Tontos
Manuel Fraga debe pensar que Alberto Ruiz-Gallard¨®n es tonto. En esa gran cabeza que en t¨¦rminos volum¨¦tricos posee el Presidente de la Xunta de Galicia no cabe el patrocinar una entrega de premios donde ¨¦l no sea debidamente pelotilleado. Con ese tacto para las relaciones p¨²blicas que le caracteriza, neg¨® a la Sociedad General de Autores el escenario y el apoyo previsto para la entrega de los Premios Max de las Artes esc¨¦nicas. "Pagar para que le insulten a uno, no lo hace mas que un tonto" argument¨® don Manuel. Alberto Ruiz Gallard¨®n prest¨® la Casa del Reloj, sede de la Presidencia del Gobierno Regional, para los "maximinos" de las Artes Esc¨¦nicas a sabiendas de que en el acto habr¨ªa alguna "sorpresa desagradable" para ¨¦l. Los actores hablaron contra la guerra, algunos le pidieron su dimisi¨®n y otros le dejaron plantado. Es decir que, tal y como lo ver¨ªa Fraga, Gallard¨®n qued¨® como un idiota y encima pag¨® el festival. Sin embargo, cualquiera que conozca un m¨ªnimo al personaje sabe que puede ser todo menos idiota. Desde que tom¨® la decisi¨®n t¨¢ctica de apoyar la postura de Aznar a favor de la guerra, el presidente regional trata de mantener dignamente su contestada posici¨®n present¨¢ndose a un tiempo como adalid de la tolerancia ante quienes opinan lo contrario. Algo as¨ª como lo de Churchill cuando, parafraseando a Voltaire, afirmaba que no estaba en absoluto de acuerdo con las ideas de sus rivales pol¨ªticos pero que dar¨ªa la vida por que pudieran manifestarlas. Su actitud en los actos p¨²blicos es siempre la del dem¨®crata dialogante que deja hablar a todos, aunque le critiquen. Aguanta estoicamente el chaparr¨®n en la confianza de que el electorado sepa apreciar su integridad.
Aunque sufra, a Ruiz-Gallard¨®n dar la cara le crece. Sabe que pocos pol¨ªticos tienen las facultades que ¨¦l exhibe para afrontar en p¨²blico situaciones conflictivas e imprevisibles. Superarlas con su timidez oculta y casi patol¨®gica, constituye una especie de reto personal. Para completar la faena, maneja h¨¢bilmente la pol¨ªtica de gestos ante la galer¨ªa y rentabiliza los titubeos ¨¦ticos de la Consejera Alicia Moreno persuadi¨¦ndola para que le acompa?e en su candidatura. Falta saber si toda esa fortaleza esc¨¦nica, que adereza con un toque de victimismo en l¨ªnea con las ¨²ltimas consignas del partido, es suficiente para compensar el clima de indignaci¨®n imperante en la opini¨®n p¨²blica ante los horrores de la intervenci¨®n b¨¦lica.
Son muchos los que creen que, en este asunto, Ruiz- Gallard¨®n carece de convicciones. Que es un animal pol¨ªtico qu¨ªmicamente puro que ha tenido que asumir lo inasumible en el marco de un compromiso interno cuyos riesgos fueron mal calculados. "La guerra era evitable y usted lo sabe", le dec¨ªa uno de los actores que intervino en el acto del pasado lunes. Una buena parte del electorado que le apoy¨® en anteriores comicios y muchos de los que militan y ocupan cargos en el Partido Popular de Madrid opinan lo mismo. Por anecd¨®tico que pueda parecer, el caso de Bustarviejo es sintom¨¢tico. Tengo la absoluta seguridad de que la moci¨®n contra la guerra promovida por el Grupo Popular en ese Ayuntamiento y asumida de forma un¨¢nime por la Corporaci¨®n ser¨ªa suscrita por centenares de cargos de esta formaci¨®n en toda Espa?a, de tener la conciencia prioridad sobre la disciplina. Una disciplina fundamentada en el miedo a las represalias que empobrece la calidad intelectual y la democracia interna de una formaci¨®n carente de v¨¢lvulas de escape para la disidencia. En este sentido, la normalidad con que los diputados laboristas votaron contra su propio l¨ªder Tony Blair en el Parlamento brit¨¢nico constituye un ejemplo de vigor democr¨¢tico a imitar. Lo cierto es que, seg¨²n las encuestas, el PP est¨¢ en Madrid a un paso de perder las elecciones municipales y auton¨®micas, arrastrado por una posici¨®n inexplicada e inexplicable que, a tenor de los sondeos del CIS, rechaza el 91 por ciento de la ciudadan¨ªa. Hu¨¦rfanos de fe, los populares que se la juegan el 25 de Mayo conjugan en la intimidad sus oraciones en favor de una pronta conclusi¨®n de la contienda que les permita remontar, con los reproches a Aznar por conducirles al desastre. Cada d¨ªa son m¨¢s conscientes de que los gritos contra la guerra ahogan su mensaje electoral y que inmolarse por un credo que ni siquiera comparten es de tontos.
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