La fuerza del "no a la guerra"
El d¨ªa 20 comenz¨® una guerra contra Irak que la sociedad espa?ola no deseaba ni desea, y en la que menos a¨²n quer¨ªa participar, ni siquiera bajo la forma de un apoyo simb¨®lico. Ninguna sociedad civilizada desea normalmente la guerra, pero en este caso hab¨ªa fuertes razones para oponerse a ella. En primer lugar, no exist¨ªa acuerdo al respecto en el Consejo de Seguridad, y menos a¨²n una resoluci¨®n que legitimara el ataque contra Irak: la guerra es ilegal. Pero es que dif¨ªcilmente pod¨ªa forjarse ese acuerdo cuando era evidente que la guerra no pretend¨ªa evitar un mal mayor convincentemente razonado. No hab¨ªa indicios de que Irak se propusiera atacar, con armas de destrucci¨®n masiva o de ning¨²n otro tipo, a nadie, ni de que estuviera alentando el terrorismo internacional: es una guerra injustificada.
Es posible que Sadam conserve ese tipo de armas, pero, sometido al embargo de Naciones Unidas y a una severa vigilancia internacional, resulta extraordinariamente improbable que planeara ning¨²n tipo de agresi¨®n o ataque terrorista. El ¨²nico argumento que han ofrecido los partidarios de la guerra es que en el pasado Sadam hab¨ªa atacado a sus vecinos y a su propio pueblo, que hab¨ªa demostrado ser capaz de hechos atroces, que no hab¨ªa pruebas de que se hubiera desarmado como le exigi¨® Naciones Unidas y que en todo caso los iraqu¨ªes estar¨ªan mucho mejor sin ¨¦l. El problema es que, por prudencia y por decencia, no se puede justificar una guerra por sus hipot¨¦ticos beneficios futuros. El mal cierto de una guerra s¨®lo est¨¢ justificado para evitar un mal mayor: por ejemplo, para acabar con la invasi¨®n de Kuwait, en 1990-91, o para frenar la limpieza ¨¦tnica de Kosovo por las tropas de Milosevic, en 1999.
El ¨²nico objetivo leg¨ªtimo que establec¨ªan las resoluciones de Naciones Unidas en relaci¨®n a Irak era su desarme. Y para alcanzar ese objetivo se estableci¨® un procedimiento leg¨ªtimo, las inspecciones, y una instancia de decisi¨®n, el Consejo de Seguridad. Ya no cabe duda de lo que denunciamos en el Parlamento cuando a¨²n est¨¢bamos a tiempo: los objetivos que se propon¨ªa la Administraci¨®n norteamericana eran otros y, por tanto, los medios que permit¨ªa el Consejo de Seguridad resultaban inadecuados para alcanzarlos.
Al impulsar esta guerra, el presidente Bush ha dilapidado el enorme capital de simpat¨ªa y solidaridad hacia Estados Unidos que provocaron los ataques del 11-S, y ha puesto a su pa¨ªs en una situaci¨®n de aislamiento respecto a la opini¨®n p¨²blica internacional que no tiene precedentes en el ¨²ltimo siglo. Destruido el r¨¦gimen talib¨¢n, y perseguida la red de Al Qaeda en todo el mundo, el presidente pod¨ªa haber consagrado sus esfuerzos a la construcci¨®n de un orden cooperativo y civilizado en el que la barbarie del 11-S no se pudiera repetir, comenzando por ejercer la presi¨®n diplom¨¢tica y econ¨®mica necesaria para lograr una paz duradera entre Israel y Palestina. Desgraciadamente, la derecha fundamentalista que controla la actual Administraci¨®n vio en aquellos hechos, y en el sentimiento de inseguridad que hab¨ªan provocado entre los ciudadanos de Estados Unidos, la oportunidad de imponer su propia agenda sin m¨¢s base que la superioridad militar.
Estados Unidos tiene la fuerza para hacerlo, y no necesita tratados ni acuerdos internacionales para imponer un orden nuevo, ese marco de legalidad en el que conf¨ªa la vieja Europa para evitar la generalizaci¨®n de la barbarie. Para la derecha norteamericana Europa cree en la ley porque es d¨¦bil, Estados Unidos es fuerte y puede imponer sus propias leyes.
