Marte y Venus, reconciliados
Vivimos tiempos dif¨ªciles. La guerra en Irak, con los sufrimientos y la p¨¦rdida de vidas humanas que implica, hace aflorar emociones y exacerba los sentimientos. Tiempos dif¨ªciles, pero tambi¨¦n tiempos de reflexi¨®n honesta entre amigos.
John Fitzgerald Kennedy dijo en una ocasi¨®n: "Nosotros [los estadounidenses] no consideramos una Europa unida y fuerte un rival, sino un socio". Incluso lleg¨® a proponer una declaraci¨®n de interdependencia entre "la nueva uni¨®n emergente en Europa con la vieja uni¨®n americana". Sin duda, unos sentimientos hermosos, dif¨ªciles de encontrar en nuestros d¨ªas.
La situaci¨®n actual ha sido objeto de innumerables an¨¢lisis sobre nuestras diferencias, como el de Robert Kagan, que quiz¨¢s han pretendido popularizar ideas sutiles, algo que no resulta f¨¢cil. No han faltado exageraciones ni simplificaciones que proyectan la imagen de que europeos y americanos no s¨®lo viven en continentes separados, sino en planetas distintos, enfrentados por una percepci¨®n totalmente diferente del mundo. Los europeos provendr¨ªan de Venus, lo que, seg¨²n sus detractores, significar¨ªa ser pusil¨¢nimes, poco despiertos, d¨¦biles pol¨ªtica y militarmente. Los americanos, por el contrario, ser¨ªan de Marte, es decir, poderosos, viriles y din¨¢micos, un territorio en el que dominan la claridad moral y la acci¨®n decidida. Pero en el mundo real existe un planeta, la Tierra, donde compartimos el presente y debemos construir el futuro.
?Nos enfrentamos realmente a una crisis de las relaciones transatl¨¢nticas?
La reacci¨®n europea no debe confundirse con hostilidad o antiamericanismo
Una pol¨ªtica de "divide y vencer¨¢s" puede desembocar en "divide y fracasar¨¢s"
Reconstruir una naci¨®n no es sencillo, como hemos comprobado en Afganist¨¢n
?Por qu¨¦ las propuestas de interdependencia del presidente Kennedy parecen tan fuera de lugar hoy? ?Nos enfrentamos realmente a una crisis de las relaciones transatl¨¢nticas?
Si analizamos la situaci¨®n con una cierta perspectiva, comprobaremos que no es la primera vez en la historia reciente que las opiniones sobre el uso de la fuerza han diferido a cada lado del Atl¨¢ntico, y que no siempre han sido los europeos los m¨¢s legalistas y cautelosos. Hace tan s¨®lo unos d¨ªas tuvo lugar en el oc¨¦ano ?ndico una operaci¨®n realmente osada. Cuando se encontraba en alta mar, un buque fue abordado desde helic¨®pteros. Transportaba misiles desde Corea del Norte a Yemen. ?Qu¨¦ sucedi¨®? Los expertos de otro pa¨ªs decidieron que la acci¨®n era ilegal y deb¨ªa ser abortada. ?Qui¨¦nes eran los que abordaron el buque? Eran europeos, casualmente espa?oles. ?Y qui¨¦n insisti¨® en que se pusiera fin a la operaci¨®n debido a las normas legales internacionales? El Gobierno de Estados Unidos.
A ambos lados del Atl¨¢ntico encontramos toda una panoplia de puntos de vista distintos. Lamentablemente, concentramos demasiado nuestra atenci¨®n en los extremos. A menudo, no nos percatamos de los puntos en com¨²n, del terreno que compartimos. La opini¨®n p¨²blica no es monol¨ªtica. En Estados Unidos hay quienes se oponen a la guerra (como, por ejemplo, aqu¨ª en este campus). De igual manera que los hay que la apoyan en Europa. Si pregunt¨¢ramos sobre el objetivo de lograr el desarme de Irak, en lugar de sobre los medios elegidos para lograrlo, nos encontrar¨ªamos con una gran coincidencia de puntos de vista.
Desde una perspectiva econ¨®mica, tambi¨¦n podemos llegar a la conclusi¨®n de que la propuesta interdependencia del presidente Kennedy es ya una realidad. El grado de integraci¨®n econ¨®mica alcanzado entre Estados Unidos y la Uni¨®n Europea no tiene precedentes. Hablamos mucho del Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte (TLC) y del "siglo asi¨¢tico", pero la verdad es que en los ¨²ltimos ocho a?os las inversiones norteamericanas en Holanda son el doble que en M¨¦xico y diez veces m¨¢s que en China. Las inversiones europeas en el estado de Tejas doblan a las americanas en Jap¨®n.
