Mesetarios
Hac¨ªa un mont¨®n de a?os que no escuchaba esa palabra, mesetario, un t¨¦rmino muy difundido en la Barcelona de los a?os sesenta para definir con un toque despectivo lo que ven¨ªa de Madrid. La volv¨ª a escuchar hace unos d¨ªas en labios de Julia Otero en la televisi¨®n catalana. Se trataba, c¨®mo no, de la guerra de Irak, y la brillante y mordaz periodista hablaba de Federico Trillo y de sus enigm¨¢ticas y dubitativas declaraciones sobre el paso de los bombarderos estadounidenses sobre la Pen¨ªnsula y sus maniobras de repostaje. Julia Otero llam¨® al ministro de Defensa, "Hamlet mesetario", Hamlet por su "to b or not to b(52)", y mesetario, se supone que por su participaci¨®n en el Gobierno de Madrid, porque el se?or ministro es murciano de Cartagena y suele presentarse a las elecciones por Alicante.
Siguiendo tales criterios de "mesetarizaci¨®n", la misma Julia Otero, catalana de Monforte de Lemos, fue mesetaria durante los a?os en los que hizo radio a diario desde Madrid, periodo que finaliz¨® cuando el sector m¨¢s mesetario de Telef¨®nica se hizo cargo de Onda Cero y para defender al Gobierno mesetario de la naci¨®n de presuntos ataques medi¨¢ticos suprimi¨® su programa, l¨ªder de audiencia de las tardes radiof¨®nicas, un programa serio y divertido, realizado con gran sentido period¨ªstico y que nunca roz¨® los nauseabundos pozos del cotilleo y del famoseo que hoy constituyen el alimento esencial de innumerables e innombrables programas de radio y televisi¨®n.
Por cierto, que en los debates del programa suprimido participaban subversivos tan peligrosos como Ana Palacio, entonces eurodiputada y hoy deseuropeizada, y el popular diputado Fern¨¢ndez de Troc¨®niz, el que pensaba que la excesiva longevidad de las mujeres desequilibraba los presupuestos de la Seguridad Social.
La condici¨®n mesetaria de Madrid se reduce a su posici¨®n geogr¨¢fica; los habitantes de la ciudad de Madrid son m¨¢s funcionarios que mesetarios y, por regla general sus contactos con el entorno rural se reducen a regar la parcela del chal¨¦ adosado los fines de semana. Para los catalanes barceloneses que lo inventaron, mesetario, era una forma fina de decir paleto que se aplicaba a finales de los sesenta y principios de los setenta, sobre todo al cine y a la canci¨®n, entre otras cosas porque sus creadores, o al menos sus principales difusores trataban en las p¨¢ginas de la muy moderna y modernizadora revista Fotogramas, que se ocupaba de esos temas.
Para ellos, Carlos Saura, por ejemplo era un cineasta mesetario, y se le notaba mucho en sus pel¨ªculas, sobre todo si se comparaban con las delicatessen que se cultivaban en la llamada Escuela de Barcelona, productos de sofisticado dise?o que se adornaban con nombres tan sugerentes como Dante no es ¨²nicamente severo o Biotaxia, filmes que suced¨ªan en entornos muy modernistas, con cuadros muy abstractos en las paredes y por los que pululaban personajes atormentados; nunca se sab¨ªa exactamente qu¨¦ es lo que les atormentaba y eso daba mucho juego en los coloquios de los cine-clubes y en las rese?as de los cr¨ªticos especializados en arte y ensayo.
Lo de la m¨²sica era otro cantar, el intento de lanzar desde Madrid una nueva canci¨®n castellana a imitaci¨®n de la nova can?o fue un burdo montaje comercial. Massiel, l¨ªder natural del presunto grupo, apodada entre los colegas "la tanqueta de Leganitos", era m¨¢s de asfalto que los sem¨¢foros, aunque cantara a pleno pulm¨®n aquello de "Una mujer noble y fuerte le dio diez hijos al labrador". Ni la cantante, ni el autor, tambi¨¦n un chico de ciudad, hab¨ªan ca¨ªdo en la cuenta de que lo que ellos presentaban como una noble, fuerte y heroica epopeya conceptiva hubiera sido en realidad para el recio labrador de la canci¨®n una cat¨¢strofe sin paliativos, diez bocas m¨¢s que alimentar con lo poco que iba dejando el campo, diez mesetarios m¨¢s, desertores del arado, que un d¨ªa emigrar¨ªan a la ciudad para buscarse el pan.
Pero tiene raz¨®n Julia Otero, Federico Trillo es un Hamlet mesetario, impregnado del rancio mesetarismo de Aznar, porque no hay nada m¨¢s mesetario, por ejemplo, que jugar una partida de domin¨® en un bar de Quintanilla de On¨¦simo, un paradigma redondo.
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