Ya hemos visto las consecuencias. Naciones Unidas ha quedado devaluada, aunque probablemente habr¨ªa sido a¨²n peor el descr¨¦dito que habr¨ªa supuesto para el Consejo de Seguridad votar bajo presi¨®n de Washington una resoluci¨®n para la guerra, en contra de la opini¨®n de los pa¨ªses miembros y de la opini¨®n p¨²blica internacional. La Uni¨®n Europea se ha visto desgarrada por los intentos de aislar a Francia y Alemania en su resistencia a la guerra, creando una divisi¨®n y unos enfrentamientos que pueden retrasar durante a?os los intentos de avanzar en la construcci¨®n de una Europa de 25 pa¨ªses.
Las guerras se complican, sobre todo cuando no tienen justificaci¨®n, y es probable que la guerra de Irak deje profundas cicatrices en el pueblo iraqu¨ª. Pero incluso si as¨ª no fuera, el problema de construir un Estado democr¨¢tico en Irak puede ser bastante complicado, y en el mejor de los casos pasar¨¢n a?os antes de que el pa¨ªs, como desean en Washington, se convierta en un ejemplo de democracia y prosperidad. Mientras tanto ya estamos viendo lo que ocurre en Ir¨¢n, Siria y otros pa¨ªses de la regi¨®n, vemos crecer la inestabilidad y la hostilidad hacia los valores occidentales. En todo caso, esta guerra en nada contribuir¨¢ a disminuir el riesgo de ataques terroristas suicidas. Quienes nos oponemos a la guerra, aunque deseemos sinceramente equivocarnos, no podemos dejar de temer que las consecuencias de ¨¦sta corroboren la temeridad de quienes la han impulsado. Todos tenemos la intuici¨®n y la convicci¨®n de que los miles de bombas, el pavor y la conmoci¨®n, el sufrimiento de la poblaci¨®n civil, son un impresionante semillero de odio, la mayor arma de destrucci¨®n masiva.
En definitiva, desde?ar y menospreciar la decisi¨®n democr¨¢tica de la comunidad internacional acerca de una guerra, desencadenarla precisamente en el ¨¢rea m¨¢s conflictiva del planeta, y adem¨¢s hacerlo con el hip¨®crita adjetivo de "guerra preventiva", es, bajo cualquier luz, un desaf¨ªo a la m¨¢s elemental sensatez, y una invitaci¨®n directa a desatar el desconcierto internacional. Y como lecci¨®n a los que se llaman libertadores, una semana despu¨¦s del comienzo de la guerra, se ha vuelto a demostrar que ning¨²n pueblo, ni siquiera el iraqu¨ª sometido a un r¨¦gimen dictatorial, quiere que hablen y decidan en su nombre.
?sta es una guerra preventiva. Una guerra por si acaso. Por si acaso, se falsean los hechos. Por si acaso, se desconf¨ªa. Por si acaso, se descalifica a quien discrepa. "Por si acaso" es el abono perfecto para fertilizar aquello que se pretende enterrar: en Espa?a, la desconfianza de los ciudadanos; en Estados Unidos, el miedo tras el 11 de Septiembre; y en el mundo, la inseguridad y el desorden.
Espa?a va a pagar un alto precio por el apoyo de su Gobierno a la guerra. Se est¨¢n tirando por la borda los frutos de una pol¨ªtica internacional que hab¨ªan mantenido todos los Gobiernos de la democracia, una pol¨ªtica de proximidad y amistad con los pa¨ªses del Mediterr¨¢neo, de cooperaci¨®n en pie de igualdad con Am¨¦rica Latina, de apuesta clara yprioritaria por la construcci¨®n europea. De la noche a la ma?ana, Espa?a se ha convertido en un pa¨ªs promotor de una guerra injustificada -y desde luego impopular- contra un pa¨ªs ¨¢rabe. Se ha convertido en un pa¨ªs c¨®mplice de las presiones de Washington para torcer el brazo a los Gobiernos de M¨¦xico y Chile en el Consejo de Seguridad; en un pa¨ªs que ha hecho saltar el consenso europeo para aislar y anular la resistencia de Alemania y Francia a la guerra. Cabe preguntarse: ?d¨®nde nos deja, y en compa?¨ªa de qui¨¦nes, la incomprensible pirueta del Gobierno del Partido Popular?
