Mucho m¨¢s que otra guerra
La guerra contra Irak es ya un hecho sujeto a una sola incertidumbre, el momento en que las tropas de Estados Unidos y sus aliados declaren formalmente la finalizaci¨®n de la contienda. La "nueva Roma" que la Administraci¨®n republicana de George Bush trata de fraguar con el sumiso apoyo de Blair y Aznar comenzar¨¢ su singladura como la de todos los imperios: sobre la sangre de las poblaciones inocentes y las cenizas de las ciudades.
Algo que debi¨¦ramos haber tra¨ªdo a este siglo XXI es la certeza de que todos los programas pol¨ªticos de reconstrucci¨®n de una "nueva Roma" est¨¢n siempre contaminados por los intereses de la metr¨®poli y alimentados por una visi¨®n mesi¨¢nica y divinizada del propio protagonismo. Lo adelant¨® Maquiavelo, pero pronto se encargaron de mandarlo al infierno de los malvados.
Los diputados del Partido Popular entonan vergonzosamente el "prietas las filas" de resonancias franquistas
Nadie duda de la enorme fe que ten¨ªan los se?ores feudales en la Edad Media. Pero por eso mismo, la historia del constitucionalismo nos muestra que a mayores riesgos mayores esfuerzos por institucionalizar el di¨¢logo. El discurso religioso de la alianza b¨¦lica "Bush, Blair, Berlusconi, Aznar", una forma de regreso al medievo, tiene necesariamente que preocupar a cualquier dem¨®crata. La fe de los cruzados est¨¢ construida desde la seguridad de que todos los dem¨¢s se equivocan y deben ser derrotados. En las cruzadas no hay negociaci¨®n s¨®lo victoria o derrota. Y superadas las difusas fronteras entre la pol¨ªtica exterior y la pol¨ªtica interior, el enemigo puede ser tanto externo como interno.
Al finalizar la guerra fr¨ªa, la posibilidad de reencontrar el camino roto en el continente europeo por las guerras internas llev¨® a algunos autores a creer que hab¨ªa llegado la hora nueva del Viejo Continente. Era el momento del "retorno a Europa", de una suerte de advenimiento de lo mejor que escond¨ªa una aventura que, en palabras de G¨¹nter Grass, era "un cuento largo".
En el camino de Europa hubo mucha violencia, saqueo, explotaci¨®n, imperialismo, guerra y dominaci¨®n. Pero tambi¨¦n vieron la luz valores e instituciones que forman parte del patrimonio de la humanidad: la igualdad, los derechos humanos y su universalidad, la democracia, la tolerancia, la justicia y la inclusi¨®n social.
El fin de la guerra fr¨ªa entreg¨® un papel primordial a los organismos internacionales, a los que se les encarg¨® la defensa de unos valores que ya se entend¨ªan como universales: la paz, la justicia, la libertad y la seguridad. El discurso democr¨¢tico, esgrimido constantemente desde Occidente como clave de su superioridad moral, fue conform¨¢ndose como el sentido com¨²n en las conciencias de la ciudadan¨ªa europea. Se abr¨ªa tambi¨¦n la posibilidad de construir un marco de relaciones internacionales nuevo basado en la cooperaci¨®n. La Uni¨®n Europea se convert¨ªa as¨ª en la avanzadilla de un posible modelo de mundo multilateral en los hechos y en su gesti¨®n.
Sin embargo, la interesada lectura del 11 de Septiembre hecha por George Bush, iba a chocar con ese sue?o cosmopolita. El integrismo religioso de la actual Administraci¨®n norteamericana es funcional a los intereses hegem¨®nicos estadounidenses. Por nuestra parte, la recuperaci¨®n del discurso autoritario tradicional espa?ol por parte del Partido Popular ha puesto su grano de arena. Si en la etapa de Gobierno minoritario Aznar quiso reclamar a Aza?a, hoy, una vez m¨¢s, es Donoso Cort¨¦s y su teolog¨ªa pol¨ªtica autoritaria lo que orienta ideol¨®gicamente a la derecha espa?ola.
