Cuba y las estrategias de la compasi¨®n
Con oscuridad y alevos¨ªa, aprovechando que la atenci¨®n estaba puesta en Irak, Fidel Castro dio otra vuelta de tuerca a su dilatado historial represivo. No ha sido el ¨²nico que ha aprovechado la coyuntura. Del Congo llegan tambi¨¦n noticias de terror. En ?frica hay muchas guerras, muchas matanzas que son casi siempre clandestinas, porque Occidente ni siquiera se molesta en reconocer a sus v¨ªctimas. Pero lo que ocurre en Cuba, por proximidad geogr¨¢fica con Estados Unidos y ling¨¹¨ªstica con Espa?a; por una mitolog¨ªa revolucionaria que languidece pero no desaparece del todo; por el poder del exilio; por el ins¨®lito car¨¢cter de una isla comunista sobreviviendo al naufragio y al bloqueo, a un palmo del enemigo; nunca pasa del todo desapercibido, aunque se haga de madrugada y sin aviso previo. Por la v¨ªa del juicio sumar¨ªsimo, 75 disidentes reci¨¦n detenidos han sido condenados a penas dur¨ªsimas por simples delitos de expresi¨®n. Tres ciudadanos han sido condenados a muerte y ejecutados por un secuestro sin v¨ªctimas. Todo ello, por supuesto, sin las m¨¢s m¨ªnimas garant¨ªas judiciales.
Todo acontecimiento -incluidos los que tienen que ver con el terror- es susceptible de an¨¢lisis, y estos d¨ªas he visto -a trav¨¦s de Iv¨¢n de la Nuez- las diversas interpretaciones que circulan por ah¨ª, todas ellas muy cl¨¢sicas. La advertencia a los reformistas del r¨¦gimen (en el supuesto que los hubiera): la represi¨®n como mensaje oblicuo a gente de la nomenclatura que habr¨ªa mostrado alg¨²n desacuerdo. El triunfo de los sectores m¨¢s duros: la represi¨®n como golpe del sector m¨¢s cavern¨ªcola (si es que hay alguno que no lo sea) decidido al cierre kampucheano para gobernar de manera aislada y sin disidencia alguna. El signo definitivo de decadencia: la represi¨®n como expresi¨®n de los ¨²ltimos ramalazos de un r¨¦gimen que est¨¢ m¨¢s agonizante de lo que algunos creen. La restauraci¨®n del orden por parte de un r¨¦gimen al que le han entrado las paranoias despu¨¦s de haber consentido una m¨ªnima apertura: la represi¨®n como aviso a los 11.000 firmantes que hab¨ªan hecho llegar sus peticiones de cambio. En resumen, lleg¨® el comandante y mand¨® parar.
A m¨ª las ejecuciones de este abril cubano me recuerdan las franquistas de septiembre de 1975. Las reacciones de un r¨¦gimen que se siente d¨¦bil, que se asusta incluso ante sus propias aperturas -el esp¨ªritu del 12 de febrero- y que sabe que su suerte est¨¢ ligada a la de su l¨ªder, con lo cual va pegando y dando bandazos cada vez m¨¢s sin sentido. Cierto que no hay informaciones que permitan pensar que el final de Castro est¨¢ a dos meses vista como el de Franco entonces. Pero este tipo de reg¨ªmenes acostumbra a cerrar su ciclo con una hiperbolizaci¨®n de sus modos criminales, y este podr¨ªa ser el sentido de lo que est¨¢ ocurriendo en Cuba. Las ejecuciones de Franco provocaron importantes movilizaciones en toda Europa, pero tambi¨¦n en algunos lugares de Am¨¦rica. Ser¨ªa bueno que esta vez ocurriera lo mismo. Y que quienes tienen poder y posici¨®n para ello trataran de actuar efectivamente para evitar nuevos casos como los que acaban de ocurrir y para preparar la transici¨®n de salida de un r¨¦gimen sin coartada alguna para sus modos dictatoriales.
