Canales de influencia
En general, las ¨²ltimas manifestaciones a favor de la guerra no han atra¨ªdo a tanta gente como las manifestaciones en contra, pero desde luego han sido vehementes. Una de las m¨¢s sorprendentes tuvo lugar despu¨¦s de que Natalie Maines, cantante de las Dixie Chicks, criticara al presidente Bush: una multitud se congreg¨® en Luisiana para ver c¨®mo un tractor de 15 toneladas aplastaba una colecci¨®n de discos, cintas y dem¨¢s parafernalia de las Dixie Chicks. Para los familiarizados con la historia europea del siglo XX recordaba terriblemente a... Pero como dijo Sinclair Lewis, aqu¨ª no puede pasar. ?Qui¨¦n ha estado organizando esas manifestaciones a favor de la guerra? Resulta que la respuesta es que han estado promovidas por personajes claves de la industria radiof¨®nica, con estrechos v¨ªnculos con la Administraci¨®n de Bush.
La protesta para triturar discos fue organizada por KRMD, que forma parte de Cumulus Media, una cadena de radio que ha prohibido a las Dixie Chicks en sus listas. Sin embargo, la mayor¨ªa de las manifestaciones del pa¨ªs a favor de la guerra han sido organizadas por cadenas propiedad de Clear Channel Communications, un gigante con sede en San Antonio que controla m¨¢s de 1.200 emisoras y que va dominando progresivamente las ondas. La empresa alega que las protestas, bautizadas como "Manifestaci¨®n por Am¨¦rica", son reflejo de la iniciativa de emisoras individuales. Pero no es muy probable: seg¨²n Eric Boehlert, autor de reveladores art¨ªculos sobre Clear Channel en Salon, la empresa es famosa -y muy odiada- por su f¨¦rreo control centralizado.
Hasta ahora, las quejas sobre Clear Channel se han centrado en sus pr¨¢cticas comerciales. Los que la critican dicen que usa su poder para explotar a las compa?¨ªas de grabaci¨®n y a los artistas, y que contribuye a la creciente insulsez de las cu?as de emisi¨®n. Pero ahora parece que la empresa utiliza su influencia para ayudar a un bando en una disputa pol¨ªtica que divide profundamente a la naci¨®n.
?Por qu¨¦ se meter¨ªa de esta forma en la pol¨ªtica una empresa de medios de comunicaci¨®n? Podr¨ªa ser sencillamente una cuesti¨®n de convicci¨®n personal de la directiva. Pero tambi¨¦n hay buenos motivos para que Clear Channel -que ha magnificado su tama?o en los ¨²ltimos a?os, despu¨¦s de que la Ley de Telecomunicaciones de 1996 suprimiera muchas limitaciones sobre la titularidad de los medios de comunicaci¨®n- busque el favor del partido en el poder. Por una parte, Clear Channel est¨¢ recibiendo ciertas presiones: est¨¢ siendo demandada por presunta amenaza de limitar el espacio en las ondas de los artistas que no hacen giras con su divisi¨®n de conciertos, y hay incluso algunos pol¨ªticos que quieren hacer retroceder la liberalizaci¨®n que hizo posible el crecimiento de la empresa. Por otra parte, la Comisi¨®n Federal de Comunicaciones est¨¢ valorando la posibilidad de una mayor liberalizaci¨®n que permitir¨ªa a Clear Channel crecer a¨²n m¨¢s, especialmente en televisi¨®n.
O quiz¨¢ el toma y daca tenga un enfoque m¨¢s concreto. Los "bush¨®logos" m¨¢s experimentados emitieron un "?aj¨¢!" colectivo cuando se descubri¨® que Clear Channel estaba detr¨¢s de las manifestaciones a favor de la guerra, porque los altos ejecutivos de la empresa tienen toda una historia con George W. Bush. El vicepresidente de Clear Channel es Tom Hicks, cuyo nombre puede que resulte familiar a los lectores. Cuando Bush era gobernador de Tejas, Hicks era presidente de Investment Management Co., empresa conocida como Utimco, perteneciente a la Universidad de Tejas, y el presidente de Clear Channel, Lowry Mays, estaba en el consejo de administraci¨®n. Bajo el mando de Hicks, Utimco coloc¨® gran parte de los fondos de la universidad bajo la gesti¨®n de empresas que manten¨ªan fuertes lazos con el Partido Republicano o la familia Bush. En 1998, Hicks compr¨® los Texas Rangers en un negocio que convirti¨® a Bush en millonario.
Aqu¨ª pasa algo. No est¨¢ muy claro de qu¨¦ se trata exactamente, pero supongo que estamos presenciando la fase siguiente en la evoluci¨®n de una nueva oligarqu¨ªa estadounidense. Como escribi¨® Jonathan Chait en The New Republic, en la Administraci¨®n de Bush "el Gobierno y la empresa se han fundido en un gran nosotros". Los intereses comerciales mandan pr¨¢cticamente en todos los aspectos de la pol¨ªtica interior: "Montones de delegados de nivel medio... ahora supervisan industrias para las que antes trabajaban". Deber¨ªamos habernos dado cuenta de que es una calle de doble sentido: si los pol¨ªticos se entretienen en conceder favores a las empresas que les apoyan, ?c¨®mo no esperar que las empresas correspondan con favores a esos pol¨ªticos, por ejemplo, organizando manifestaciones "populares" en su nombre?
Por supuesto, lo que hace posible todo esto es la ausencia de una vigilancia eficaz. En los a?os de Clinton, el m¨¢s m¨ªnimo indicio de falta de decoro se convert¨ªa r¨¢pidamente en un gran esc¨¢ndalo; estos d¨ªas, es m¨¢s probable que los chismosos vayan a por los periodistas que hacen preguntas. En cualquier caso, ?es que no saben que hay una guerra en marcha?
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