En el terreno de lo pol¨ªtico, tambi¨¦n se han intensificado los contactos. Mencionar¨¦ el caso de los Balcanes. Al principio de los noventa, Europa estaba dividida; Naciones Unidas, tambi¨¦n; la OTAN, paralizada, y las relaciones transatl¨¢nticas pasaban por un mal momento. Los Balcanes eran escenario de tragedias y atrocidades. En la actualidad, el panorama es totalmente distinto. La cooperaci¨®n entre la Uni¨®n Europea y EE UU es constante y la ONU desempe?a un papel util¨ªsimo de apoyo a todos.
?Por qu¨¦ entonces, si hemos logrado trabajar bien en algunas ¨¢reas, tenemos esta sensaci¨®n de crisis? Porque nos encontramos en un momento crucial. Es verdad que desde el final de la Segunda Guerra Mundial se nos viene diciendo que estamos ante un momento hist¨®rico, decisivo. Estoy convencido de que esta afirmaci¨®n es hoy m¨¢s cierta que nunca. A los europeos nos invade un profundo sentimiento de inquietud y perturbaci¨®n.
La guerra en Irak es totalmente nueva. Puede ser la primera de una nueva era: se trata de una dram¨¢tica exhibici¨®n del dominio americano en un momento en que Estados Unidos se siente m¨¢s vulnerable que nunca. Para los americanos, se trata de una guerra preventiva. Pero muchos europeos se preguntan, por el contrario, si la guerra no se hubiese podido evitar, si se hab¨ªan agotado todas las opciones para una soluci¨®n pac¨ªfica.
La crisis iraqu¨ª ha dividido la Uni¨®n Europea, la OTAN y Naciones Unidas. En algunos casos ha separado a los gobiernos de sus poblaciones. Los gobiernos europeos que han apoyado la guerra lo han hecho en contra de sus opiniones p¨²blicas, corriendo un gran riesgo pol¨ªtico. Los argumentos de Estados Unidos no han convencido a la gran mayor¨ªa de europeos. Nos hemos enzarzado en "francos intercambios" de puntos de vista. Nunca hab¨ªamos visto que se alcanzara tal grado de enfrentamiento. Pero a todos, la guerra nos sit¨²a ante una cuesti¨®n muy seria: ?c¨®mo abordar la amenaza de la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva?
En esta parte del Atl¨¢ntico, las divisiones nos causan una gran desaz¨®n. Queremos que se terminen. La reacci¨®n europea no debe confundirse con hostilidad, antiamericanismo o pacifismo. Tiene que ser posible estar en desacuerdo y seguir siendo amigos y socios. Para ello, tenemos que seguir trabajando para restaurar el di¨¢logo civilizado y la visi¨®n com¨²n. Tenemos que ser capaces de aprovechar la oportunidad que nos brindan las actuales circunstancias. Tenemos la posibilidad de aclarar profundas cuestiones que debemos resolver juntos si pretendemos construir una relaci¨®n transatl¨¢ntica dispuesta a hacer frente a los desaf¨ªos del siglo XXI. Algunas de estas cuestiones, ni m¨¢s ni menos, conciernen al nuevo orden mundial.
Lo primero que me llama la atenci¨®n es que los problemas del mundo de hoy son problemas comunes: armas de destrucci¨®n masiva, terrorismo, pobreza, Estados fallidos, la crisis en Oriente Pr¨®ximo... Todos ellos afectan profundamente tanto a Europa como a Estados Unidos.
Europa est¨¢ m¨¢s al alcance de misiles procedentes de pa¨ªses potencialmente hostiles, que incluso pueden llevar armas de destrucci¨®n masiva, que Estados Unidos. Tambi¨¦n padecemos, y hemos padecido durante a?os, el terrorismo. Es cierto que no hemos sufrido un ataque tan catastr¨®fico como el que cambi¨® profundamente Am¨¦rica el 11 de septiembre, pero podemos ser v¨ªctimas de ¨¦l en cualquier momento.
La gran crisis de Oriente Pr¨®ximo, que afecta de manera distinta a toda la regi¨®n, desde Afganist¨¢n hasta Marruecos, ha sido desde hace a?os uno de los temas centrales de las relaciones entre Estados Unidos y Europa. EE UU es el poder dominante en Oriente Pr¨®ximo desde la Segunda Guerra Mundial, pero esta regi¨®n es vecina nuestra y todo lo que all¨ª ocurre tiene un profundo impacto en Europa. Hemos estado trabajando juntos para solucionar esta crisis. Hace dos a?os fui miembro del Comit¨¦ Mitchell. Las propuestas que hicimos entonces eran buenas, sab¨ªamos hacia d¨®nde hab¨ªa que avanzar. Simplemente, el tren qued¨® parado en la estaci¨®n. Mientras, m¨¢s de 2.000 personas han muerto. Es el momento de romper esta din¨¢mica y empezar a cambiarla. Por ello, he recibido con satisfacci¨®n el anuncio que el presidente Bush ha dicho sobre la "hoja de ruta" del Cuarteto. Es el momento de ponerla en pr¨¢ctica.
