"Trato de encontrar el equilibrio entre no hacer demasiado y hacer lo suficiente"
Como su propia arquitectura, David Chipperfield (Londres, 1953) combina una apariencia discreta y educada con opiniones rotundas. La suya ha sido una trayectoria trabajada paso a paso que, en el ¨²ltimo lustro, ha dado un giro espectacular. Del interiorismo a los peque?os proyectos, de ¨¦stos a los grandes edificios y de aqu¨¦llos a las obras de urbanismo. Ahora va a construir los nuevos juzgados de Barcelona y de Salerno o una gran biblioteca en Des Moines (Iowa, Estados Unidos), y est¨¢ rehabilitando el Neues Museum de Berl¨ªn y ampliando el cementerio de San Michele en Venecia; D¨¹sseldorf, Berl¨ªn, Mil¨¢n, Madrid y Tokio son otros de los enclaves de sus proyectos. Cuenta con m¨¢s de un centenar de colaboradores y oficinas en Berl¨ªn, Tokio, Nueva York y Londres y, sin embargo, sigue siendo una rara avis en su Inglaterra natal. Su manera de relacionarse con la historia -por asimilaci¨®n en lugar de por oposici¨®n- lo diferencia de las otras arquitecturas que se exportan desde el Reino Unido: la high tech que lidera Norman Foster o la arquitectura pop de Alsop y Future Systems.
PREGUNTA. Ha descrito la Ciudad de la Justicia, que levanta en Barcelona, como un proyecto que representa la justicia pero no la autoridad. ?Qu¨¦ quiere decir?
RESPUESTA. El problema de los grandes edificios institucionales es que hist¨®ricamente han intimidado al individuo. El reto para los nuevos edificios que albergan la burocracia, y para todos en general, es evitar que la arquitectura devore a las personas. Para m¨ª la arquitectura es un mediador entre el individuo y el mundo. Por una u otra raz¨®n, la gente entra en los juzgados tensa, y los arquitectos debemos ayudar al individuo a relajar esa tensi¨®n. Una manera de hacerlo consiste en neutralizar la imposici¨®n de los edificios.
P. ?En qu¨¦ se traduce esa neutralizaci¨®n?
R. El objetivo es humanizar el espacio, evitar los pasillos interminables. Hemos tratado de romper la gran escala del edificio en cuerpos de menor tama?o. Con varios inmuebles en lugar de uno ¨²nico, los juzgados se hacen m¨¢s comprensibles para el ciudadano, que s¨®lo necesita entrar en un edificio y no recorrerlos todos. Por eso el nombre del proyecto no es el de un inmueble sino el de una ciudad, la de la justicia. Sin embargo, una vez separados, los edificios deben permanecer conectados (por seguridad, para la circulaci¨®n de acusados y jueces, etc¨¦tera) y esa conexi¨®n la realizamos en el plano horizontal, ajena al ciudadano. Parece una contradicci¨®n romper para reunir, pero creemos que eso facilitar¨¢ la vida de los usuarios.
P. Tambi¨¦n en Espa?a remodelar¨¢ la fachada de Teruel (la escalinata neomud¨¦jar que une el casco medieval y la estaci¨®n del tren). Instalar¨¢ ascensores y reordenar¨¢ urban¨ªsticamente la zona. ?C¨®mo afronta la convivencia con la historia?
R. No soy un arquitecto radical. No me interesa la ruptura ni la revoluci¨®n. En todo caso me inclino por la continuidad y por tratar de construir edificios comprensibles. Me interesa el presente como una continuaci¨®n del pasado. La historia puede ser un contexto tan f¨ªsico como una monta?a o el mar. Y, naturalmente, da pistas ante las que hay que reaccionar.
P. Su propuesta, firmada con el despacho espa?ol b720, gan¨® un concurso por ser la m¨¢s limpia. ?La m¨ªnima intervenci¨®n es una receta aplicable siempre?
R. Cuando se rompe una vasija prehist¨®rica puedes pegar los fragmentos, pero si alguno se pierde es mejor que quede un hueco que tratar de imitar lo que no has hecho t¨². Ese hueco de respeto reconoce el valor de la obra. Se suele intervenir en edificios o ciudades hist¨®ricas recreando lo que existi¨® o desvincul¨¢ndose del pasado, rompiendo con ¨¦l. Pero esas dos opciones provocan soluciones inestables, incompletas. El museo que remodelamos en Berl¨ªn ped¨ªa algo m¨¢s que diferenciar entre el pasado y el futuro. Ped¨ªa restablecer la autoridad del edificio, curarlo, recuperar su historia y su significado. Por eso nuestra intervenci¨®n es rotunda y abraza el inmueble. En el caso de Teruel el proyecto ped¨ªa modestia. Se trata de facilitar el acceso a la ciudad, de construir una nueva v¨ªa ya que la actual resulta torpe. Una soluci¨®n habr¨ªa sido sustituir la escalera, pero el alcalde tom¨® la decisi¨®n de conservarla y, consecuentemente, como arquitecto yo deb¨ªa respetarla y construir una alternativa de acceso que no la humillara. Eso hice. Escond¨ª los ascensores.
P. No queda ah¨ª su relaci¨®n con Espa?a. Con Santolaya y Fern¨¢ndez Isla levanta un edificio de viviendas de protecci¨®n oficial en Madrid. ?C¨®mo se puede dignificar la vivienda?
R. Mientras los programas y las normativas sean tan r¨ªgidos construir vivienda social ser¨¢ como jugar al ajedrez, s¨®lo un genio inventar¨¢ una nueva jugada. Es muy dif¨ªcil innovar en ese terreno. Mi intervenci¨®n en Madrid tiene que ver con la socializaci¨®n del edificio: el n¨²mero de escaleras, la identificaci¨®n de los accesos para que sea un inmueble limpio y digno. Como en todos mis trabajos trato de encontrar un punto de equilibrio entre no hacer demasiado pero hacer lo suficiente.
P. Ha mantenido siempre una postura cr¨ªtica con su pa¨ªs y autocr¨ªtica con su trabajo. Haga lo mismo con la arquitectura que se hace hoy en Espa?a. Con la forma como est¨¢n creciendo las ciudades.
R. La calidad de la arquitectura que se hace aqu¨ª es una de las mejores de Europa. En Inglaterra tenemos a Foster y Londres y punto. El resto de los arquitectos y de las ciudades no existen para la arquitectura. Aqu¨ª se da una competencia sana. Hay optimismo. Vayas donde vayas, de Zaragoza a Le¨®n, Santiago, A Coru?a o Pamplona, encontrar¨¢s cinco buenos edificios. As¨ª se mide la calidad de la arquitectura, por su difusi¨®n, por su extensi¨®n. En Inglaterra ni sumando todas las ciudades podr¨ªas encontrar cinco buenos edificios. Lo que me gusta de Espa?a es que es un pa¨ªs con condiciones muy tradicionales -como la familia o la estructura social- y sin embargo su apariencia es la de un pa¨ªs moderno. Bueno... lo era hasta que se hundi¨® el Prestige. Entonces cre¨ª estar viviendo en los a?os cincuenta, en un Estado totalitario.
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