Los costes del conflicto de Irak
Los costes del conflicto de Irak pueden dividirse en los que genera la guerra y los que originar¨¢ la posguerra. Los costes de la guerra son los m¨¢s aparentes y f¨¢ciles de medir pero seguramente son menos importantes que los costes de la posguerra que, aunque m¨¢s dif¨ªciles de estimar, pueden tener peores consecuencias para la econom¨ªa mundial. Para intentar entender la repercusi¨®n econ¨®mica del conflicto, tambi¨¦n se debe distinguir entre costes reales o directos y costes psicol¨®gicos o indirectos, esto es, aquellos derivados de la incertidumbre. A su vez, los costes reales se pueden dividir entre los costes p¨²blicos (que inciden en los presupuestos estatales) y los costes privados (los que soportan directamente los agentes privados).
Si no hay destrucci¨®n de pozos, el petr¨®leo ser¨ªa el ¨²nico campo donde la guerra puede tener alguna consecuencia positiva sobre la econom¨ªa mundial
Sobre los costes presupuestarios, Bush acaba de proponer al Congreso un paquete de gastos de 75.000 millones de d¨®lares, entre los que sobresalen los 60.000 millones dedicados al gasto militar. El presidente Bush no se atrevi¨® a hacer expl¨ªcitos los costes de la guerra hasta despu¨¦s de iniciar la invasi¨®n, pero la mayor¨ªa de los analistas consideran que las cifras propuestas ahora son tan s¨®lo un aperitivo de lo que va a costar finalmente la guerra. Utilizando los c¨¢lculos de Nordhaus, cuyo estudio es lo mejor que se ha escrito sobre los costes del conflicto, esos 60.000 millones estar¨ªan m¨¢s cerca del nivel m¨ªnimo de la horquilla posible de gastos militares cuyo l¨ªmite superior estima en unos 140.000 millones de d¨®lares. Pero en la petici¨®n de dinero al Congreso hay otras dos r¨²bricas que no deber¨ªan pasar desapercibidas, aunque su importe parezca menor. Por un lado, est¨¢ la dotaci¨®n para reforzar la seguridad interna frente a posibles atentados y, por otro, la ayuda destinada a Turqu¨ªa, Jordania, Israel y Pakist¨¢n, que correctamente se ha considerado como una necesidad presupuestaria derivada del conflicto. Finalmente hay que anotar que Bush todav¨ªa no ha solicitado fondos presupuestarios para los tres ep¨ªgrafes de gastos de la posguerra: los de la ocupaci¨®n militar, la reconstrucci¨®n de las infraestructuras, y la ayuda humanitaria.
Efecto presupuestario
?Cu¨¢l ser¨¢ el impacto sobre la econom¨ªa de estos costes presupuestarios? Lo que m¨¢s preocupa son los efectos del aumento del d¨¦ficit p¨²blico sobre la elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s a largo plazo, lo que llevar¨¢ a un menor gasto en vivienda y tambi¨¦n a una reducci¨®n del consumo y de la inversi¨®n empresarial. El aumento del d¨¦ficit es especialmente preocupante en este momento, porque el Presidente Bush ya hab¨ªa dado un giro expansivo de 700.000 millones de d¨®lares al presupuesto americano, pasando del super¨¢vit de Clinton a un d¨¦ficit de 400.000 millones de d¨®lares en dos a?os. El aumento del d¨¦ficit p¨²blico como consecuencia de la guerra no va a empezar a calentar un problema, sino que viene a echar le?a a un fuego que ya hab¨ªa sido iniciado con la reducci¨®n de impuestos y la debilidad del crecimiento econ¨®mico.
Respecto a los costes del conflicto para los agentes privados, se ha destacado, con raz¨®n, el impacto de los precios del petr¨®leo. Cada aumento de un d¨®lar en el precio del barril, le cuesta a los consumidores norteamericanos unos 5.000 millones de d¨®lares. El efecto en los pa¨ªses desarrollados de un aumento del precio del petr¨®leo es nefasto, pues suma todos los efectos negativos de la inflaci¨®n y de la subida de impuestos sin obtener ninguna de sus posibles ventajas -que algunas tienen- estos dos fen¨®menos. Por un lado, el aumento del precio del petr¨®leo aumenta la inflaci¨®n, pero no tiene los efectos positivos de una inflaci¨®n que se base, por ejemplo, en mejoras de m¨¢rgenes empresariales, lo que podr¨ªa animar, al menos a corto plazo, una mayor inversi¨®n y empleo. Por otro lado, funciona como un aumento de los impuestos, detrayendo renta de los consumidores y aumentando los costes empresariales y, a diferencia de otros impuestos que aumentan los ingresos p¨²blicos, y por tanto reducen el d¨¦ficit, en este caso no se obtiene tal beneficio, pues el dinero adicional pagado por los consumidores sale fuera del pa¨ªs.
La guerra ya ha tenido un primer impacto negativo en el mercado del petr¨®leo por los problemas creados en la producci¨®n de Irak, pero el juicio no es tan claro en cuanto al efecto que pueda tener la posguerra en el precio del petr¨®leo. Si Saddam Hussein consigue da?ar los pozos gravemente, ello producir¨¢ un retraso en la restauraci¨®n de los flujos de petr¨®leo irak¨ª con efectos negativos sobre los precios. Si no hay tal destrucci¨®n, el petr¨®leo puede ser el ¨²nico campo donde la guerra puede tener alguna consecuencia positiva sobre la econom¨ªa mundial.