Pero los problemas comunes requieren soluciones comunes. No se trata s¨®lo de que EE UU y la Uni¨®n Europea est¨¦n involucrados. Necesitamos la ayuda de Jap¨®n, Rusia, China y otros pa¨ªses para afrontar estas cuestiones. No puedo imaginar que seamos capaces de hacerlo a menos que compartamos los objetivos y haya una cooperaci¨®n m¨¢s estrecha.
?C¨®mo podemos recuperar la idea de ese objetivo com¨²n? Con un renovado compromiso con los cuatro principios b¨¢sicos que han constituido la base de nuestra relaci¨®n desde hace m¨¢s de 50 a?os.
Primero, debemos reconocer que somos aliados y socios. Que ambos hacemos contribuciones claras y ¨²tiles. Que afrontamos las causas de los problemas, no s¨®lo los s¨ªntomas. Por ¨²ltimo, que actuamos unidos en favor de un mundo basado en reglas comunes y aceptadas por todos.
Si somos aliados y socios debemos relacionarnos como tales. Trata a tus amigos como aliados y te corresponder¨¢n. Las alianzas permiten legitimar el liderazgo, ofreciendo un foro para hablar y escuchar, para definir tareas comunes y la forma de hacerlas realidad. La alianza debe determinar la misi¨®n en cada caso. Lo que no debe significar, de hecho, un veto europeo a las iniciativas americanas. Es la mejor apuesta para restaurar nuestro objetivo com¨²n.
La alternativa ser¨ªa elegir a los socios como se escoge a los ¨²tiles de una caja de herramientas. La mayor¨ªa de nosotros preferimos ser considerados "aliados" o "socios", en vez de simples herramientas de la caja.
Para que las alianzas y asociaciones sean efectivas necesitan capacidades eficaces, a las que deben contribuir todos los miembros. ?ste deber¨ªa ser nuestro segundo principio: contribuir como un aliado para ser considerado un aliado. Europa ha sido muy criticada en Am¨¦rica por no hacer lo suficiente en defensa. Una parte de las cr¨ªticas est¨¢n justificadas. Yo mismo las secundo cuando digo que Europa necesita gastar m¨¢s y mejor. Los l¨ªderes europeos est¨¢n haciendo un esfuerzo para hacer m¨¢s operativas las capacidades militares. La seguridad es hoy un concepto multidimensional. Proporcionar y asegurar paz, orden y estabilidad es una manera eficaz de resta?ar las heridas. Reconstruir una naci¨®n no es sencillo, como hemos comprobado en Afganist¨¢n y seguramente veremos en Irak.
El tercer principio, de puro sentido com¨²n, es que debemos usar las capacidades compartidas para enfrentarnos a las causas y a los s¨ªntomas. Pero aplicar el sentido com¨²n no siempre resulta f¨¢cil. El presidente Bush subrayaba que "debemos afrontar las peores amenazas antes de que aparezcan, porque si esperamos a que se materialicen vamos a tener que esperar demasiado". Desde nuestro punto de vista, esto es cierto aplicado tambi¨¦n a problemas como el cambio clim¨¢tico, el desarrollo sostenible o la desintegraci¨®n regional. Necesitamos pol¨ªticas activas para anticipar estos problemas, que asimismo afectan a nuestra seguridad en el sentido amplio y, en consecuencia, adoptar estrategias preventivas.
Analizar las causas significa tambi¨¦n actuar sobre el medio ambiente que abona el terrorismo, con la misma determinaci¨®n con que actuamos sobre ¨¦l. Ninguna causa justifica el terrorismo, pero eso no significa que debamos ignorarlas. Sin menospreciar las capacidades de nuestros enemigos, tenemos que estudiar los motivos que les llevan a adquirirlas. Debemos preocuparnos por las armas de destrucci¨®n masiva y por que puedan llegar a manos de terroristas. Hacer todo lo posible por evitarlo. Pero, como nos mostr¨® tr¨¢gicamente el 11 de septiembre, la motivaci¨®n, aunque no se disponga de alta tecnolog¨ªa, es la peor arma de destrucci¨®n masiva.