Pero no ha surgido de repente tanto desprop¨®sito: hemos sido nosotros los que lo hemos dejado crecer sin saber ponerle freno. El neoliberalismo, con su programa de desregulaci¨®n, privatizaci¨®n y mercantilizaci¨®n del mundo ha estado abriendo durante m¨¢s de dos d¨¦cadas la espita del desorden mundial. Nuestra debilidad a la hora de romper con la militarizaci¨®n del pensamiento, de la econom¨ªa y de la pol¨ªtica son tambi¨¦n responsables de la actual situaci¨®n. La crisis de la izquierda, apuntalada con los modelos de terceras v¨ªas, ha dejado inerte al pensamiento cr¨ªtico durante demasiado tiempo. Justo el que se han tomado para regresar al pasado los que nunca han cre¨ªdo en la democracia.
Fue gracias a la victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial por lo que esos valores moralmente superiores de la justicia, la solidaridad y la libertad abren nuestros textos constitucionales. Cada vez que Naciones Unidas se ha puesto en marcha para, de manera clara, hacer valer esos principios, se estaba construyendo ese modelo ¨¦ticamente superior. Sin embargo, cada vez que se legitimaba la desigualdad, la violencia de parte, la exclusi¨®n, el neocolonialismo o el unilateralismo se estaba echando por tierra ese modelo del que la vieja Europa, si lo hiciera cierto, tanto podr¨ªa enorgullecerse. Pero el le¨®n nunca quiso normas en la selva. S¨®lo la asamblea de todos sus habitantes puede transformar la jungla en una sociedad.
Por eso se intenta constantemente poner l¨ªmites a la construcci¨®n de una opini¨®n p¨²blica cr¨ªtica. Si, como se dice, la primera v¨ªctima de la guerra es la verdad, la manipulaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n se ha convertido en el arma principal de la guerra psicol¨®gica. Al igual que el Gobierno de Bush asumi¨® que era legal y leg¨ªtimo manipular a periodistas, intoxicar a los medios de comunicaci¨®n o fabricar mentiras y pruebas falsas, tambi¨¦n el presidente espa?ol ha puesto en marcha esa estrategia. Con la planeada guerra contra Irak, se pretende consolidar un modelo de informaci¨®n falaz, antidemocr¨¢tico y manipulador que erosiona profundamente la idea de opini¨®n p¨²blica (por definici¨®n libre y bien informada). El espacio que se est¨¢ otorgando a la visi¨®n franquista de la Guerra Civil en la televisi¨®n p¨²blica es una se?al de ese proceso de formaci¨®n de un nuevo "esp¨ªritu nacional". Los peri¨®dicos del PP y los medios p¨²blicos a su servicio se han convertido en armas de guerra contra la democracia y contra la formaci¨®n de una opini¨®n p¨²blica cr¨ªtica y aut¨®noma.
El retorno a la idea de criminalizaci¨®n de la protesta de los que se oponen a la guerra y su represi¨®n nos alertan de que la guerra trae de su mano las consecuencias que, quiz¨¢, podr¨ªamos haber supuesto para m¨¢s adelante.
Es porque estamos ante algo m¨¢s que una guerra por lo que la protesta de todos los que se oponen a ella ha crecido en todo el mundo a unos niveles que no conoc¨ªamos desde el mayo del 68 y las movilizaciones contra la guerra de Vietnam. Una respuesta enormemente plural y transversal en t¨¦rminos pol¨ªticos tanto como universal atendiendo a la geograf¨ªa de las protestas. Una protesta especialmente l¨²cida y potente en aquellos pa¨ªses que se presentan como paladines de la guerra: EE UU, Inglaterra, Italia y Espa?a. Dos centenares de diputados laboristas le recuerdan a Blair la incompatibilidad entre la izquierda y el belicismo, y miembros del Gobierno presentan su dimisi¨®n y critican al primer ministro. Y Berlusconi, casi desaparecido, opta por la ambig¨¹edad vista la magnitud de la oposici¨®n a la guerra en su pa¨ªs y los comienzos de una desobediencia pac¨ªfica. En Estados Unidos una parte significativa de la opini¨®n p¨²blica no se arredra frente al discurso autoritario de la Administraci¨®n de Bush. ?Y en Espa?a? En Espa?a, los diputados del Partido Popular entonan vergonzantemente el "prietas las filas" de resonancias franquistas.