En efecto, la primera tarea para la posguerra que se ha propuesto la administraci¨®n americana es la de situar cuanto antes la producci¨®n petrolera irak¨ª a su nivel m¨¢ximo, como lo muestra que los primeros contratos de reconstrucci¨®n de Irak adjudicados van justamente destinados a este prop¨®sito, como el concedido a Halliburton, la empresa que, presidi¨® Cheney hasta el a?o 2000. No obstante, y aunque es evidente que la posguerra podr¨ªa ayudar a reducir los precios del petr¨®leo, ello no quiere decir que dejen de influir en el mercado del petr¨®leo otras incidencias como las de Venezuela o las de Nigeria, cuyo impacto negativo pueda compensar el aumento de los flujos de producci¨®n de Irak.
Finalmente, los costes con m¨¢s graves consecuencias para la econom¨ªa son los costes indirectos o psicol¨®gicos del conflicto, es decir, aquellos que surgen como consecuencia de un aumento de la incertidumbre. Es curioso que se ha comparado muchas veces la guerra actual con la del Golfo (respaldo internacional, legalidad, mayor desproporci¨®n del poder¨ªo militar, etc.) y, sin embargo, se ha comparado poco lo que signific¨® la posguerra del Golfo con la posible posguerra del conflicto actual. Y ciertamente, si juzgamos el posible resultado en t¨¦rminos de incertidumbre, nos encontramos ante una situaci¨®n inversa a la del Golfo.
El final de la guerra del Golfo signific¨® la vuelta a lo conocido y, en consecuencia, signific¨® el final de la incertidumbre. Se ech¨® al dictador fuera de Kuwait, pero no se hizo nada m¨¢s, con lo cual se restableci¨® la situaci¨®n anterior y no se introdujo ning¨²n elemento nuevo de incertidumbre. Para muchos esto fue un mal final pol¨ªtico, pues no se decapit¨® a Saddam, pero desde el punto de vista econ¨®mico, el mensaje fue el tranquilizar, el de "volvemos a estar como antes", incluso con un valor adicional de certidumbre, ya que ning¨²n dictador se atrever¨ªa otra vez a invadir un pa¨ªs. Fue la vuelta a un mundo conocido, incluso m¨¢s seguro que el anterior.
Ruptura con el pasado
Ahora, a¨²n suponiendo un ¨¦xito militar sin problemas, el resultado ser¨¢ que entramos en un mundo nuevo con la comunidad internacional (ONU, UE, OTAN) fracturada. Los objetivos esta vez pueden ser m¨¢s nobles -la democracia en Irak, el relanzamiento de la soluci¨®n palestina, etc.- pero m¨¢s inciertos porque se plantean cambiar el mundo. Frente a la posguerra del Golfo, ahora no habr¨¢ un restablecimiento de la situaci¨®n pasada, sino la apertura de nuevos horizontes, se iniciar¨¢ la construcci¨®n de un mundo mejor (aceptando los objetivos americanos), pero en todo caso, ¨¦ste ser¨¢ un mundo desconocido, nuevo, y, en consecuencia, con m¨¢s incertidumbre.
Desde Keynes sabemos que la incertidumbre tiene efectos econ¨®micos negativos, que no s¨®lo ser¨¢n sectoriales (turismo, compa?¨ªas a¨¦reas, aseguradoras, etc.), sino tambi¨¦n generales: efecto en las bolsas, en las decisiones de inversi¨®n, incluso en la actitud de los consumidores. Todos estos costes son muy dif¨ªciles de medir y estimar, pero no por ello son menos importantes que los costes mensurables a los que nos hemos referido antes. Porque no debemos pensar que el hecho de que estos costes sean psicol¨®gicos significa que no son costes reales. El origen de los mismos es psicol¨®gico, pero los efectos de la incertidumbre son al final costes reales para la gente: menos inversi¨®n, menor crecimiento, mayor desempleo, etc. Incluso se producir¨¢ un efecto de la incertidumbre sobre los costes presupuestarios, pues, por ejemplo, las necesidades de una mayor seguridad en la zona llevar¨¢n a unas mayores necesidades de ayuda a los gobiernos correspondientes, la incertidumbre sobre la reanudaci¨®n de los atentados har¨¢ necesaria una mayor aportaci¨®n presupuestaria para su prevenci¨®n, o los efectos de la incertidumbre sobre las compa?¨ªas a¨¦reas pueden acabar convirti¨¦ndose en ayudas p¨²blicas.
La incertidumbre terminar¨¢ a medida que vayan confirm¨¢ndose la ausencia de atentados, que haya una mayor estabilidad en la zona, que se haya reconstruido la cooperaci¨®n entre los pa¨ªses desarrollados, y entonces se podr¨¢ llegar a pensar que los costes econ¨®micos de la guerra y la posguerra no fueron tales, sino m¨¢s bien fueron una inversi¨®n para obtener un mundo mejor. Pero si este escenario rosa no se confirma, el conflicto declarado en las Azores pasar¨¢ a la historia como uno de los m¨¢s lamentables episodios para la econom¨ªa mundial, ya que no surgi¨® de variables ajenas al control de los gobiernos, sino que fue consecuencia de decisiones adoptadas por ellos mismos.
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