Hacer que otros quieran lo que t¨² deseas puede ser m¨¢s ¨²til que hacer que otros hagan lo que t¨² quieres. Basta un ejemplo. Esta semana tendr¨¦ el honor de asistir a la ceremonia en la que diez pa¨ªses firmar¨¢n los tratados de adhesi¨®n a la UE. Ocho de ellos formaban parte del llamado "bloque sovi¨¦tico". La perspectiva de ser miembro de la UE ha resultado un gran acicate para que todos ellos llevaran a cabo una profunda transformaci¨®n de su pol¨ªtica, su econom¨ªa y sus sistemas legales. Les hemos ayudado y alentado, pero la motivaci¨®n ha sido suya, y ¨¦sta es la base de su ¨¦xito. No s¨®lo han logrado cambiar de r¨¦gimen, sino de sistema.
Esto me conduce al cuarto y ¨²ltimo principio: actuamos juntos para mantener y fortalecer un mundo basado en reglas comunes y aceptadas por todos (multilateralismo). ?sta es la mejor manera para acabar con las motivaciones y las capacidades para la destrucci¨®n que tanto tememos.
Algunos insin¨²an que existe una dicotom¨ªa entre "poder", el m¨¦todo de EE UU, y "ley", el de Europa. De hecho, ley y poder son dos caras de la misma moneda. El poder es necesario para establecer la ley, y la ley es la cara leg¨ªtima del poder. En ocasiones los pa¨ªses europeos han tendido a olvidar que la ley y la legalidad internacional deben ser respaldadas por la fuerza. Al mismo tiempo, tambi¨¦n hemos escuchado voces en Am¨¦rica que parecen haber olvidado que, para ser eficaz, la fuerza debe ser respaldada por la legitimidad. Una defensa real de los valores transatl¨¢nticos depende de la aceptaci¨®n y el refuerzo de las reglas y las normas com¨²nmente aceptadas.
Pero una visi¨®n basada en la legalidad y la legitimidad no puede ser limitadora de la acci¨®n de EE UU. Los americanos han escrito gran parte del Derecho Internacional que tanto nos ha servido en la posguerra. Apoyar la legalidad internacional es la mejor manera de que Am¨¦rica preserve su posici¨®n como superpotencia aceptada y pueda continuar expandiendo sus valores. Otras alternativas, como el aislamiento o el dominio mediante la fuerza, no son viables a largo plazo.
Conceptos como fuerza, reglas y legitimidad han confluido en la crisis de Irak. Debemos asumir que no todo el mundo cree que la guerra sea leg¨ªtima. Pero tambi¨¦n debemos asegurarnos de que la paz sea percibida como leg¨ªtima. Por esta raz¨®n, es importante el papel de Naciones Unidas en la reconstrucci¨®n pol¨ªtica. De lo contrario, nos enfrentaremos a lo que Hegel llam¨® "la impotencia de la victoria", refiri¨¦ndose a Napole¨®n en Espa?a.
El concepto de poder es relativo. Poder americano es tambi¨¦n debilidad europea, y es importante para ambos, americanos y europeos, reconducir esta equivalencia. Llevar¨¢ tiempo, pero tambi¨¦n lo requiri¨® la construcci¨®n de EE UU. Europa es un proyecto diferente, pero en algunos aspectos los avances conseguidos en los primeros 50 a?os de su desarrollo son m¨¢s espectaculares que los progresos de los primeros 100 a?os en EE UU. Despu¨¦s de todo, Estados Unidos no tuvo una moneda ¨²nica hasta 1862 y no se cre¨® un banco central hasta 1913.
Soy consciente de que no siempre es f¨¢cil tratar con la Uni¨®n Europea. A pesar de ello, ser¨ªa un error que EE UU "escogiera" de entre sus aliados europeos, porque supondr¨ªa ignorar que la UE colectivamente tiene capacidades de las que carecen individualmente sus miembros. Hist¨®ricamente, EE UU ha hecho grandes esfuerzos para poner fin a los enfrentamientos entre pa¨ªses europeos. Ser¨ªa un fracaso de todos que ahora volvi¨¦ramos a pelearnos. Intentar dividir Europa s¨®lo da la raz¨®n a aquellos que arguyen que la identidad europea se centra en la oposici¨®n a Estados Unidos. Una pol¨ªtica de "divide y vencer¨¢s" puede desembocar en "divide y fracasar¨¢s".
Lo que queremos es m¨¢s Europa, no menos Am¨¦rica. En el mundo en que vivimos, ni EE UU ni Europa encontrar¨¢n un aliado con el que compartan un grado tan alto de valores e intereses.
No soy un experto en la materia, pero, seg¨²n la mitolog¨ªa, Marte s¨®lo encontr¨® la paz en los brazos de Venus, y de su uni¨®n naci¨® la diosa Armon¨ªa.
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