Espa?a y su evasiva izquierda
El autor sostiene que se ha llegado al absurdo de pensar que hablar de Espa?a equivale a poseer un matiz 'facha'.
Una de las cosas que siempre me ha llamado la atenci¨®n y que se pone continuamente de relieve al estudiar la historia pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs es la uni¨®n, en la dial¨¦ctica y hasta en los escritos constitucionales, que la derecha tradicional hace entre tres t¨¦rminos que, bien analizados, nada tienen en com¨²n. Dios, la patria y la propiedad privada. As¨ª ocurre desde los comienzos de nuestros debates constitucionales hasta casi nuestros d¨ªas. En el pasado m¨¢s inmediato, durante la II Rep¨²blica, la Confederaci¨®n Espa?ola de Derechas Aut¨®nomas (CEDA) constituy¨® el ejemplo m¨¢s visible de lo que comentamos, a?adiendo a dicha uni¨®n la familia y el entonces estrat¨¦gico lema de la accidentalidad de la forma de gobierno. Se afirmaba que lo importante es lo que se defend¨ªa, sin importar el r¨¦gimen que lo llevara a cabo. Esto ¨²ltimo no dejaba de ser una falacia. Y ante ello, la izquierda, en diferentes momentos, se ha limitado a la denuncia, acusando a la derecha de "apropiarse" de la patria. Pero poco m¨¢s.
Estamos ante una abdicaci¨®n para contentar a quienes piden, en el fondo, la secesi¨®n
Tengo para m¨ª que, en la actualidad, quienes integran la nueva derecha espa?ola, que, guste o no, ah¨ª est¨¢ como nueva y que tuvo su aparici¨®n en la escena pol¨ªtica all¨¢ a comienzos de los sesenta bajo los esquemas de una planificaci¨®n econ¨®mica hasta entonces inexistente (ahorro al lector los nombres por sobradamente conocidos), andan separ¨¢ndose un tanto de esa mixtura. Entre otras razones que ser¨ªan largas de exponer, por el simple, pero muy importante hecho, del proceso de secularizaci¨®n que la Espa?a actual ha conocido y asumido. A t¨ªtulo de ejemplo, pi¨¦nsese en el aut¨¦ntico revuelo nacional que durante los a?os republicanos produjo la implantaci¨®n del divorcio, frente al sosiego que ha acompa?ado a su actual admisi¨®n y pr¨¢ctica.
Sin embargo, y como de algo tiene que tener la culpa la izquierda, lo que est¨¢ sucediendo no es tanto la citada apropiaci¨®n de Espa?a por parte de la derecha, cuanto una actitud de dejaci¨®n y hasta de huida del t¨¦rmino y de la idea que absurdamente dicha izquierda pone de manifiesto casi diariamente. Acaso estemos ante uno de los muchos complejos que a los dos bandos hoy afectan. En la cuesti¨®n que nos ocupa, la izquierda parece dejar hacer precisamente para no ser tachada de derecha. Como se?al distintiva, cayendo en un grave error de esos que tarde o temprano se pagan.
Ya como fruto del forzado consenso durante el proceso de elaboraci¨®n constitucional y ante la experiencia que vivimos veinticinco a?os despu¨¦s tenemos ante nosotros no pocos terrenos, frutos, me imagino, de necesarias componendas. Espa?a no "se constituye en un Estado social y democr¨¢tico de Derecho" (Art. 1). Espa?a estaba constituida muchos siglos antes. Quiz¨¢ "adopta la forma de" o "se define como" hubieran sido expresiones m¨¢s adecuadas. No hemos nacido ayer y no se debe prescindir del pasado para intentar comprendernos a nosotros mismos. El t¨¦rmino "nacionalidades" del Art. 2 se introdujo, sencillamente, para contentar a los nacionalismos vigentes. Ni entonces, ni ahora se ha entendido su aut¨¦ntico significado. Y, por eso, claro est¨¢, nadie lo usa. Los "perif¨¦ricos" han optado por ir al grano: "somos naci¨®n" y Espa?a es un "Estado plurinacional". Grave disparate conceptual e ideol¨®gico. Naci¨®n no hay m¨¢s que una: la Naci¨®n espa?ola, cuya indisoluble unidad garantiza el mismo Art. 2. Cuando en el T¨ªtulo VIII se va a abordar la organizaci¨®n del Estado, se emplea eso de "Organizaci¨®n territorial", huyendo de lo que deb¨ªa ser "organizaci¨®n nacional", como hac¨ªa la Constituci¨®n de la, por paradoja, llamada roja y disgregadora Segunda Rep¨²blica. Ahora, tras lo de "territorial", parece que va a venir