Indulto a un ascensor hist¨®rico

Estamos ante un excelso artefacto m¨®vil a punto de cumplir un siglo. Funciona sin interrupci¨®n desde 1906. Y lo hace especialmente bien, seg¨²n sus usuarios. Son vecinos de Marqu¨¦s de Villamejor, n¨²mero 3, en el coraz¨®n del barrio de Salamanca. Han peleado por su querido ascensor, para salvarlo de una serie de implacables ordenanzas municipales que forzaban a laminar, entre chapas ign¨ªfugas, su bell¨ªsima hechura en cristal y madera noble. Tras mucho batallar y al precio de cien revisiones y condicionantes, los vecinos lo han conseguido: la Delegaci¨®n de Industria de la Comunidad de Madrid se ha avenido a indultarlo, sin menguar la seguridad de sus viajeros.

Se trata de un elevador ¨²nico en Madrid. Fue fabricado por la compa?¨ªa La Industria El¨¦ctrica, sociedad an¨®nima barcelonesa ya desaparecida. Una placa de lat¨®n reza con orgullo: "Ascensor el¨¦ctrico". Fue de los primeros de su g¨¦nero en llegar a la capital. Se encuentra protegido por una cancela de hierro de caprichoso dibujo, que se despliega afiligranada hasta lo alto de una oquedad de cuatro plantas del edificio, obra de Antonio Palacios, el m¨¢s madrile?o de los arquitectos gallegos. Con vigoroso impulso, sus puertas alambradas saludan al viajero que las abre. Otro sonido, un roce leve, le recibe mansamente al adentrarse en la cabina y cerrar tras de s¨ª otras dos cancelas acristaladas. Entonces, un aroma a humo azul de cigarro habano, a¨²n perfumado por la caoba bru?ida, le envuelve al punto, mientras la mirada recorre sorprendida su interior. El armaz¨®n ser¨ªa llamado paralelepip¨¦dico por los ge¨®metras y rectangular por la gente de a pie. Si lo observa con detenimiento, ver¨¢ el elegante combado de sus aristas. La madera contiene un acristalamiento en ocasiones biselado, en otras liso, en todo caso destellantes en transparencia.

Un sof¨¢ tachuelado, de espaldar revestido de cuero-ch¨¦ster azul, el envoltorio cristalino de su estructura, m¨¢s todo su ornamento en bronce y lat¨®n fueron cuidadosamente dise?ados para el deleite del traslado. As¨ª lo muestra una cenefa que recorre su ¨¢tico, con decenas de flores de tres hojas, las mismas que coronan las coronas marquesales.

Todo anuncia que la casa, sus vecinos y el propio ascensor, son principales. Tambi¨¦n las piezas auxiliares de este elevador, botonadura, torniller¨ªa, p¨¦rtigas y cableado han sobrevivido incambiadas a las polvorientas sequ¨ªas y las alternativas humedades que empapan de cuando en cuando la atm¨®sfera madrile?a.

Durante una centuria, el ascensor ha elevado con galante eficacia a centenares de personas, a las que su solemne vuelo de cuatro plantas iba preparando para visitar a m¨¦dicos, asistir a veladas o gozar de fiestas y bailes. Luego, ya en descenso, brindaba su armaz¨®n como noble compa?¨ªa para despedir a los visitantes. Larga vida al ascensor.