El nacimiento de una democracia es un momento crucial en la historia de un pa¨ªs y, a menudo, est¨¢ atravesada de la pasi¨®n propia de quien est¨¢ construyendo futuro. No menos pasi¨®n necesitamos ahora, pues nos jugamos qu¨¦ tipo de democracia queremos para el mundo, para Europa y, de manera m¨¢s concreta, para Espa?a. Europa necesita en esta hora recuperar la confianza en la ciudadan¨ªa para dar un giro en su proyecto. Los errores en la historia no est¨¢n nunca en el momento final. Son procesos y de nada vale lamentar las conclusiones cuando no se ha intentado transformar las premisas. Es la ciudadan¨ªa europea protestando contra esta guerra el m¨¢s firme avance en la construcci¨®n europea.
Y por la misma raz¨®n, es crucial que la ciudadan¨ªa espa?ola le haga saber al Gobierno de Aznar que hemos tomado buena nota de su desprecio por la democracia y el orden internacional. Y que, naturalmente, nos lo tomamos muy en serio. Por fin sabemos en qu¨¦ consiste la "segunda transici¨®n" de Aznar. Y ya tuvimos bastante raci¨®n de dictadura.
Pero las razones de Aznar no son simplemente, aunque tambi¨¦n quepan en la explicaci¨®n, el ensimismamiento de un mon¨®logo maniqueo entre el bien dictado por alg¨²n santo reciente y el mal definido por George W. Bush: estamos ante un proyecto para Europa y para Espa?a. Un modelo donde se cruzan elementos de variado pelaje pero que comparten el autoritarismo y el privilegio: el deseo de Aznar de encontrar justificaci¨®n a su delirante intenci¨®n de ser un "actor internacional", sometiendo al clientelismo a su propio partido; los intereses de sectores que apoyaron al Partido Popular y que se beneficiar¨¢n con las migajas de la reconstrucci¨®n de Irak; una idea de Europa donde no pesen ni la voluntad pol¨ªtica de construir un camino propio y fuertemente entrelazado ni los aspectos sociales que debiera recoger la futura Constituci¨®n europea; un proyecto de Espa?a fuertemente centralizada bajo la amenaza constante del terrorismo nacional e internacional, as¨ª como sometida al autoritarismo de la teolog¨ªa pol¨ªtica integrista. Algunos encontrar¨¢n acomodo intelectual en la idea de que los riesgos de la nueva ¨¦poca exigen alg¨²n modelo de autoritarismo democr¨¢tico que preserve lo esencial. Para nosotros el autoritarismo democr¨¢tico es autoritarismo pero no es democracia. Despu¨¦s de la expulsi¨®n de la pol¨ªtica por parte de los mercados nos anuncian la limitaci¨®n de la democracia por mor de la seguridad.
En definitiva, estamos ante algo m¨¢s que otra guerra. La democracia espa?ola, "joven" pese a los veinticinco a?os transcurridos desde la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, se enfrenta una prueba de fuego. De la tensi¨®n entre la decisi¨®n guerrera del Gobierno de Aznar y la exigencia de paz del grueso de la poblaci¨®n espa?ola saldr¨¢ la calidad futura de nuestro ordenamiento pol¨ªtico. La voluntad demostrada por Aznar no es otra que hacer con la opini¨®n p¨²blica lo mismo que ha hecho con su partido. Al igual que la oposici¨®n pol¨ªtica y social est¨¢ dici¨¦ndole a Bush, a Blair y a Berlusconi que no est¨¢ dispuesta a aceptar un modelo de democracia que implica un regreso al feudalismo, nos corresponde a las ciudadanas y ciudadanos de este pa¨ªs enfrentarnos con todo el rigor y con la fuerza de la paz a la involuci¨®n que implica la propuesta del Partido Popular.
Dec¨ªa el profesor Aranguren que "lo que hoy es una herej¨ªa se suele convertir en ortodoxia ma?ana". La democracia se la juega si el escenario de guerra global permanente pasa a ser la ortodoxia de la pol¨ªtica mundial. Depende, como siempre, de la ciudadan¨ªa.
Gaspar Llamazares es coordinador general de Izquierda Unida.
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