Un puerto que se muere de sed
En la ciudad iraqu¨ª de Um Qasr, destino de la flota espa?ola, los m¨¢s 'listos' roban el agua para vend¨¦rsela a los m¨¢s pobres
Un viejo que ya no lleva la cuenta de las guerras vividas deber¨ªa poder morir tranquilo. En la cama de su casa. O en un decente hospital. Sin embargo, el viejo muy viejo puede que muera hoy o ma?ana, a m¨¢s tardar el domingo, dicen las enfermeras, en un hospital con aspecto de no haber hecho nunca honor a ese nombre y rodeado de c¨¢maras de televisi¨®n y flashes de fot¨®grafos.
Para el Gobierno de Kuwait, este viejo fue ayer un paso m¨¢s en su campa?a de propaganda de ayuda al pueblo de Irak. De los doce camiones con ayuda humanitaria donada por el Ministerio de Salud kuwait¨ª que partieron a primera hora de la ma?ana de ayer desde Kuwait rumbo a Irak, uno de ellos se qued¨® en el puerto iraqu¨ª de Umm Qasr.
Una camilla engalanada con banderitas de Kuwait. Material m¨¦dico consistente en vendas, aspirinas y un aparato para colgar el suero fue todo lo que descendi¨® del cami¨®n bajo los aplausos y los gritos emocionados de los iraqu¨ªes jaleados en su j¨²bilo por los funcionarios kuwait¨ªes.
El problema es que el hospital necesitaba agua. El problema es que al hospital no le quedaba ni una gota. "Los pacientes tienen que traerse el agua de su casa si quieren ser atendidos", asegura el director del hospital de Umm Qasr, Mohamed Al Mansouri.
A Dola, una ni?a que no tiene todav¨ªa dos a?os, le han hecho la cura como han podido. Tiene amputada la pierna derecha a la altura de la rodilla. Su padre no explica c¨®mo la perdi¨®. S¨®lo mira con rabia a la legi¨®n de periodistas que le interrogan.
A pocos metros de ¨¦l, un joven iraqu¨ª s¨ª quiere hablar. M¨¢s que hablar quiere mostrar las heridas de la guerra. Se levanta la camiseta y ense?a un amasijo de carne cubierto por vendas sucias y ensangrentadas. Un charco de sangre en el suelo que nadie limpi¨®. Un cubo lleno de gasas y restos de escayola.
Las c¨¢maras siguen filmado y los funcionarios del Ministerio de Salud kuwait¨ª claman: "?La ayuda ya ha llegado!". "Del pueblo de Kuwait a nuestros hermanos de Irak", dijo el ministro de Salud, Ahmed Al Jarala, antes de ver partir hacia Irak, escoltados por tropas estadounidenses, 12 camiones de ayuda a repartir por todo el sur de Irak. M¨¢s de 150 periodistas cubr¨ªan el acto.
Son las once de la ma?ana en Umm Qasr, 30.000 habitantes. ?nica ciudad de Irak bajo control total de las fuerzas invasoras. Pero con problemas. Ayer se o¨ªan las explosiones de la cercana Basora. Vuelan los misiles desde la pen¨ªnsula de Fao. Alg¨²n que otro tiroteo en las calles. Pillaje. Saqueos. Y de nuevo el agua. Al ¨²nico puerto operativo de Irak debe llegar hoy o ma?ana el buque de asalto anfibio Galia, que zarp¨® el pasado 20 de marzo de Rota (C¨¢diz) y traslada 20 toneladas de ayuda humanitaria. Aunque la flotilla la forman tres buques, con 899 efectivos, dos de ellos -la fragata Reina Sof¨ªa y el petrolero Marqu¨¦s de la Ensenada- no podr¨¢n atracar en Um Qasr, al borde de la saturaci¨®n. Para preparar su llegada viaj¨® este fin de semana a Kuwait el general espa?ol Jos¨¦ Beltr¨¢n, subdirector de cooperaci¨®n y defensa civil.
"La zona est¨¢ segura y tranquila", asevera el teniente coronel Richard Murphy. "Nuestra misi¨®n ahora es devolver la rutina" a los habitantes. "Necesitan agua, pero no necesitan comida en un estado cr¨ªtico", puntualiz¨® el teniente coronel.
Cinco mujeres vestidas con harapos negros gritan a los funcionarios kuwait¨ªes. "Nos morimos de sed. Ten¨ªamos agua hasta que empez¨® la guerra". Acusan a sus propios vecinos de venderles el agua. Un agua que los m¨¢s listos, o despiadados, roban de las conducciones pr¨®ximas a la frontera. "Rompen las tuber¨ªas y sacan el agua. S¨®lo los que tienen medio de transporte pueden llegar hasta all¨ª. Luego nos la venden", chilla fuera de s¨ª una de ellas.
Venden el agua a los que no tienen nada. Entrar en una de sus casas es entrar en la nada. En dos inmundas habitaciones dice Entisar que "viven" 17 personas. "?Agua, se?ora. Agua, agua!", reclama una peque?a, en un gesto entre aprendido y necesitado. "Dinero, se?ora, dinero", piden sus hermanos.
Robert Cargie, un soldado norteamericano, entra en la chabola. Necesita agacharse para cruzar la puerta. Pregunta a la periodista si hay alg¨²n problema. En un bolsillo de su uniforme lleva su lista de frases en ¨¢rabe para resolver cualquiera que se presente. "Hola". "Somos americanos". "?Conteste a la pregunta!". "?No se resista!". "?Obedezca mis ¨®rdenes!". "?Hay alg¨²n muerto?". "No se asusten". "No lloren!". Y la que mejor pronuncia el soldado: "No nos disparen".
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