaba al acecho de una Europa muy debilitada. Gran Breta?a buscaba evacuar sus tropas de Grecia y Turqu¨ªa, quedando a la merced del expansionismo sovi¨¦tico. Fue entonces que Truman tom¨® una decisi¨®n pr¨¢cticamente irrealizable: convencer al Congreso y a su pueblo de la necesidad de reemplazar la presencia militar brit¨¢nica en Grecia y Turqu¨ªa. Este acontecimiento marc¨® el comienzo de la doctrina Truman de contenci¨®n, es decir, copar al enemigo sovi¨¦tico. Y unos meses m¨¢s tarde, ante la incapacidad europea de iniciar su propia reconstrucci¨®n, Truman volvi¨® a convencer a su pueblo de poner en marcha la estrategia m¨¢s importante de ayuda internacional de la historia, el Plan Marshall: 13.000 millones de d¨®lares para que los europeos levantaran su econom¨ªa.
La incertidumbre ante Bush. Al llegar a la Casa Blanca -renovada por Truman-, unos cincuenta a?os m¨¢s tarde, Bush estaba convencido de que no ten¨ªa por qu¨¦ entrometerse en todos los rincones inestables del mundo; ¨²nicamente lo har¨ªa en aquellos donde el inter¨¦s nacional estuviese en juego. Tambi¨¦n estaba seguro de que jam¨¢s comprometer¨ªa tropas en labores de reconstrucci¨®n nacional en terceros pa¨ªses.
A s¨®lo 20 d¨ªas de despachar en la Oficina Oval, el 16 de febrero de 2001, emprendi¨® su primer viaje internacional. Su destino -San Crist¨®bal Guanajuato- sorprendi¨® a sus m¨¢s cercanos aliados -Canad¨¢ y Gran Breta?a-, para quienes generalmente se reservaba ese privilegio. Mientras volaba hacia M¨¦xico, Bush orden¨® un bombardeo a Irak en represalia por haber volado sobre la zona de exclusi¨®n.
Cuatro meses m¨¢s tarde, Bush realizar¨ªa su primer viaje a Europa, donde ser¨ªa recibido con manifestaciones de repudio. Parec¨ªa que el desd¨¦n del p¨²blico europeo hacia el cowboy de Tejas era correspondido por un unilateralismo exacerbado: Bush no ratific¨® el Protocolo ambiental de Kioto y se negaba a pagar las cuotas pendientes de su pa¨ªs a Naciones Unidas. A diferencia de sus antepasados, Bush parec¨ªa sentirse m¨¢s a gusto con sus colegas latinoamericanos, especialmente Vicente Fox, que con el estirado Chirac de Francia o el sofisticado Blair de Gran Breta?a.
Sin embargo, los ataques terroristas del 11 de septiembre hicieron volver a Washington a los brazos de sus alianzas tradicionales: Blair ocup¨® el lugar de amigo favorito, desplazando a Fox, y una ins¨®lita portada del diario Le Monde evidenciaba la solidaridad europea: 'Todos somos americanos'.
El celo de venganza no ceg¨® a Bush. Deliber¨® por tres semanas con su gabinete de guerra y, cuando comenzaron las hostilidades en Afganist¨¢n, ya el Pent¨¢gono hab¨ªa establecido una estrecha colaboraci¨®n con los aliados europeos, especialmente con Gran Breta?a y Francia.
El r¨¢pido triunfo sobre los talibanes evidenci¨® el gran poder¨ªo del Pent¨¢gono. Nunca en la historia, se insisti¨®, un imperio acumul¨® tanto poder militar como el de Estados Unidos.
Pero la creciente obsesi¨®n de Bush de ir tras la cabeza de Sadam Husein, con una victoria a medias frente al terrorismo de Al Qaeda, reanim¨® las tensiones entre los dos grandes aliados transatl¨¢nticos: Estados Unidos y la ahora Uni¨®n Europea.
Entre el sentido com¨²n de Truman y la fe de Bush. El surgimiento de una nueva doctrina de seguridad nacional en Estados Unidos, la llamada Doctrina Bush -unilateral y basada en prevenir atacando-, est¨¢ poniendo en peligro la alianza esencial con la Europa Occidental que estableci¨® hace 55 a?os la Doctrina Truman. Independientemente de cu¨¢l sea el desenlace final, se ha abierto un abismo entre la Uni¨®n Europea y Estados Unidos. Con su doctrina, Bush est¨¢ redefiniendo las alianzas y la arquitectura internacional de la segunda posguerra, a las que tanto contribuy¨® Truman.
Truman, el granjero de Misuri, se sublim¨® ante las crisis y acab¨® siendo el arquitecto del entramado mundial de la posguerra que en casi seis d¨¦cadas ha evitado una hecatombe a escala mundial. Nunca dej¨® de ser la quintaesencia del estadounidense com¨²n y corriente. Su sentido com¨²n y su extraordinario equilibrio emocional fueron sus mejores armas para hacer frente a los graves acontecimientos internacionales.
Por su lado, Bush, el mimado arist¨®crata, demostr¨® tener agallas y una f¨¦rrea concentraci¨®n y disciplina para iniciar su cruzada contra el terrorismo internacional. Nadie duda de su capacidad para tomar decisiones, por riesgosas que sean.
?Ser¨¢n la fe religiosa de George W. Bush y su concentraci¨®n, que a veces raya en obsesi¨®n, tan efectivas como el sentido com¨²n y el equilibrio emocional de Truman para sortear las crisis? Falta poco para saberlo.
Rafael Fern¨¢ndez de Castro es profesor del Instituto Tecnol¨®gico Aut¨®nomo de M¨¦xico y director de la revista Foreign Affairs en espa?ol.
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