El mal del imperio
Para la mayor¨ªa de las personas, Am¨¦rica es m¨¢s una imagen mental que un lugar real". Lo dice en La sombra del ¨¢guila el periodista Mark Hertsgaard que ha recorrido el mundo pregunt¨¢ndose por la percepci¨®n que de EE UU se tiene fuera. La mayor parte de la humanidad nunca tendr¨¢ dinero ni posibilidad de viajar a ese pa¨ªs. Y, sin embargo, todos tienen alguna idea sobre el gigante americano, a menudo una mezcla de admiraci¨®n y rechazo. "Es un lugar muy rico y en el que se disparan muchas pistolas", oy¨® Hertsgaard en alguna parte. Con el simplismo de todo clich¨¦ no es mala s¨ªntesis de los dos factores determinantes de la imagen de Estados Unidos: dinero y armas.
Estados Unidos como tierra de promisi¨®n y Estados Unidos como amenaza. Esta conciencia b¨ªfida que parte del mundo tiene se hace m¨¢s neur¨®tica a medida que la globalizaci¨®n desterritorializa gustos, costumbres y creencias. Hertsgaard cita a Eco: "Hoy en d¨ªa, cuando un viajero vuelve a casa, no tiene nada que explicar a sus amigos. Porque, vaya d¨®nde vaya la gente, se viste y se comporta igual que en su pa¨ªs". Se vive la globalizaci¨®n como una expansi¨®n americana y, sin embargo, todas las culturas y creencias se globalizan. Pero Estados Unidos tiene fama de poderlo todo. Y ciertas identidades se sienten amenazadas. El poderoso siempre fascina y asusta a la vez. ?Por qu¨¦ nos odian tanto?, se preguntan con insistencia los medios de comunicaci¨®n de Estados Unidos. Hertsgaard da la palabra a Anatole Kaletsky, columnista del Times de Londres: "El mayor peligro lo constituye la arrogancia del poder estadounidense".
La palabra arrogancia est¨¢
en todos los papeles. ?Qu¨¦ estar¨¢ ocultando? A ella se atribuye la incapacidad de la Administraci¨®n de Bush de conservar el enorme capital de simpat¨ªa que le dio el 11-S. A ella se atribuye la dificultad de EE UU para encontrar en el mundo el reconocimiento que creen merecer. Y nada hay m¨¢s peligroso que un redentor que no se siente correspondido por aquellos a quienes ha redimido. Joseph S. Nye, desde la serena literatura del analista met¨®dico, constata en La paradoja del poder americano que muchos extranjeros ven a Estados Unidos arrogantemente preocupado por sus estrechos intereses a expensas del resto del mundo.
Joseph S. Nye se pregunta por el futuro de la hegemon¨ªa americana y dibuja un mundo tridimensional: unipolar en poder militar, donde la superioridad estadounidense es incontestable; multipolar en poder econ¨®mico, donde Europa y Jap¨®n hoy y China en un futuro pr¨®ximo tienen mucho que decir. Y disperso en aquellas formas de poder trasnacional que desbordan el control de los Estados, como la circulaci¨®n del dinero, el terrorismo, el narcotr¨¢fico o Internet. Para Joseph S. Nye, la capacidad de hegemon¨ªa de Estados Unidos depender¨¢ a la larga del soft-power, de la capacidad de seducci¨®n, de saber conquistar al mundo con sus valores y su modo de vida. Y, por tanto, de no estrellarse con el ejercicio de la arrogancia imperial. Esta arrogancia se manifiesta en el uso incondicionado de la fuerza. Pero tambi¨¦n en las ideas: cuando Donald Rumsfeld perdona la vida a la vieja Europa, cuando Robert Kagan ve a los europeos como hijos de Venus disfrutando con inconsciencia infantil en su balneario -?qu¨¦ les pasa a los conservadores que siempre les molesta tanto que los dem¨¢s disfruten?-, cuando Richard Perle convierte en categor¨ªa la impotencia europea y da por liquidada la ONU, est¨¢n cultivando eficazmente la antipat¨ªa americana.
Tiene raz¨®n Jean Fran?ois Revel cuando describe el antiamericanismo europeo como un dispositivo de coartada: "Europa en general y su izquierda en particular se absuelven de sus propias faltas morales y de sus grotescos errores intelectuales carg¨¢ndolos sobre el chivo expiatorio de envergadura que es Am¨¦rica", dice en L'obsession anti-americaine. Y tiene raz¨®n al se?alar -apoy¨¢ndose en algunas encuestas- que el antiamericanismo ordinario en Europa es m¨¢s elitista que social. Pero el impulso cr¨ªtico se convierte en su libro en impulso justiciero y se pierde en una especie de americanismo-leninismo. Siendo totalmente justas las cr¨ªticas a los clich¨¦s del antiamericanismo, construye una serie de t¨®picos americanistas del mismo nivel de acriticidad y papanatismo. Y as¨ª EE UU, patria de la creaci¨®n y de la innovaci¨®n, se contrapone a Europa, madre de todas las ideolog¨ªas totalitarias.