otra organizaci¨®n a¨¦rea y una m¨¢s mar¨ªtima. Y ello sin olvidar la opci¨®n de dejar abierto el proceso de concesi¨®n de competencias que el art. 150,2 regula de la forma m¨¢s c¨®mica e imprecisa: de lo suyo, de lo propio del Estado podr¨¢ delegarse todo lo que "por su naturaleza sea delegable". Es decir, todo o nada. Y qu¨¦ decir de lo que la Constituci¨®n no dice: la expresi¨®n nacionalidades hist¨®ricas. Lo que se hace en el texto es facilitar un m¨¢s r¨¢pido camino en el acceso a la autonom¨ªa a aquellas partes del pa¨ªs que, durante la Rep¨²blica, hubieran tenido o plebiscitado un refer¨¦ndum auton¨®mico. Pero nada m¨¢s. La no existencia de privilegios entre comunidades aut¨®nomas (por cierto, la Rep¨²blica no lleg¨® nunca a tan beat¨ªfica definici¨®n: habl¨® de regiones aut¨®nomas y punto) est¨¢ ah¨ª muy clarita. Por lo dem¨¢s, si se quiere obtener ventajas de dicho supuesto, llegar¨ªamos a la absurda conclusi¨®n de que los interesados tienen que agradecer, con car¨¢cter retroactivo naturalmente, que Franco se alzara en Julio de 1936. Porque si lo hubiera hecho m¨¢s tarde, "hist¨®ricas" ser¨ªan muchas otras partes de Espa?a que ya preparaban su Estatuto y no les dio tiempo a votarlo: Andaluc¨ªa, Arag¨®n, Valencia y es posible que, con un poco de suerte, hasta el islote de Perejil. Como se ver¨¢, los argumentos no parecen muy serios que digamos.
Pero si nos salimos de lo escrito constitucionalmente, no logro entender la citada dejaci¨®n de la izquierda. Hemos llegado al absurdo de que hablar de Espa?a, con todo lo que ello supone equivale a poseer un matiz facha. Olvid¨¢ndome ahora de que en alguno de mis libros he sostenido que en Espa?a no hubo fascismo (como, por lo dem¨¢s, aclarara Manuel Aza?a), sino franquismo, que es cosa bien distinta, me vienen a la memoria los nombres de ilustres liberales y hasta socialistas que siempre usaron y sintieron el nombre de Espa?a. ?Acaso fue facha Unamuno cuando, imbuido en su eterna disidencia, pregonaba la necesidad de europeizaci¨®n de Espa?a? ?Quiz¨¢ Ortega cuando, tras lamentar la tribalizaci¨®n de nuestro pa¨ªs, afirmaba aquello de que "el espa?ol que pretenda huir de las preocupaciones ser¨¢ hecho prisionero de ellas diez veces al d¨ªa, y acabar¨¢ por comprender (...) que Espa?a es el problema primario, plenario y perentorio"? ?Lo fue el continuo y hondo sentir nacional del Aza?a que en ese inolvidable discurso de 18 de Julio de 1938 y nada menos que en el Ayuntamiento de Barcelona que a los escolares actuales se les deber¨ªa leer de vez en cuando, terminaba hablando del "mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perd¨®n"? ?Han sido de extrema derecha Machado, Valle-Incl¨¢n, Mara?¨®n o Besteiro? ?Se han le¨ªdo bien las cien apelaciones a la patria que hay en las Memorias de Prieto?
No. No es ¨²nicamente que la derecha tienda a monopolizar el santo y se?a de Espa?a. Es tambi¨¦n que la izquierda, sobre todo la nacionalista, lo consiente. Y cae en los rid¨ªculos juegos de lo plurinacional, el federalismo asim¨¦trico, lo de congreso "estatal" o "ma?ana llover¨¢ en todo el Estado" (es decir, en el catastro, las n¨®minas, los reglamentos y las actas de los Consejos de Ministros). Estamos ante una aut¨¦ntica abdicaci¨®n para contentar a quienes nunca daremos contento porque lo que piden o desean, en el fondo, es la secesi¨®n. Dej¨¦monos de gaitas. Aunque sean gaitas elaboradas en la doctrina alemana como eso del "patriotismo constitucional". Patriotismo es amor a la Patria. Y las Constituciones pasan y la Patria queda. Pienso que el d¨ªa que la izquierda nacional pierda el rubor de llamarse as¨ª habr¨¢ ganado una gran batalla hist¨®rica. Y dejar¨¢n de chirriar nuestros o¨ªdos al escuchar eso de "el Pa¨ªs Vasco y Espa?a" o "Catalu?a y Espa?a". Recu¨¦rdese la doctrina del contenido y el continente.
Manuel Ram¨ªrez es catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico. Universidad de Zaragoza.
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