Dice Saramago que hasta aqu¨ª ha llegado, que despu¨¦s de esto se queda, ya no sigue al lado de Cuba. ?Eran necesarias estas ejecuciones para darse cuenta del car¨¢cter dictatorial y totalitario del r¨¦gimen castrista? Hay que ser muy ciego para tardar tanto tiempo en ver lo evidente. Y, sin embargo, en Espa?a -como en otros lugares de Europa y de Am¨¦rica Latina- ha costado mucho que la verdad de Cuba se hiciese un hueco. Hay un prejuicio favorable a Fidel Castro -en Manuel Fraga, en la izquierda comunista, en sectores socialistas, en los movimientos cristianos e incluso en algunos n¨²cleos de la derecha o del centro- que ha hecho que a la hora de juzgarle siempre aparezcan atenuantes que no se dan en otros casos. Pero hace muchas d¨¦cadas que los guerrilleros rom¨¢nticos del Moncada se convirtieron en dictadores implacables. Las m¨²ltiples torpezas de Estados Unidos -que echaron a Castro y los suyos en manos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica-, el embargo o el car¨¢cter extremista de algunos de los sectores m¨¢s ruidosos y con m¨¢s dinero del exilio de Miami no pueden ser excusas para no llamar a las cosas por su nombre: crimen, a una oleada de represi¨®n y ejecuciones; dictadura totalitaria, a un sistema de partido ¨²nico que pretende copar todos los niveles del Estado y de la sociedad civil.
Fidel Castro ha querido que esta nueva haza?a represiva coincida con la guerra de Irak. E inmediatamente hemos asistido al uso t¨¢ctico de la indignaci¨®n. Todo es susceptible de ser utilizado pol¨ªticamente, los buenos sentimientos tambi¨¦n. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar nos est¨¢ dando un curso acelerado de c¨®mo confrontar los sentimientos de compasi¨®n con las diferentes v¨ªctimas. Para minimizar los muertos de Irak -para los que todav¨ªa es hora de que demuestre que en su coraz¨®n de hielo queda todav¨ªa alg¨²n p¨¢lpito sangu¨ªneo- echa en cara a la oposici¨®n a los ejecutados de Castro y se acuerda de los millares de muertos que ha habido en el Congo en los ¨²ltimos d¨ªas, un conflicto para el que el presidente, hasta este momento, no hab¨ªa expresado la m¨¢s m¨ªnima preocupaci¨®n. Como no consta que la expresara en su d¨ªa por los kurdos o chiitas gaseados por Sadam. Lo menos que se puede decir de este uso t¨¢ctico de los muertos es que es una obscenidad. M¨¢s cuando viene de alguien que tiene poder, y por tanto capacidad para actuar adem¨¢s de hablar. Como es obvio, Aznar pod¨ªa haber hecho bastante para evitar los muertos de Irak. Y tambi¨¦n para evitar las ejecuciones de Cuba si hubiese practicado una pol¨ªtica exterior aut¨®noma, de liderazgo donde Espa?a puede ser o¨ªda -como en Latinoam¨¦rica y en Europa-, en vez de entregarse al servicio de la administraci¨®n de Bush. Ciertamente, como secretario de Estado adjunto del Gobierno norteamericano es dif¨ªcil hacer presi¨®n o gesti¨®n alguna sobre el Gobierno de Castro.
El uso estrat¨¦gico y selectivo de la compasi¨®n por parte de Aznar -las v¨ªctimas de ETA o de Castro merecen un reconocimiento y un respeto, las de Irak o de Chechenia (por las que Aznar, que s¨®lo hace unos meses defend¨ªa a Vlad¨ªmir Putin incondicionalmente, nunca se preocup¨®) quedan a beneficio de inventario- confirma el abotargamiento del poder. Todo es susceptible de ser utilizado para el fin de conservar el poder: incluso las v¨ªctimas. Se empieza entrando en una guerra, se sigue utilizando t¨¢cticamente a los muertos y se acaba perdiendo el respeto al adversario y el buen uso de las formas democr¨¢ticas. Queda como consuelo una buena noticia. La derecha espa?ola -en boca de su representante m¨¢s conspicuo- est¨¢ en contra de las ejecuciones sumarias hechas por dictadores. No era as¨ª ni en septiembre de 1973 (Pinochet), ni en septiembre de 1975 (Franco).
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