Vivimos, adem¨¢s, un profundo divorcio entre la posici¨®n del Gobierno del PP y el sentir de la sociedad espa?ola. El inter¨¦s nacional no puede ser tan distinto del inter¨¦s de los ciudadanos. Es cierto que, iniciada la guerra, se han producido intimidaciones y ataques a dirigentes y locales del PP. Mi rechazo a esas actitudes parte de las mismas convicciones que mi rechazo a esta guerra. Pero tambi¨¦n he de decir que las insinuaciones que el PP ha lanzado sobre la actitud, en esos hechos, de los partidos democr¨¢ticos son tan falsas e inaceptables como los argumentos que han utilizado para defender la guerra. Los ciudadanos tienen derecho a manifestarse en libertad y en paz, el Gobierno la obligaci¨®n de garantizar la seguridad, y el PP todo el derecho a expresar sus opiniones y celebrar sus actos. Como partido hemos hecho y haremos todo el esfuerzo para que los dirigentes del PP sientan en este momento todo el respeto a lo que piensan y representan, pero tambi¨¦n mantendremos toda la cr¨ªtica que merecen.
Cuando termino de escribir estas l¨ªneas, las noticias son desalentadoras. Crece el n¨²mero de v¨ªctimas, tambi¨¦n entre la poblaci¨®n civil. Acuden al frente cien mil soldados norteamericanos m¨¢s. Miles de musulmanes acuden a Irak a hacer la Guerra Santa, la Yihad. Se advierte una peligrosa radicalizaci¨®n en muchos pa¨ªses musulmanes. Graves problemas para que llegue la ayuda humanitaria. Advertencia de Estados Unidos a Ir¨¢n y Siria. Quiero equivocarme en mi intuici¨®n, pero pudi¨¦ramos estar no ya ante una guerra m¨¢s o menos corta, m¨¢s o menos dram¨¢tica, sino ante un conflicto de grav¨ªsimas consecuencias para la paz y la seguridad en todo el mundo. Muchos consideran inevitable lo que est¨¢ ocurriendo y piensan que ahora la tarea es pensar en el futuro. Por mi parte estoy convencido de que ahora la tarea es detener la guerra, lograr que quienes la han promovido den un paso atr¨¢s, aunque s¨®lo sea por el v¨¦rtigo que inevitablemente tiene que anidar en sus cabezas. Hoy lo urgente tambi¨¦n es hacer una apelaci¨®n mundial para que la ayuda humanitaria, liderada por Naciones Unidas, pueda llegar al ¨²ltimo rinc¨®n del doliente pueblo iraqu¨ª.
En el ma?ana inmediato, el "no a la guerra" que ha inundado nuestros pa¨ªses y que nace del coraz¨®n y de la cabeza de tanta gente, es una fuerza decisiva de ideas y propuestas m¨¢s que de ataque a los que est¨¢n en otra posici¨®n. Una fuerza para la fuerza del derecho. Una fuerza para convencer a la inmensa mayor¨ªa de que no hay superioridad moral a trav¨¦s de una superioridad militar que no se autolimita. Una fuerza que haga de la Uni¨®n Europea lo que es, europea y uni¨®n; una fuerza que haga de la pol¨ªtica de desarrollo y cooperaci¨®n, y del di¨¢logo entre civilizaciones, una prioridad de todos los Gobiernos democr¨¢ticos. Porque as¨ª habr¨¢ cada d¨ªa m¨¢s Gobiernos democr¨¢ticos en el mundo. Esa fuerza, la fuerza del "no a la guerra", tiene que convertir cada d¨ªa en algo m¨¢s probable la idea de que otro mundo es posible, y m¨¢s que posible, imprescindible. ?se es nuestro compromiso para Espa?a y para Europa.
Los espa?oles queremos pertenecer a esa fuerza, queremos esos aliados, y yo deseo que ah¨ª est¨¦ tambi¨¦n el PP y, por supuesto, toda Europa y la naci¨®n norteamericana. La Norteam¨¦rica, que tanto debe a los viejos valores de la vieja Europa y a la que tanto debemos por su lucha contra el totalitarismo que asol¨® Europa en el siglo XX.
Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero es secretario general del PSOE.
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