Si Estados Unidos tiene dificultades para que su af¨¢n de hegemon¨ªa se convierta en reconocimiento es porque ha perdido la capacidad de ilusionar, porque su modelo vive en su propia casa momentos de duda. En S¨®lo en la bolera,Robert D. Putnam levanta acta del colapso del comunitarismo en Estados Unidos y apela en un voluntarista ejercicio de planificaci¨®n a la recuperaci¨®n del capital social perdido. Despu¨¦s de que las generaciones de posguerra tuvieran m¨¢s participaci¨®n que nunca en la vida p¨²blica y el asociacionismo alcanzara cotas muy altas, en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo el mito del individualismo se impuso a cualquier ilusi¨®n comunitarista. A juicio de los propios americanos, "la gente se ha vuelto m¨¢s incivil". Y, como dice Putnam, la fiabilidad es el lubricante de la vida social y los lazos sociales densos facilitan la conversaci¨®n y la confianza.
Este triunfo del individualis
mo es el trasfondo del duro retrato de la Am¨¦rica profunda que Robert Kaplan traza en Viaje al futuro del imperio. La fractura, la segregaci¨®n urban¨ªstica, la renuncia a los centros urbanos y, por tanto, a la misma idea de ciudad como lugar com¨²n, el desarrollo tecnol¨®gico como ¨²nico horizonte de futuro, el incremento abismal de la desigualdad, las contradicciones entre internacionalizaci¨®n creciente y disgregaci¨®n comunitaria, est¨¢n ya inscritos en el propio paisaje f¨ªsico y cultural que Kaplan recorre.
Por su parte, Emmanuel Todd dibuja en Despu¨¦s del Imperio el declive del imperio americano, v¨ªctima de su incapacidad para tejer complicidades, de su dependencia econ¨®mica, de la p¨¦rdida de universalidad de su mensaje ideol¨®gico y de la aparici¨®n de nuevos actores en la escena internacional.
La ruptura del equilibrio es tambi¨¦n argumento de Voyous, de Jacques Derrida, que presenta la democracia como un proceso a venir, y que acusa a EE UU de situarse del lado de los Estados-canalla. Partiendo de la teor¨ªa de Carl Schmitt sobre la excepci¨®n: el soberano es el que decide la excepci¨®n y lo que tiene que ver con ella, EE UU rompe con la raz¨®n cosmopolita al atribuirse por la fuerza el derecho a decir qui¨¦n es Estado-canalla, colaborar con los Estados-canalla o expulsarle de la comunidad, seg¨²n conveniencia. Apropiarse la palabra y negarla a los dem¨¢s: ¨¦ste es el principio de arrogancia que tantos autores se?alan como mal americano.
?Qu¨¦ ha pasado para que el miedo pueda m¨¢s que la admiraci¨®n, para que Estados Unidos, que deb¨ªa ser la soluci¨®n, se haya convertido en problema? Quiz¨¢ una de las claves para responder esta pregunta la encontremos en El club de los metaf¨ªsicos, el estudio de Louis Menand sobre la historia de las ideas en Am¨¦rica. En la guerra fr¨ªa, la reputaci¨®n de los padres fundadores de la ideolog¨ªa americana se desdibuj¨®. "El valor en el fondo del pensamiento de Holmes, James, Pierce y Dewey es la tolerancia". La filosof¨ªa educacional, la concepci¨®n pluralista de la cultura, el argumento para las libertades de expresi¨®n eran traducciones de la ¨¦tica individualista y protestante, que ven¨ªa de Europa, a t¨¦rminos sociales y seculares. "Los pragm¨¢ticos deseaban un organismo social que permitiera un mayor margen para la diferencia", "m¨¢s espacio social para el error, porque cre¨ªan que eso dar¨ªa mayores probabilidades de que surgieran mejores resultados". La justificaci¨®n de las acciones de la ideolog¨ªa americana era la tolerancia, la alternativa es la fuerza. Los creyentes neoconservadores que hoy gobiernan Am¨¦rica han optado por la fuerza. Estados Unidos ha renunciado a su ideolog¨ªa de formaci¨®n, el pragmatismo, "ideado para que a la gente le resultara m¨¢s dif¨ªcil llegar a la fuerza por sus creencias". Los neoconservadores americanos se est¨¢n comiendo la propia alma de Am¨¦rica. La que hizo que en todas partes haya gente que tenga un sue?o americano.
La sombra del ¨¢guila. Mark Hertsgaard. Traducci¨®n de Albino Santos Mosquera. Paid¨®s. Barcelona, 2003. 253 p¨¢ginas. 17 euros. La paradoja del poder americano.Joseph S. Nye. Traducci¨®n de Gabriela Bustelo. Taurus. Madrid, 2003. 303 p¨¢ginas. 21 euros. L'Obsession anti-americaine. Jean Fran?ois Revel. Plon. Par¨ªs, 2002. 300 p¨¢ginas. 19 euros. Solo en la bolera. Robert D. Putnam. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis Gil. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2002. 780 p¨¢ginas. 35 euros. Viaje al futuro del imperio. Robert Kaplan. Traducci¨®n de Josefina Ruiz. Ediciones B. Barcelona, 1999. 462 p¨¢ginas. 16,83 euros. Despu¨¦s del Imperio. Emmanuel Todd. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva. Foca. Madrid, 2003. 190 p¨¢ginas .11,50 euros. Voyous. Jacques Derrida. Galil¨¦e. Par¨ªs, 2003. 216 p¨¢ginas. 28,50 euros. El club de los Metaf¨ªsicos. Louis Menand. Traduci¨®n de Antonio Bonnano. Destino. Barcelona, 2002. 535 p¨¢ginas. 22,85 euros.
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