?Qui¨¦nes son los nuestros?
Hace unos d¨ªas un amigo me pregunt¨®: ?no desear¨¢s, supongo, que Irak gane la guerra? Me qued¨¦ algo desconcertado y le contest¨¦ con alguna evasiva. La pregunta, sin embargo, sigui¨® rond¨¢ndome por la cabeza durante algunos d¨ªas. Ahora ya tengo la respuesta: s¨ª, sin duda, desear¨ªa que la guerra la ganara Irak. Intentar¨¦, en este art¨ªculo, explicar mis razones.
Para ello no hace falta insistir en los motivos alegados para el ataque que no han convencido a la opini¨®n p¨²blica: guerra de liberaci¨®n, Sadam como peligro inmediato para la paz mundial, leg¨ªtima defensa frente al terrorismo. Desde Chomsky hasta el Papa, pasando por una variad¨ªsima gama en la que se mezclan desde actrices y actores de Hollywood hasta viejos dirigentes del PP, se ha producido un raro frente de rechazo que se ha expresado en espectaculares manifestaciones p¨²blicas. La guerra no era necesaria.
Tampoco es preciso especular sobre las verdaderas razones para impulsarla: petr¨®leo, nuevo orden en la zona, nuevo orden internacional, desprestigio de la ONU, divisi¨®n de la Uni¨®n Europea, supremac¨ªa del d¨®lar frente al euro, necesidades de la industria armament¨ªstica, crisis econ¨®mica mundial, etc¨¦tera. Supongo que hay de todo un poco, que son los intereses y no los valores aquello que la motiva, pero para mi finalidad no hace falta entrar en ello.
Mi argumentaci¨®n parte de un hecho incontrovertible que simplemente hay que constatar porque las normas est¨¢n escritas y el contraste de los hechos con las mismas no ofrece lugar a dudas: se trata de una guerra ilegal, tanto por el fondo como por la forma, contraria al derecho internacional en su conjunto y claramente prohibida por la Carta de la ONU.
Jur¨ªdicamente, la actual invasi¨®n y ataque a Irak es una "guerra de agresi¨®n", de acuerdo con la Resoluci¨®n 3.314, de 1974, de la Asamblea General de Naciones Unidas, que establece la "definici¨®n de agresi¨®n". La actuaci¨®n de las tropas norteamericanas, brit¨¢nicas y australianas encaja exactamente en el concepto de agresi¨®n que figura en los art¨ªculos 1, 2 y 3 de ese texto. Adem¨¢s, el art¨ªculo 3 prev¨¦, en un inciso, que un acto ser¨¢ considerado de agresi¨®n "independientemente de que haya o no declaraci¨®n de guerra". El art¨ªculo 5.2 a?ade: "Ninguna adquisici¨®n territorial o ventaja especial resultante de una agresi¨®n es l¨ªcita ni ser¨¢ reconocida como tal".
Por tanto, estamos ante una agresi¨®n, ante un crimen contra la paz que da origen a responsabilidad internacional y del cual el agresor no debe sacar ventaja alguna. Los planes de posguerra, el bot¨ªn que ya se est¨¢ repartiendo, si se cumplen dar¨¢ lugar a actuaciones ilegales.
Pues bien, si esta es la calificaci¨®n jur¨ªdica de esta guerra, ?podemos desde nuestros valores democr¨¢ticos estar a favor de un acto de agresi¨®n internacional que, adem¨¢s, no es un acto cualquiera, sino una devastadora acci¨®n militar que previsiblemente destruir¨¢ un pa¨ªs y ya est¨¢ causando miles de v¨ªctimas, muchas de ellas civiles y, entre ¨¦stas, ancianos, mujeres y ni?os? El dilema de estar a favor de un bando o de otro es muy simple: hay que estar con los agresores o con los agredidos. El agredido, claramente, es Irak. Los agresores son los Estados que han aportado tropas para el ataque ilegal.
Desde Erasmo de Rotterdam, por lo menos, en Occidente hemos ido construyendo trabajosamente lo que quiz¨¢ es el m¨¢s grande invento de la modernidad: el Estado democr¨¢tico de derecho, basado en los valores de libertad e igualdad de los ciudadanos. Desde 1945, tambi¨¦n por lo menos, tras dos sangrientas guerras mundiales, empezamos a construir un orden jur¨ªdico internacional en torno a los mismos valores, el cual pivotaba sobre Naciones Unidas, que acoge a representantes de Estados de todo el mundo. Ciertamente, est¨¢bamos -estamos todav¨ªa- en los comienzos de esta nueva era internacional y hemos comprobado repetidas veces que la eficacia de la ONU es muy imperfecta. Pero es mejor que nada. Pues bien, quienes han desencadenado esta guerra de agresi¨®n no tienen reparo en decir que este orden internacional hay que cambiarlo y que el pivote sobre el cual debe construirse el nuevo orden es Estados Unidos. Igual dec¨ªan hace dos siglos los absolutistas frente a los liberales. El Rey Sol se ha transformado ahora en Estado Sol: todo debe girar a su alrededor.
La raz¨®n ¨²ltima que seguramente utilizar¨¢ mi amigo para argumentar que, a pesar de todo, hay que desear que la guerra la ganen Estados Unidos y el Reino Unido es que estos pa¨ªses son de los nuestros. Argumento falaz: por cultura, tradici¨®n hist¨®rica, religi¨®n, valores sociales y otras muchas cosas, los pueblos norteamericano y brit¨¢nico son, efectivamente, de los nuestros. Pero las guerras no las declaran los pueblos, sino sus gobernantes.
George W. Bush y su camarilla no son de los nuestros. Son un grupo de nacionalistas fan¨¢ticos de extrema derecha, fundamentalistas religiosos que mezclan groseramente ideas y negocios, y poco tienen que ver con la tradici¨®n liberal y democr¨¢tica norteamericana de Franklin, Jefferson, Holmes, Dewey, Wilson, Galbraith o Rawls. O el mismo Schlesinger, que hace dos d¨ªas escrib¨ªa un art¨ªculo contra la guerra en estas p¨¢ginas. Como tampoco ten¨ªan nada que ver Goethe, Kant, Marx, Freud o Popper con Hitler y los suyos. Los nuestros los escogemos, en todo caso, por sus principios y valores, no por pertenecer a una determinada tribu. Bush, Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, Crisol, Perle, Kagan y la secta de los cristianos renacidos -es decir, los que han iniciado esta guerra- no son de los nuestros. Y si no los frenamos ahora -como dec¨ªa El Roto, nuestro gran fil¨®sofo, el martes pasado-, tras la guerra querr¨¢n liberar tambi¨¦n a Ir¨¢n, Siria, Corea, Francia, Mercurio, J¨²piter y Plut¨®n. Tambi¨¦n para evitar mayores cat¨¢strofes es necesario que pierdan esta guerra.
Por fin, se me dir¨¢, ?es el r¨¦gimen de Irak de los nuestros? Tampoco. Pero en esta guerra es el agredido. Por eso, porque es necesario que la legalidad internacional salga ganando, estoy a su favor.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UA.
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