La ca¨ªda de Naciones Unidas
El reino de terror de Sadam Husein est¨¢ a punto de finalizar. Su Gobierno baazista, sin embargo, no se ir¨¢ solo. Naciones Unidas se est¨¢ hundiendo con ¨¦l, lo cual no deja de ser ir¨®nico. Quiz¨¢ no desaparezca toda la Organizaci¨®n de Naciones Unidas. Las partes dedicadas a "buenas obras" (por ejemplo, las misiones de paz de bajo riesgo, o aquellas que luchan contra el sida y la malaria, o que protegen a los ni?os) se mantendr¨¢n. La imponente jaula de grillos situada en el East River neoyorquino seguir¨¢ parloteando. Lo que ha muerto con la negativa del Consejo de Seguridad a emplear la fuerza para obligar a Irak a cumplir sus resoluciones sobre armas de destrucci¨®n masiva ha sido la fantas¨ªa mantenida durante d¨¦cadas de que la ONU era la piedra angular del orden mundial.
Cuando analicemos los escombros de la guerra para liberar a Irak, ser¨¢ importante conservar -para comprender mejor- el naufragio intelectual del concepto liberal de seguridad, mantenida a trav¨¦s del derecho internacional administrado por instituciones internacionales. Mientras los iraqu¨ªes libres documentan la pesadilla que durante un cuarto de siglo supuso el Gobierno de Sadam, no debemos olvidar qui¨¦n respald¨® esta guerra y qui¨¦n no, qui¨¦n sostuvo que la autoridad moral de la comunidad internacional se consagraba en la petici¨®n de conceder m¨¢s tiempo a los inspectores de la ONU, y qui¨¦n desfil¨® contra el "cambio de r¨¦gimen". En el esp¨ªritu de reconciliaci¨®n de posguerra que los diplom¨¢ticos son tan propensos a generar, no debemos reconciliarnos con la noci¨®n malograda de que el orden mundial nos exige retroceder ante Estados rebeldes que aterrorizan a sus ciudadanos y amenazan a los nuestros.
Decentes, considerados, altruistas, los millones de personas que se manifestaron en contra de obligar a Irak a rendir cuentas estaban convencidos de la idea de que s¨®lo el Consejo de Seguridad de la ONU tiene autoridad para legitimar el recurso a la fuerza. Una coalici¨®n voluntaria de democracias liberales dispuesta a poner a sus soldados en peligro no les bastaba. No parece importar que dichas tropas se est¨¦n utilizando para hacer cumplir las exigencias del Consejo de Seguridad. Si un pa¨ªs o coalici¨®n de pa¨ªses diferente del Consejo de Seguridad de la ONU utiliza la fuerza, incluso como ¨²ltimo recurso, no prevalecer¨ªa el derecho internacional, sino la "anarqu¨ªa", destruyendo as¨ª toda esperanza de alcanzar un orden mundial. Al menos eso cre¨ªan los manifestantes. Pero esta idea es equivocada, porque conduce a poner grandes decisiones morales (e incluso decisiones militares y pol¨ªticas existenciales) en manos de Siria, Camer¨²n, Angola, Rusia, China, Francia y otros por el estilo. Si una pol¨ªtica est¨¢ bien cuando la aprueba el Consejo de Seguridad, ?c¨®mo puede estar mal s¨®lo porque la China comunista, o Rusia o Francia o una panda de dictaduras de poca monta nieguen su aprobaci¨®n? Quienes se han opuesto a las acciones de la coalici¨®n en Irak destacan que el "orden" debe prevalecer sobre la "anarqu¨ªa".
Pero ?es esto cierto? ?Es el Consejo de Seguridad la instituci¨®n m¨¢s capaz para garantizar el orden y salvarnos de la anarqu¨ªa? La historia indica lo contrario. Naciones Unidas surgi¨® de las cenizas de una guerra que la Liga de Naciones fue incapaz de evitar. La Liga simplemente no pudo enfrentarse a Italia en Abisinia, y mucho menos (si hubiera sobrevivido a esa debacle) a la Alemania nazi. Con la euforia causada por la victoria en la II Guerra Mundial, se deposit¨® en el Consejo de Seguridad la esperanza de poder convertir la seguridad en algo colectivo, con lamentables resultados. Durante la guerra fr¨ªa, el Consejo de Seguridad se vio desesperadamente paralizado. De hecho, la decisi¨®n de defender a Corea del Sur de un ataque en 1950 la tom¨® el Consejo s¨®lo porque Stalin orden¨® a sus diplom¨¢ticos que boicoteasen los procedimientos de Naciones Unidas, lo que signific¨® que no hubiese por all¨ª ning¨²n embajador sovi¨¦tico que emitiera su veto.
Fue un error que los sovi¨¦ticos no volver¨ªan a cometer. En 1967 y en 1973, ante la inminencia de una guerra, la ONU se retir¨® de Oriente Pr¨®ximo, dejando que Israel se defendiera solo. El imperio sovi¨¦tico se vino abajo, y Europa del Este fue liberada, no gracias a la ONU, sino a la madre de todas las coaliciones, la OTAN. Ante las m¨²ltiples agresiones de Milosevic, la ONU no pudo parar las guerras de los Balcanes, ni siquiera proteger a sus v¨ªctimas. ?Se acuerdan de Sarajevo? ?Recuerdan Srebrenica y la matanza de miles de musulmanes que se encontraban bajo la supuesta protecci¨®n de Naciones Unidas? Hizo falta una coalici¨®n de voluntarios para salvar a Bosnia de la extinci¨®n. Cuando la guerra termin¨®, la paz se firm¨® en Dayton, Ohio, no en la ONU. El rescate de los musulmanes de Kosovo no fue una acci¨®n de Naciones Unidas: su causa nunca obtuvo la aprobaci¨®n del Consejo de Seguridad.
Este siglo presenta nuevos desaf¨ªos para las esperanzas de establecer un nuevo orden mundial. No derrotaremos y ni siquiera contendremos al terrorismo fan¨¢tico, a no ser que podamos llevar la guerra a los territorios en los que se inicia. Esto a veces requerir¨¢ el uso de la fuerza contra Estados que albergan a terroristas, como hicimos cuando destruimos el r¨¦gimen talib¨¢n en Afganist¨¢n. Los m¨¢s peligrosos de estos Estados son aquellos que poseen armas de destrucci¨®n masiva, armas qu¨ªmicas, biol¨®gicas y nucleares capaces de matar no a cientos o a miles, sino a cientos de miles. Irak era uno de esos Estados, pero hay otros. Cualquier esperanza de poder persuadirlos de que nieguen su apoyo o refugio a los terroristas descansa en la certeza y en la eficacia a las que se enfrentan. El fracaso cr¨®nico del Consejo de Seguridad a la hora de hacer que se respeten sus resoluciones (con respecto a Irak) es inconfundible: simplemente no est¨¢ a la altura de la tarea. As¨ª que nos quedan las coaliciones de voluntarios. Lejos de menospreciarlas como una amenaza contra un nuevo orden mundial, deber¨ªamos reconocer que son, por defecto, la mejor esperanza para ese orden y la verdadera alternativa a la anarqu¨ªa causada por el triste fracaso de Naciones Unidas.
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