Miedo a los kurdos
La alarma suscitada en Turqu¨ªa por la entrada triunfal de los milicianos kurdos en Kirkuk coloca la cuesti¨®n kurda bajo los focos en esta fase terminal de la guerra de Irak. Ankara anunci¨® ayer por boca de su ministro de Exteriores que considera inaceptable la presencia de los peshmergas en el emporio petrol¨ªfero, y se dice dispuesta a intervenir militarmente en el norte de Irak si EE UU no controla a los combatientes kurdos, que han avanzado codo con codo con las escasas tropas estadounidenses del frente norte, pero han entrado pr¨¢cticamente solos en Kirkuk. Los peshmergas marchan tambi¨¦n junto a los tanques estadounidenses Abrams hacia Mosul, la tercera ciudad del pa¨ªs.
Los kurdos reivindican la norte?a Kirkuk como propia, alegando su expulsi¨®n durante a?os por la brutal pol¨ªtica arabizante de Sadam Husein. Kirkuk es un mar de petr¨®leo y Turqu¨ªa teme que, en el fragor de la inacabada guerra y a pesar de sus solemnes desmentidos, los kurdos sientan la tentaci¨®n de hacerse fuertes en la zona y aprovechar el petr¨®leo como pilar de sus ansias independentistas. La peor pesadilla de Ankara es un Estado kurdo en el norte de Irak, que inflamar¨ªa las pretensiones de los separatistas kurdos del sureste de Turqu¨ªa en busca de una patria. Un sue?o con 30.000 muertos en la regi¨®n durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas.
A su pesar, el Gobierno turco del islamista moderado Erdogan ha fortalecido la posici¨®n de las milicias kurdas en Irak, al negar el mes pasado la entrada por su territorio a la 4? Divisi¨®n de Infanter¨ªa estadounidense. El resultado es que miles de combativos peshmergas avanzan junto a un n¨²mero mucho menor de tropas de EE UU. Los recientes acuerdos Washington-Ankara, a cambio de los cuales Turqu¨ªa espera recibir unos miles de millones de d¨®lares, vedan la penetraci¨®n en Irak de los 40.000 soldados que Turqu¨ªa mantiene en alerta en la frontera.
La intensidad de la reacci¨®n turca es un primer y relevante ejemplo de la complejidad de las decisiones que EE UU va a tener que adoptar sobre la marcha para mantener en pie el andamiaje de los intereses contrapuestos en el invadido pa¨ªs de Sadam Husein. Restaurar el orden callejero, combatir los focos de resistencia y los ataques suicidas, como el que ayer mat¨® en Bagdad a uno de sus soldados, o poner en marcha el socorro humanitario son prioridades absolutas de Washington. Como lo es intentar ganarse la voluntad de los habitantes de un pa¨ªs asolado por las bombas, aunque sea mediante procedimientos tan ingenuos como el mensaje ad hoc emitido a los televisores iraqu¨ªes desde un H¨¦rcules C-130 en el que Bush y Blair prometen a los iraqu¨ªes tiempos mejores tras la ca¨ªda del tirano. En ese paisaje de urgencias se incluye el mantener a raya las aspiraciones independentistas de sus ocasionales aliados kurdos, enfebrecidos por la inminente victoria, y tambi¨¦n las ansias intervencionistas de su socio turco en el norte de Irak, un territorio que considera vital para su seguridad.
El Pent¨¢gono ha dado seguridades de que sus fuerzas mantendr¨¢n el control de Kirkuk y Mosul e impedir¨¢n la progresi¨®n kurda hacia el sur. Pero del nerviosismo de Ankara da idea el que se haya embarcado, para irritaci¨®n de EE UU, en una inquietante ofensiva diplom¨¢tica de alto nivel con sus vecinos Ir¨¢n y Siria. Los Gobiernos de esos tres pa¨ªses musulmanes s¨®lo comparten una cosa: el temor a un resurgimiento del separatismo de sus respectivas minor¨ªas kurdas, avivado por los ¨¦xitos de los peshmergas en Irak.
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