A la primera va la vencida
Raramente una pel¨ªcula espa?ola no tiene hoy en d¨ªa un estreno de campanillas, por todo lo alto, con luminos¨ªsimos focos en la fachada del local, alfombra roja, c¨¢maras de televisi¨®n, todas las revistas del coraz¨®n, invitados famosos, periodistas de m¨²ltiple pelaje, las estrellas que no se sabe por qu¨¦ siempre llegan tarde y, sobre todo, muchos, muchos amigos. Se aplauden los t¨ªtulos de cr¨¦dito, y al final, salvo cat¨¢strofe, se ovaciona la pel¨ªcula. Quienes la han hecho son besuqueados, ensalzados... y m¨¢s tarde, en la fiesta tan privada como multitudinaria, se confirma que hemos vivido una gran, gran noche. Se excitan hasta los productores, habitualmente reacios a estos festejos, queriendo creerse que cuanto les est¨¢n diciendo es un premio al esfuerzo invertido y a tanto riesgo, pero mientras sonr¨ªen, les obsesiona otro tema: el maldito lunes, el d¨ªa de la verdad. S¨®lo entonces se sabr¨¢ si la pel¨ªcula que acaban de estrenar este viernes tiene porvenir.
Son as¨ª ahora las reglas del juego: la vida en cartel de cualquier pel¨ªcula queda decidida a la luz de sus ingresos el primer fin de semana (perd¨®n, salvo algunas norteamericanas, que gozan de privilegios exclusivos). El productor, que durante meses ha organizado la pel¨ªcula, pagado la publicidad y hecho positivar tantas copias como le exigieron, se despierta el lunes, sudoroso y angustiado como si debiera visitar al m¨¦dico, para conocer el temible dictamen de su caso. Con el an¨¢lisis del arqueo en la mano, el gur¨² le absuelve o le condena: "Enhorabuena, la suya es una criatura robusta" o m¨¢s frecuentemente, "Lo siento, esta pel¨ªcula no vivir¨¢". El desolado productor se defiende: "Me la han estrenado junto a otras 12 pel¨ªculas, una de ellas de Julia Roberts, adem¨¢s ha llovido mucho, o el tiempo ha sido demasiado bueno para meterse en el cine, y por si fuera poco han retransmitido un final de Copa... d¨¦me otra oportunidad. La noche del estreno gust¨® a todo el mundo". El distribuidor-exhibidor ya le ha dado la espalda. Tiene la sart¨¦n por el mango... y el mango tambi¨¦n, como aquel Tartufo de Marsillach. No hay apelaci¨®n.
Imag¨ªnense que Fernando Trueba estrenara ahora aquella su ?pera prima de 1980. No se comer¨ªa un rosco. Es, claro, pura ucron¨ªa... que me viene a la mente al haberla ofrecido este peri¨®dico el domingo pasado en su colecci¨®n de cine espa?ol. Hoy, a una pel¨ªcula tan peque?a y modesta no le permitir¨ªan respirar. ?pera prima arranc¨® fatal en su estreno, y s¨®lo el lento boca en boca fue abri¨¦ndole horizontes... hasta convertirla, como se sabe, en ¨¦xito de masas. De estrenarse hoy, quiz¨¢s Trueba hubiera interrumpido ah¨ª su carrera, sin rodar jam¨¢s otra pel¨ªcula, ni por tanto, conseguir 12 a?os m¨¢s tarde un flamante Oscar por Belle ¨¦poque. Y s¨®lo por un maldito primer fin de semana.
?Qu¨¦ puede esperar en este contexto una peliculita tan curiosa y desconocida como La copa, que narra con humor las peripecias de unos monjes tibetanos refugiados en India, a los que apasiona la liga de f¨²tbol? ?Cu¨¢nto tiempo van a permitirle airearse a Ciudad de Dios, esa magn¨ªfica cr¨®nica de la vida en favelas, recientemente nominada al Oscar? ?Qu¨¦ pueden hacer contra tales elementos Robert Gu¨¦diguian y su Marie-Jo y sus dos amores? ?Qu¨¦ fue de la fascinante Historias m¨ªnimas, del argentino Sor¨ªn? ?Y de El efecto Iguaz¨²? Y de tantas otras... Las multinacionales, y no s¨®lo ellas, tienen prisa. Y muchos t¨ªtulos norteamericanos que estrenar, quiz¨¢ tan tontos como algunos de los nuestros, pero suyos al fin y al cabo. "Para ver una tonter¨ªa, mejor que sea aut¨®ctona", opin¨® esta semana Santiago Segura. Ellos s¨®lo quieren pelotazos como El oro de Mosc¨². A los dem¨¢s, ni agua.
En su divertido discurso al recibir el Premio Nacional de Cinematograf¨ªa, el exhibidor, distribuidor y productor Enrique Gonz¨¢lez Macho se invent¨® una an¨¦cdota de los hermanos Lumi¨¨re. Al d¨ªa siguiente de haber asombrado con su invento del cinemat¨®grafo ("un invento sin futuro", se hab¨ªan atrevido a opinar, como seguramente hubieran hecho los actuales due?os del cotarro), organizaron otra proyecci¨®n... a la que acudi¨® menos p¨²blico. Comentaron entonces desolados: "El cine ya no es lo que era". Impacientes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.