La pol¨ªtica de innovaci¨®n
Desde el a?o 2000, las pol¨ªticas cient¨ªficas y tecnol¨®gicas est¨¢n encuadradas en el Plan Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica, Desarrollo e Innovaci¨®n Tecnol¨®gica 2000-2003 (Plan de I+D+i). Cumple, pues, su valoraci¨®n, a la espera de que el Gobierno apruebe el nuevo plan para los pr¨®ximos cuatro a?os, sin perjuicio de que el asunto sea materia de debate en las pr¨®ximas elecciones generales.
El plan cifraba algunos objetivos para 2003. En general, la realidad va a estar lejos de lo pretendido, especialmente en lo que se refiere a los objetivos de gasto de I+D en relaci¨®n al PIB, n¨²mero de investigadores respecto de la poblaci¨®n activa o inserci¨®n de doctores en empresas y centros tecnol¨®gicos. La constataci¨®n de la falta de vigor de la pol¨ªtica tecnol¨®gica espa?ola parece justificada. La consecuencia es que la intensidad de la innovaci¨®n de la empresa industrial espa?ola apenas alcanza el 47% de la correspondiente a la empresa europea, a la vez que el porcentaje de empresas espa?olas innovadoras respecto del total de empresas equivale al 52% del porcentaje de empresas innovadoras europeas. Es dudoso que el plan haya contribuido a estrechar la brecha que separa los sectores empresariales europeo y espa?ol.
"La intensidad de la innovaci¨®n de la empresa industrial espa?ola apenas alcanza el 47% de la correspondiente a la empresa europea"
Conviene prestar atenci¨®n a la herramienta estrella de la pol¨ªtica de fomento de la innovaci¨®n en Espa?a: la fiscalidad del gasto en innovaci¨®n. Se ha dicho hasta la saciedad que nuestro pa¨ªs ofrece el cuadro de incentivos fiscales m¨¢s favorable de la OCDE, lo que es cierto. Sin embargo, parece probado que su poder estimulador se limita a la poblaci¨®n de empresas que cotizan en el mercado de valores, disfrutan de capacidades de autofinanciaci¨®n elevadas u operan en sectores de contenido tecnol¨®gico elevado; la ausencia de ajuste entre los conceptos contable y fiscal de la I+D+i genera una incertidumbre considerable y dificulta el aprovechamiento de los incentivos por parte de las peque?as y medianas empresas.
En definitiva, es m¨¢s que dudoso que la fiscalidad actual de lugar a una ampliaci¨®n actual de lugar a una ensanchamiento de la base de empresas innovadoras. Recientemente, el Gobierno ha anunciado la instauraci¨®n de un sistema de certificaci¨®n de la innovaci¨®n, que podr¨ªa ser administrado por el Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa. Habr¨¢ que esperar y ver. Curiosamente, no es habitual que el dise?o de la pol¨ªtica de innovaci¨®n preste atenci¨®n a la competencia efectiva de los mercados. Sin embargo, se sabe que un tercio de la diferencia del esfuerzo innovador entre los pa¨ªses m¨¢s avanzados en la materia y los m¨¢s retrasados obedece a la existencia en estos ¨²ltimos de barreras a la competencia m¨²ltiples. De igual manera, las exigencias de los clientes (mercados) son el principal factor desencadenante de los procesos innovadores en el sector empresarial.
Finalmente, una parte significativa del esfuerzo innovador se concentra en el sector servicios. Pues bien, las insuficiencias de la liberalizaci¨®n de las industrias de red y la consolidaci¨®n de los obst¨¢culos legales a la competencia en ramas importantes del sector espa?ol de servicios no parecen ayudar al objetivo de incrementar el esfuerzo innovador. A lo anterior habr¨ªa que a?adir el car¨¢cter de los mercados espa?oles de compras p¨²blicas.
De lo anterior podr¨ªa deducirse que, en Espa?a, existen dos perfiles distintos de empresas : las innovadoras y las no innovadoras. Como han demostrado Garc¨ªa Olaverri y Huerta, las primeras realizan habitualmente innovaciones de proceso y producto, a la vez que observan pr¨¢cticas organizacionales avanzadas en materia de recursos humanos, retribuciones, o acuerdos de cooperaci¨®n con clientes y proveedores. Se trata de empresas medianas y grandes que operan, a t¨ªtulo principal, en mercados competitivos; en bastantes ocasiones con presencia extranjera en su capital. En consecuencia, el prop¨®sito de ampliar la base de empresas innovadoras deber¨ªa invitar a prestar atenci¨®n a las empresas que no realizan habitualmente este genero de actividades. Para las otras, la innovaci¨®n es una regla del juego o, simplemente, es el reflejo de su cultura corporativa. No precisan demasiadas ayudas p¨²blicas.
El Plan de I+D+i vigente no formula propuestas espec¨ªficas para este fin; la fiscalidad no es un instrumento determinante. Cabe, sin embargo, echar un vistazo al mundo de los centros tecnol¨®gicos sectoriales y horizontales, p¨²blicos y para-p¨²blicos, cuyo prop¨®sito fundacional suele ser la prestaci¨®n de servicios t¨¦cnicos y la transferencia de tecnolog¨ªa a las peque?as y medianas empresas. Habitualmente, disfrutan de financiaci¨®n p¨²blica no condicionada a los resultados alcanzados. De hecho, constituyen el segmento del sistema espa?ol de ciencia y tecnolog¨ªa menos sujeto a evaluaci¨®n externa. Es dudoso que, con car¨¢cter general, fomenten la difusi¨®n de innovaciones en sus respectivos ¨¢mbitos de actividad. Lo mismo cabe decir de los numerosos parques cient¨ªficos y tecnol¨®gicos.
El nuevo Plan de I+D+i podr¨ªa ocuparse de estos extremos. En todo caso, a lo mejor convendr¨ªa olvidarse de la redacci¨®n de planes y prestar algo m¨¢s de atenci¨®n a los obst¨¢culos que desincentivan la realizaci¨®n de tareas innovadoras en la empresa espa?ola. Ser¨ªa una innovaci¨®n de la pol¨ªtica tecnol¨®gica espa?ola.
Alberto Lafuente F¨¦lez es catedr¨¢tico de la Universidad de Zaragoza.
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